AERONAUTAS Y CRONISTAS

miércoles, 30 de marzo de 2016

EL ENTIERRO DE DON VÉLEZ

EL ENTIERRO DE DON VÉLEZ

Esta leyenda de Don Juan Vélez se ha trasmitido oralmente, desde principios del siglo XX, en los pueblos del Suroeste del departamento de Antioquia, República de Colombia. Se narra principalmente en los municipios que sirven de escenarios a la acción y que son los de Concordia y Salgar. Don Vélez, apellido muy común en la región, es algo así como la encarnación de un colonizador, pionero de la minería y sumamente rico. Las peñoleras del Barroso, que se mencionan en la leyenda, son unos bruscos desfiladeros rocosos que dan paso al río Barroso, así llamado por el color de sus aguas. Se mencionan en la leyenda igualmente otros nombres de municipios del departamento de Antioquia.


Don Vélez fue un hombre muy rico que vivió en el siglo pasado. Era dueño de numerosas haciendas y de minas de oro. Tenía fincas en Salgar, Bolívar, Concordia, Urrao, Betulia y Titiribí. Desde en vida, la gente comentaba que don Vélez enterraba en algún sitio mucho oro, fruto de su incalculable fortuna. El viejo, que siempre tuvo la costumbre de andar en un macho negro, de buen paso, y acompañado por dos enormes perros azabaches, dizque se perdía por temporadas, cuando salía de sus fincas con recuas de mulas cargadas de oro. Cuando don Vélez se perdía, la gente decía que se iba a enterrar sus riquezas. Pero nadie fue capaz de averiguar cuál era el misterioso paradero del oro de don Vélez. Le tenían miedo porque decían que era ayudado por el diablo.


Cuando murió fue enterrado en el cementerio de Concordia y allí mismo empezó su verdadera vida de sufrimientos. Como todo el que se muere y deja riquezas enterradas, don Vélez empezó a penar. Lo que pasa es que Dios no deja salir del purgatorio el que tenga cosas guardadas. Habiendo tantos pobres en la tierra, Dios castiga al que esconde sus bienes. Y mucha gente los esconde por miedo de que se los roben o para mirarnos a solas o por la simple manía de guardar y atesorar. No se sabe para qué guarda don Vélez sus joyas, pero lo cierto es que todavía está penando porque no ha sido posible que nadie sea capaz de sacar su entierro.


La gente sabe que donde les está penando, porque todos los viernes de luna llena, a las 12 de la noche, se repite en el cementerio de Concordia la misma escena. Cuando empiezan las campanas del pueblo a dar las 12, en el cementerio comienzan a sentirse ruidos y ha verse luces y chisperos. Del fondo el camposanto sale, por el caminito central, el mismo don Vélez, pálido y esquelético, envuelto en una ruana blanca y montado en el macho negro que le acompañó toda la vida. El galope del macho, golpeando las tumbas con los cascos, hace morir de miedo al más valiente. Además se oyen lamentos y ruidos de herrajes que se golpean. Es que don Vélez lleva, asidas con la mano izquierda, dos cadenas muy largas a cuyos extremos van atados sus dos perros negros.

Y según dicen los poquitos que han sido capaces de esperar hasta este punto, tanto los perros como la cabalgadura pelan los dientes ferozmente y hasta arrojan fuego por la boca. Para colmo de males, los perros aúllan como si estuvieran llorando. Es que además hay luna llena y eso los enloquece y los pone tristes. Cuando van a llegar a la puerta del cementerio, las pesadas rejas de hierro, con un chirrido infernal, se abren de par en par y dan paso a la salida de don Vélez y de sus animales. Cuando el viejo pasa la puerta, detiene su marcha y mira por para todos los lados a ver si alguna persona vino a sacarlo de penas.


El que quiera sacar el entierro tiene que esperarlo al lado de la puerta sin asustarse. Si es más de una persona, el viejo no sale. Hasta éste punto, muchos han visto y oído todo lo dicho. Pero todos se han desmayado cuando el viejo se les arrima. Hay muchos que han quedado locos para toda la vida y otros viven como embobados durante años enteros. Como no tiene quien lo saque de penas, el viejo sigue sólo su viaje al sitio donde fue el entierro.

Por las calles y los empedrados del pueblo, muchas veces se pueden oir el galope de la cabalgadura, el ruido de las cadenas y los aullidos de los perros, pero, como cosa curiosa, no se ve nada, sino que sólo se oye. Lo más seguro es que el macho y los perros no sean tales, sino verdaderos demonios, y don Vélez, al fin y al cabo, es ya un ánima y las ánimas pueden hacerse invisibles cuando quieren.

Para sacarse el entierro hay que esperar, como arriba se dijo, sin asustarse. Cuando el viejo salga del cementerio y se le debe preguntar: “¿de parte de Dios, que quiere”? Y aquí mismo, sin esperar la respuesta, agregar “pero no me hiele”. El viejo responderá: “Quiero que me saques de penas y te lleves un orito. Sígueme”. Y entonces uno debe seguir al viejo, detrás de los perros, sin asustarse y sin desconfiar. Es que no hay nada de qué temer porque don Vélez es el primer interesado en que a uno no le pase nada, para poder salir de penas y dejar el purgatorio y ese tormento de salir por las noches de los viernes de luna llena, llueva o truene. Eso sí, si a uno le entra miedo, en el mismo momento se hiela.

Siguiendo detrás de los perros dejan el pueblo rápidamente y empieza a pasar por los caminos de herradura que va para Salgar. Después de entre las peñoleras del Barroso, por unos senderitos, que apenas si dan paso la cabalgadura, sobre los terribles precipicios que sirven de bordes al río. De pronto, en un recóndito, un poco más plano, don Vélez se detiene y se baja del macho. Amarra perros y cabalgadura a un tronco y empieza a caminar como unas 20 varas por entre el monte. Se para al frente de un árbol de Aguacatillo, sumamente grueso, y le señala una raíz. En la raíz hay enroscada una culebra berrugosa, como de 5 m de larga que parece dormida. Don Vélez le dice a uno: “Mirá, esa culebra es el demonio que me está cuidando el entierro. Tócala, que no te hace nada. Tan pronto como la toqués se convierte en un libro. Abrí el libro y después le prendés candela. Cuando el libro se acabe de quemar, este árbol se abre y se arranca y allí encontraras tanto oro que necesitás 30 mulas pardas para poderlo sacar de aquí. Tocá, pues, la culebra, para que consigás plata y me saqués de penas”.

Si se procede como el viejo lo indica, todo sucede según sus palabras y ahí mismo desaparece don Vélez y no se vuelve a aparecer nunca, porque Dios lo deja pasar para el cielo. Lo que pasa es que, por cobardía, nadie ha sido capaz de sacarse su entierro y por eso el pobre hombre sigue penando.

Antología de la literatura oral hispanoamericana, Instituto nacional del libro español. Madrid, julio de 1972.

LUIS FERNANDO VÉLEZ VÉLEZ.

5 comentarios:

  1. Yo vivo en concordia el pueblo de donde juan veles fue alcalde

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  2. Hola no me conoces no te conozco me podrias contar más mi número es 3124153814 me llamo pablo

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  3. Hola soy de Concordia y desde pequeña escuchado esta leyenda pero la contaban que el entierro esta es en la quebrada la llorona.Verdad o mentira no se?

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  4. ???? Yo quiero conocer esta le venda no se por que esde pequeño e tenido sueños con el sementerio de concordia me gustaría saber más 3215262461

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  5. Tambn etenido sueños con este personaje de la yenda también quiero conocer una persona que le guste descubrir los misterios me avise para que veamos cómo resolver esta leyenda

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