PARTE 18
LAS MUERTES. EL COMBATE DE
GUEPÍ. EL MAYOR AGUDELO.
• Por aquel tiempo se presentó una epidemia de disentería que
causó algunas muertes entre las tropas y entre los indígenas. Un día murió un
soldado. Otros más hicieron un hoyo en el pequeño cementerio de Caucayá, donde
un pedazo de la hélice rota de un avión, clavada verticalmente, señalaba la
tumba del Teniente, muerto en un accidente aéreo (debió ser el accidente del
Teniente Gil). No había ataúdes y los muertos eran enterrados con sus uniformes
o desnudos.
• Comentario. Heriberto Gil Martínez. Nació en Tuluá. El 21 de
mayo de 1933. En el avión Junkers 202, al mando del piloto alemán Martín
Haenichen y copiloto Gil, mas los mecánicos Rafael Hernández, Narciso Combariza
y Erich Rettich, salió de Puerto Leguízamo al mediodía. Al hacer el viraje
hacia La Tagua, una ráfaga lo invirtió cayendo al Rio Putumayo donde perecieron
los dos pilotos. El Teniente Gil fue sepultado en el cementerio de Caucayá
donde permaneció por 7 años. En 1940 fue trasladó a su ciudad natal. Fin del
comentario.
• Murió de fiebre en escasas 24 horas el Teniente Pulgarín. Lo
condujeron a cementerio, y al pasar frente al almacén general, "Uno de
Tropa", acongojado por la fiebre, se cuadro melancólico. Se puso recordar
que habían llegado juntos del interior y no volvería a ver al Teniente con su
vestido de baño de las rayas negras y amarillas. Quizá mañana le seguiré,
Teniente, se dijo mentalmente. El Teniente no dejó si no unas pocas cosas y un
bote construido con los flotadores del tren de acuatizaje del avión en que se
mató el Teniente Gil.
• Se dio la muerte de un colono a quien acorralaron los
vampiros. Estos animales se baten sobre los hombres dormidos, especialmente en
las orejas y las extremidades. La víctima nunca se despierta porque dicen que
inyecta algún anestésico. Solo se da cuenta cuando el despertar encuentran los
vestigios de sangre seca de sus heridas.
ARMAMENTO ANTIAEREO
• Llegaron a Puerto Leguízamo las cañoneras Santa Marta y
Cartagena para unirse con el Barranquilla. Al mismo tiempo las lanchas peruanas
pasaban más a menudo frente a Puerto Leguízamo y en dirección a Guepí,
materialmente atestadas de tropas y ganados, lo que confirmaba los rumores y
haciendo renacer la esperanza de escapar del martirio diario y lento, por la muerte
en aras de la paz.
• El mismo día llegó una noticia. En el Palmar, cerca de
Güepí, los peruanos habían disparado una ráfaga de ametralladora sobre las
fuerzas colombianas acantonadas allí. Los colombianos contestaron con
fusilería. Los soldados no supieron más de aquellos y cuando preguntan a sus
superiores éstos les decían que el asunto se arreglaría a base de notas
diplomáticas. Las tropas comentaban: No nos libra una bala de esta vida
arrastrada, decían con convicción.
• Fue entonces cuando el Mayor Agudelo quiso poner un remedio
a la indisciplina reinante pero ya era tarde. Empezaron los feroces castigos a
los pobres soldados enfermos. Cuando uno comete una falta era enviado a la otra
orilla del Putumayo, a la ribera peruana, en donde lo dejaban sin más armas que
un machete y un cuchillo, defendiendo la vida contra los animales salvajes y
hasta contra los mismos peruanos. Otras veces el castigo era una isla en la
mitad del río y los soldados palúdicos duraban dos o tres días en esa espesura
inhumana.
• El Mayor Agudelo amenazaba a todos con su pistola. Y era
peligroso. Una vez le hizo varios disparos al mecánico por celos. Claro que no
hay que decir que el Mayor estaba borracho y por eso envió al mecánico a El
Encanto como castigo. En El Encanto estaban los soldados patriotas sufridos de
Colombia, muchos de ellos voluntarios, el Mayor creó una colonia penal,
igualando a los buenos servidores de la patria con los que él creía reos de
sanciones militares. El estímulo para las tropas de El Encanto.
PARTE 19
PASE A LA FILA Y TRASLADO A
“EL ENCANTO”
• El Teniente Chacón le dijo a "Uno de Tropa" que
era una mierda, porque se quejó del mal trato que se les daba. Reclamó ante el
comando del batallón diciendo que los soldados y los subalternos tenían derecho
a que se les tratara con decencia. Ni siquiera le contestaron. Es que nuestro
servicio militar, que prestaban los obreros, campesinos y soldados rasos, no es
sino el patrimonio de oficiales acicalados y pretenciosos que tratan al
ciudadano que le sirve a la patria, como a inhumanos. Y lo triste es que los
oficiales sacados de las tropas, al ser ascendidos, se vuelven a veces peores
que los mismos oficiales de escuela.
• "Uno de Tropa" hastiado del almacén, hizo solicitud
para ir a la fila. Se la concedieron. Pero de ahí en adelante, el Teniente
Chacón le amargó la vida constantemente. Propusieron el servicio militar a unos
civiles, pero éstos no querían sino sólo disparar. No hacían gimnasia y tampoco
querían hacer la fila. Suspendieron la instrucción y "Uno de Tropa"
pasó a recibir instrucción de morteros con el Teniente Echeverri. Un oficial de
reserva que los soldados llamaban San Francisco de Asís, por su bondad y por su
apocamiento. Con el tiempo, fue uno de los mejores oficiales de la reserva y
aún de escuelas, entre todos los que fueron al conflicto.
TROPAS PERUANAS DISPARANDO A LOS BOMBARDEROS FAC
• El primer domingo "Uno de Tropa se presentó para pedir
permiso con el objeto de ir de cacería. El oficial de servicio que era el
capitán Tovar Díaz, le concedió el permiso. A las nueve de la noche "Uno
de Tropa" regresó. Deslizó su canoa silenciosamente y logró llegar hasta
el puerto sin que le gritaran un alto. En el desembarcadero amarró su canoa y
penetró al puerto con el fusil al hombro. A pesar de que penetraba de noche,
uniformado, armado y de que casi todos los soldados actuales eran desconocidos
suyos, nadie le preguntó quién era. Por eso meditó que con aquellas disciplinas
y su forma de prestar servicios, estaban todos a merced del enemigo. Éstos eran
los resultados de las actuaciones del Mayor Jesús Antonio Agudelo. En medio de
la desmoralización general, nadie cumplía con su deber.
• Al día siguiente, a las 11, formaron para la lectura de la
orden del batallón. Leyó un punto interesante: "Por mala conducta pasa a
la tercera compañía acantonada en "El Encanto" el Sargento "Uno
de Tropa". Después de ocho meses de servicio en el frente, quien, sin
duda, moriría en aquella región, que no resistían muchos los que venían del
interior. Y que no estaban, como él, desgastados por el hambre, las penalidades
y los efectos del clima. Lo estaban condenando veladamente a muerte. Se dirigió
el Teniente Chacón a inquirir el motivo del castigo. El Teniente le explicó que
el día anterior había sido nombrado, "Uno de Tropa", comandante de un
puesto avanzado que se debía instalar a las cinco de la tarde del mismo día y
que como no se había presentado se le castigaba.
• El Sargento le hizo notar que cuando se dio la lectura de la
orden, él estaba a varios kilómetros de la guarnición. Se había ido de cacería
habiendo pedido permiso por ser día libre, día domingo. El permiso se lo había
dado el capitán Tovar Díaz, oficial de servicio. Que a ningún servicio, según
los reglamentos militares, se puede nombrar en un cuartel de guarnición con
menos de 24 horas de anticipación. Pero de nada le valieron sus reclamaciones
al Teniente.
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