PARTE 14
LA MURALLA
• El doctor Rodríguez Bermúdez, abnegado médico de la
guarnición, se enfermó y también hubo de ser evacuado. Se iba con la
satisfacción del deber cumplido, dejando en el corazón de los soldados el
cariño y el agradecimiento sincero, por lo mucho que hizo para aliviar sus
dolores.
• Un día llegó el capitán Jesús Antonio Agudelo, quien estaba
anteriormente en la Tagua. Y habían ascendido a Mayor y hubo un alborozo
general en la tropa por su llegada. Era antioqueño y esperaban que trajera,
para el progreso de la guarnición, todo el dinamismo y la energía colonizadora
de su raza. Pero todos se equivocaron, la llegada del Mayor Agudelo fue el
fracaso moral y material que hizo el mayor contraste con la labor colonizadora
del Coronel Gálviz. La primera medida del comandante fue empezar las
fortificaciones de Puerto Leguízamo. Comenzó por criticar lo que se habían
hecho antes bajo la dirección de un técnico alemán. Quien también dirigió unas
maniobras de artillería en las cuales al estallar un cañón de 75, fueron
heridos varios soldados y perdió una mano el Cabo Anzola.
AVION PERUANO
• El Mayor mandó levantar una "muralla" de tablas
comunes en posición vertical frente al puerto. Esto fue a lo largo de toda la
ribera del Putumayo. Estas tablas se sostenían en la tierra y en una vara
horizontal a la que iban aseguradas con clavos. Era una risible cerca que
apenas servía para atajar terneros y este mayor la llamaba pomposamente:
"fortificación defensiva". Esta "fortificación" en tres
meses la empezaron a tumbar las mulas dando cabezazos. Posteriormente, su autor
avergonzado mandó derruir el resto.
PARTE 15
LOS COLONOS
• A este tiempo Puerto Leguízamo tenía algunos habitantes
civiles. Los colonos llegaron ganando $20 mensuales y se convirtieron en los
potentados de la frontera. Ninguno hizo una tarea de huerta y había casos en
donde hasta cinco individuos de una familia ganaban sueldos de colonos. Así fue
que un día llegó un soldado a la casa de uno de estos colonos en solicitud de
un poco de agua de panela. Se la proporcionaron y le cobraron 5 centavos por
ella. Desde entonces, las casas de los colonos se convirtieron en pequeñas
hosterías donde se explotaba a los soldados solemnemente.
• Cuando mataban la res semanal, estos acaparadores compraban
todo. En el comisariato les vendían víveres baratísimos, en atención a su
carácter de colonos. Desarrollaban la misma maniobra. Llenaban su despensa para
vender a la pobre tropa esta misma comida, que le arrancaban de la boca, por
cinco o más veces su valor. Se dieron ocasiones de gran escasez de víveres para
la tropa y tener esta que desayunar, durante varios días, con café puro sin
dulce. Mientras que los colonos tenían acumulado y escondido, azúcar y panela
que vendían a precios exorbitantes.
• Robaban al gobierno porque no sembraban una mata y se les
pagaba por ello. Los únicos colonos que resultan son los que vengan por
castigo. Los maleantes y las prostitutas debían venir. Con casas, herramientas
y alimentación por un año, le cogerían cariño al trabajo y formarían un núcleo
de población que podía defender esa frontera de los ataques extranjeros.
• Las pocas mujeres que había lavaban la ropa pues antes lo
hacía la misma tropa. Entre éstas merecen un elogio dos caucana que se vinieron
a pie detrás de sus hombres, desde Cali y por la entonces terrible vía de
Pasto: Elvia y La Negra. Buenas y generosas, las tropas las querían y las
respetaban. La Negra marchó a su tierra, siempre al lado de su hombre, al ser
éste evacuado y Elvia al regresar murió en Potosí. Sus servicios humildes y
generosos aliviaron muchos dolores y suavizaron muchas asperezas de la vida en
la frontera.
ALISTAMIENTO DE AVIONES COLOMBIANOS EN PALANQUERO
• En una pequeña casa de balcón había seis mujeres. Una
peruana, querida del Capitán Domínguez. Una brasilera, una ecuatoriana, dos
colombianas y una Huitoto, que vendían sus encantos a la tropa enferma de
lujuria. Los soldados antioqueños bautizaron aquella casa con el gráfico mote
de: "la liga de las naciones". Aparte estaba también la querida del
Mayor Agudelo. Esta había venido del interior con él Sargento Primero Arias. En
la Tagua estaba el entonces Capitán Agudelo, quien abusando de su carácter de
superior, se la arrebató al Primero. Además la insultaba cada vez que llegaba
borracho a la casa, que era casi todos los días. Después la mujer se vino para
Puerto Leguízamo un poco aburrida de la dudosa virilidad del viejo decrépito.
Aunque se iba a la Tagua a buscar desquite con el ingeniero Juan B. González.
Pero el Capitán vino tras ella y la volvió a la Tagua, atropellando para ello
la guardia y pasándola sin el pasaporte.
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