AERONAUTAS Y CRONISTAS

domingo, 9 de marzo de 2014

SUR PARTE 14 Y 15



PARTE 14
LA MURALLA
•         El doctor Rodríguez Bermúdez, abnegado médico de la guarnición, se enfermó y también hubo de ser evacuado. Se iba con la satisfacción del deber cumplido, dejando en el corazón de los soldados el cariño y el agradecimiento sincero, por lo mucho que hizo para aliviar sus dolores.
•         Un día llegó el capitán Jesús Antonio Agudelo, quien estaba anteriormente en la Tagua. Y habían ascendido a Mayor y hubo un alborozo general en la tropa por su llegada. Era antioqueño y esperaban que trajera, para el progreso de la guarnición, todo el dinamismo y la energía colonizadora de su raza. Pero todos se equivocaron, la llegada del Mayor Agudelo fue el fracaso moral y material que hizo el mayor contraste con la labor colonizadora del Coronel Gálviz. La primera medida del comandante fue empezar las fortificaciones de Puerto Leguízamo. Comenzó por criticar lo que se habían hecho antes bajo la dirección de un técnico alemán. Quien también dirigió unas maniobras de artillería en las cuales al estallar un cañón de 75, fueron heridos varios soldados y perdió una mano el Cabo Anzola.

AVION PERUANO
•         El Mayor mandó levantar una "muralla" de tablas comunes en posición vertical frente al puerto. Esto fue a lo largo de toda la ribera del Putumayo. Estas tablas se sostenían en la tierra y en una vara horizontal a la que iban aseguradas con clavos. Era una risible cerca que apenas servía para atajar terneros y este mayor la llamaba pomposamente: "fortificación defensiva". Esta "fortificación" en tres meses la empezaron a tumbar las mulas dando cabezazos. Posteriormente, su autor avergonzado mandó derruir el resto.



PARTE 15
LOS COLONOS
•         A este tiempo Puerto Leguízamo tenía algunos habitantes civiles. Los colonos llegaron ganando $20 mensuales y se convirtieron en los potentados de la frontera. Ninguno hizo una tarea de huerta y había casos en donde hasta cinco individuos de una familia ganaban sueldos de colonos. Así fue que un día llegó un soldado a la casa de uno de estos colonos en solicitud de un poco de agua de panela. Se la proporcionaron y le cobraron 5 centavos por ella. Desde entonces, las casas de los colonos se convirtieron en pequeñas hosterías donde se explotaba a los soldados solemnemente.
•         Cuando mataban la res semanal, estos acaparadores compraban todo. En el comisariato les vendían víveres baratísimos, en atención a su carácter de colonos. Desarrollaban la misma maniobra. Llenaban su despensa para vender a la pobre tropa esta misma comida, que le arrancaban de la boca, por cinco o más veces su valor. Se dieron ocasiones de gran escasez de víveres para la tropa y tener esta que desayunar, durante varios días, con café puro sin dulce. Mientras que los colonos tenían acumulado y escondido, azúcar y panela que vendían a precios exorbitantes.
•         Robaban al gobierno porque no sembraban una mata y se les pagaba por ello. Los únicos colonos que resultan son los que vengan por castigo. Los maleantes y las prostitutas debían venir. Con casas, herramientas y alimentación por un año, le cogerían cariño al trabajo y formarían un núcleo de población que podía defender esa frontera de los ataques extranjeros.
•         Las pocas mujeres que había lavaban la ropa pues antes lo hacía la misma tropa. Entre éstas merecen un elogio dos caucana que se vinieron a pie detrás de sus hombres, desde Cali y por la entonces terrible vía de Pasto: Elvia y La Negra. Buenas y generosas, las tropas las querían y las respetaban. La Negra marchó a su tierra, siempre al lado de su hombre, al ser éste evacuado y Elvia al regresar murió en Potosí. Sus servicios humildes y generosos aliviaron muchos dolores y suavizaron muchas asperezas de la vida en la frontera.

ALISTAMIENTO DE AVIONES COLOMBIANOS EN PALANQUERO
•         En una pequeña casa de balcón había seis mujeres. Una peruana, querida del Capitán Domínguez. Una brasilera, una ecuatoriana, dos colombianas y una Huitoto, que vendían sus encantos a la tropa enferma de lujuria. Los soldados antioqueños bautizaron aquella casa con el gráfico mote de: "la liga de las naciones". Aparte estaba también la querida del Mayor Agudelo. Esta había venido del interior con él Sargento Primero Arias. En la Tagua estaba el entonces Capitán Agudelo, quien abusando de su carácter de superior, se la arrebató al Primero. Además la insultaba cada vez que llegaba borracho a la casa, que era casi todos los días. Después la mujer se vino para Puerto Leguízamo un poco aburrida de la dudosa virilidad del viejo decrépito. Aunque se iba a la Tagua a buscar desquite con el ingeniero Juan B. González. Pero el Capitán vino tras ella y la volvió a la Tagua, atropellando para ello la guardia y pasándola sin el pasaporte.

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