EL
ENTIERRO DE DON VÉLEZ
Esta
leyenda de Don Juan Vélez se ha trasmitido oralmente, desde principios del siglo
XX, en los pueblos del Suroeste del departamento de Antioquia, República de
Colombia. Se narra principalmente en los municipios que sirven de escenarios a
la acción y que son los de Concordia y Salgar. Don Vélez, apellido muy común en
la región, es algo así como la encarnación de un colonizador, pionero de la
minería y sumamente rico. Las peñoleras del Barroso, que se mencionan en la
leyenda, son unos bruscos desfiladeros rocosos que dan paso al río Barroso, así
llamado por el color de sus aguas. Se mencionan en la leyenda igualmente otros
nombres de municipios del departamento de Antioquia.
Don
Vélez fue un hombre muy rico que vivió en el siglo pasado. Era dueño de
numerosas haciendas y de minas de oro. Tenía fincas en Salgar, Bolívar,
Concordia, Urrao, Betulia y Titiribí. Desde en vida, la gente comentaba que don
Vélez enterraba en algún sitio mucho oro, fruto de su incalculable fortuna. El
viejo, que siempre tuvo la costumbre de andar en un macho negro, de buen paso,
y acompañado por dos enormes perros azabaches, dizque se perdía por temporadas,
cuando salía de sus fincas con recuas de mulas cargadas de oro. Cuando don
Vélez se perdía, la gente decía que se iba a enterrar sus riquezas. Pero nadie
fue capaz de averiguar cuál era el misterioso paradero del oro de don Vélez. Le
tenían miedo porque decían que era ayudado por el diablo.
Cuando
murió fue enterrado en el cementerio de Concordia y allí mismo empezó su
verdadera vida de sufrimientos. Como todo el que se muere y deja riquezas
enterradas, don Vélez empezó a penar. Lo que pasa es que Dios no deja salir del
purgatorio el que tenga cosas guardadas. Habiendo tantos pobres en la tierra,
Dios castiga al que esconde sus bienes. Y mucha gente los esconde por miedo de
que se los roben o para mirarnos a solas o por la simple manía de guardar y
atesorar. No se sabe para qué guarda don Vélez sus joyas, pero lo cierto es que
todavía está penando porque no ha sido posible que nadie sea capaz de sacar su
entierro.
La
gente sabe que donde les está penando, porque todos los viernes de luna llena,
a las 12 de la noche, se repite en el cementerio de Concordia la misma escena.
Cuando empiezan las campanas del pueblo a dar las 12, en el cementerio
comienzan a sentirse ruidos y ha verse luces y chisperos. Del fondo el
camposanto sale, por el caminito central, el mismo don Vélez, pálido y
esquelético, envuelto en una ruana blanca y montado en el macho negro que le acompañó
toda la vida. El galope del macho, golpeando las tumbas con los cascos, hace
morir de miedo al más valiente. Además se oyen lamentos y ruidos de herrajes
que se golpean. Es que don Vélez lleva, asidas con la mano izquierda, dos
cadenas muy largas a cuyos extremos van atados sus dos perros negros.
Y
según dicen los poquitos que han sido capaces de esperar hasta este punto,
tanto los perros como la cabalgadura pelan los dientes ferozmente y hasta arrojan
fuego por la boca. Para colmo de males, los perros aúllan como si estuvieran
llorando. Es que además hay luna llena y eso los enloquece y los pone tristes.
Cuando van a llegar a la puerta del cementerio, las pesadas rejas de hierro,
con un chirrido infernal, se abren de par en par y dan paso a la salida de don
Vélez y de sus animales. Cuando el viejo pasa la puerta, detiene su marcha y
mira por para todos los lados a ver si alguna persona vino a sacarlo de penas.
El
que quiera sacar el entierro tiene que esperarlo al lado de la puerta sin
asustarse. Si es más de una persona, el viejo no sale. Hasta éste punto, muchos
han visto y oído todo lo dicho. Pero todos se han desmayado cuando el viejo se
les arrima. Hay muchos que han quedado locos para toda la vida y otros viven
como embobados durante años enteros. Como no tiene quien lo saque de penas, el
viejo sigue sólo su viaje al sitio donde fue el entierro.
Por
las calles y los empedrados del pueblo, muchas veces se pueden oir el galope de
la cabalgadura, el ruido de las cadenas y los aullidos de los perros, pero,
como cosa curiosa, no se ve nada, sino que sólo se oye. Lo más seguro es que el
macho y los perros no sean tales, sino verdaderos demonios, y don Vélez, al fin
y al cabo, es ya un ánima y las ánimas pueden hacerse invisibles cuando
quieren.
Para
sacarse el entierro hay que esperar, como arriba se dijo, sin asustarse. Cuando
el viejo salga del cementerio y se le debe preguntar: “¿de parte de Dios, que
quiere”? Y aquí mismo, sin esperar la respuesta, agregar “pero no me hiele”. El
viejo responderá: “Quiero que me saques de penas y te lleves un orito. Sígueme”.
Y entonces uno debe seguir al viejo, detrás de los perros, sin asustarse y sin
desconfiar. Es que no hay nada de qué temer porque don Vélez es el primer
interesado en que a uno no le pase nada, para poder salir de penas y dejar el
purgatorio y ese tormento de salir por las noches de los viernes de luna llena,
llueva o truene. Eso sí, si a uno le entra miedo, en el mismo momento se hiela.
Siguiendo
detrás de los perros dejan el pueblo rápidamente y empieza a pasar por los
caminos de herradura que va para Salgar. Después de entre las peñoleras del Barroso,
por unos senderitos, que apenas si dan paso la cabalgadura, sobre los terribles
precipicios que sirven de bordes al río. De pronto, en un recóndito, un poco
más plano, don Vélez se detiene y se baja del macho. Amarra perros y
cabalgadura a un tronco y empieza a caminar como unas 20 varas por entre el monte.
Se para al frente de un árbol de Aguacatillo, sumamente grueso, y le señala una
raíz. En la raíz hay enroscada una culebra berrugosa, como de 5 m de larga que
parece dormida. Don Vélez le dice a uno: “Mirá, esa culebra es el demonio que
me está cuidando el entierro. Tócala, que no te hace nada. Tan pronto como la
toqués se convierte en un libro. Abrí el libro y después le prendés candela.
Cuando el libro se acabe de quemar, este árbol se abre y se arranca y allí
encontraras tanto oro que necesitás 30 mulas pardas para poderlo sacar de aquí.
Tocá, pues, la culebra, para que consigás plata y me saqués de penas”.
Si
se procede como el viejo lo indica, todo sucede según sus palabras y ahí mismo
desaparece don Vélez y no se vuelve a aparecer nunca, porque Dios lo deja pasar
para el cielo. Lo que pasa es que, por cobardía, nadie ha sido capaz de sacarse
su entierro y por eso el pobre hombre sigue penando.
Antología
de la literatura oral hispanoamericana, Instituto nacional del libro español.
Madrid, julio de 1972.
LUIS
FERNANDO VÉLEZ VÉLEZ.
Yo vivo en concordia el pueblo de donde juan veles fue alcalde
ResponderEliminarHola no me conoces no te conozco me podrias contar más mi número es 3124153814 me llamo pablo
ResponderEliminarHola soy de Concordia y desde pequeña escuchado esta leyenda pero la contaban que el entierro esta es en la quebrada la llorona.Verdad o mentira no se?
ResponderEliminar???? Yo quiero conocer esta le venda no se por que esde pequeño e tenido sueños con el sementerio de concordia me gustaría saber más 3215262461
ResponderEliminarTambn etenido sueños con este personaje de la yenda también quiero conocer una persona que le guste descubrir los misterios me avise para que veamos cómo resolver esta leyenda
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