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DÍAS EN EL VAUPÉS
1950
PARTE
4
• LA PRIMERA NOCHE EN LA SELVA. La noche
me recordó La Vorágine. “Mi imaginación, mi espíritu y mi corazón entraron en
actividad meditando. Arriba, medio alumbraba la luna que asomaba tímida por
entre los árboles, hablando su lenguaje de la claridad de plata. A mi derecha,
cerquita, el río que murmuraba sus plegarias. O besando las arenas amarillas
que acabamos de pisar. Los delicados chasquidos de los últimos tizones del
fogón cariñoso que nos había regalado su luz y su calor. Un viento suave nos
brinda sostenidas canciones que susurraban en las ramas vecinas. El caer de
continuo las gotas que las neblinas depositaban en las copas altísimas.
Ejercito de los coros de las ranas. Todo ello aviva mi imaginación. Las
armonías de esa orquestación, no era más que un recuento sublime de gemidos de
las gargantas de tantos miles de salvajes que habitan hace siglos y siglos, sin
conocer a Dios y sin verlo, ni allá arriba por encima de los árboles ni en el
río cantarino ni en las horas ni en las gotas de rocío ni en las cigarras ni en
las armonías luminosas de la luna solitaria. Feliz noche aquella que pasé en la
inmensidad. Sintiendo las palpitaciones del corazón de Dios que me sobrecogió.
Y hablé con Dios. Completamente la naturaleza virgen y sentí sus pulsaciones.
Porque con ella y en mi corazón, solitario amoroso y dulce, canté con espíritu
sobrenatural. Tanto con Elba, esposa del silencio, madre de las soledades y
prisionero en su cárcel verde. Los pabellones de estos ramales, como inmensa
bóveda, expresan sobre mi cabeza, entre mi inspiración y el cielo claro, que
sólo entreveo cuando las copas estremecidas mueven su oleaje.
INMENSA
SOLEDAD
• MAGNIFICENCIA. Cuántas veces suspiró mi
alma adivinando las lejanías, hacia el lado de mi país, frontera y llanuras
inolvidables y cumbres que las coronan. Tú me robaste el ensueño del horizonte.
Sólo tienes para mí ojos por donde alumbra la hojarasca de tus senos húmedos.
Tú eres la catedral de la pesadumbre, donde dioses desconocidos hablan a media
voz, sin el idioma de los muchos. Tus muchas voces que forman un solo eco al
llorar de los troncos que se desploman, quien cada brecha de los nuevos
gérmenes apresuran sus gestaciones. Tú tienes la adustez de la fuerza cósmica y
encarna su misterio de la creación. Fornidos brazos que han aprendido a amar a
la orquídea raquítica porque es efímera como el hombre más estable, como su
ilusión., O selvas, de tus enfermizas penumbras. Tú misma pareces sumisa.
Enorme que donde tú pudres resucitas. Quiero volver a las regiones donde el
secreto no aterra a nadie. Donde es imposible la esclavitud, donde la vista no
tiene obstáculos. Dejar retornar a la tierra de donde viene, para desandar esa
ruta de lágrimas y sangre que recorrían, cuando tras las huellas de una mujer
me he de arrastrar por montes y desiertos, en busca de la venganza. Yo soy
implacable que sólo sonríes sobre las tumbas”. Hasta aquí la vorágine.
• EL SUEÑO CEGADO. La selva, “esposa del
silencio", no podía decir una palabra de salvación al pobre indígena. La
selva "padre de la soledad y la neblina". No te aflijas, habitantes
de la selva. Por aquí vamos los misioneros, silenciosos, en tu busca para
mostrar el cielo y para que te alumbren tus verdades, por una patria, tus
estrellas.
LAS
ESTRELLAS
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