CRÓNICAS
DE UN CURA PAISA
POR
EL PADRE ANTONIO MARÍA PALACIO VÉLEZ
CAPÍTULO
4
LA
DESCOLGADA.
Al
otro día nos pusimos a la obra. Por el lado de atrás del Picacho hay un potrero
inclinado por el cual se podía subir fácil hasta la misma cúspide del
promontorio. Cuando estábamos subiendo, al lado derecho del peñasco, vimos un
camino labrado en la piedra, que horizontalmente se dirigía a una de las
claraboyas, precisamente en la que había una mata de cabuya y que distaba unos
15 m donde nosotros estábamos.
El
camino en mención, al principio, tenía como metro de ancho y por él nos fuimos
con la esperanza de poder llegar hasta la claraboya. Pero, a los 5 m de
recorrido se fue angostando hasta tal punto que para poder continuar tuvimos
que echarnos de barriga y arrastrarnos para poder seguir avanzando sin peligro
de desempeñarnos. Pero el sendero se fue estrechando más hasta que desapareció
del todo cuando no faltaba sino 4 m para llegar a la claraboya. No tuvimos más
remedio que retroceder y seguir subiendo llevando la escala.
Una
vez en la altura amarramos de un arbusto la extremidad de la escala y la otra
la dejamos deslizar peña abajo.
Para
mayor seguridad del que iba a bajarse amarraría la cintura un lazo doble y en
la medida en que iría bajando los compañeros de arriba le irían dando cuerda y
en caso de accidente lo volverían a subir tirando de ella.
En
estos preparativos llegamos a las dos de la tarde cuando ya todo estaba listo.
Hacía un sol de fuego y un calor sofocante. Todos teníamos las ropas empapadas
de sudor. Yo dizque era el guapo que me iba a bajar por ese precipicio. Yo no
decía nada pero tenía miedo. Llegó el momento. Me amarre la doble cuerda a la
cintura, que mis compañeros me irían alargando. Me santigüé y al momento de ir
a colocar el pie en el primer peldaño de la escala, miré hacia abajo y ví eso
tan hondo y tan espantosamente terrible que me dio una tembladera en todo el
cuerpo que casi no me podía tener en pie. Fue como si me atacara una fuerte
corriente eléctrica que me producía espasmos incontrolables.
Con
el pelo erizado y los ojos salidos casi de las órbitas por el pavor, le dije al
padre Bubilláya: “Nada, lo que soy yo no me bajo por aquí por nada de este
mundo, porque es un suicidio seguro. Si hay otro que se atreva, que se meta,
pero lo que es conmigo no cuenten ya”. Y me solté el lazo. El tampoco quiso
descolgarse por ahí. Recogimos los lazos y bajamos por el potrero.
LA
INSPECCIÓN ACUATICA
En
la orilla del río dijo el padre Bubillá que amarráramos la balsa con los lazos
con que habíamos hecho la escala, que él se subía en ella y nosotros le íbamos
largando cuerda para que con la corriente pudiera llegar al pie del peñasco que
deseaba examinar. Me pareció muy temeraria es intención y traté de disuadir al
padre pero él insistió. Amarramos la balsa, se subió a ella y la corriente
comenzó arrastrarlo. Entre dos le íbamos largando cuerda. Como a 25 m la peña
tenía una convexidad y al pasarla, el padre se perdió de vista. A pesar de todo
le seguimos alargando cuerda.
En
la otra orilla había unos trabajadores y desde allí seguían la odisea. Por las
señas que ellos nos hacían deteníamos la balsa o le largamos cuerda según las
señas que el padre les iba indicando. Le largamos como 50 m de cuerda y por fin
nos hicieron señas del otro lado para que recobráramos la balsa con el padre.
Temeraria
fue sección ya que por aquel lugar bajaba el río muy atormentado contra la
roca. Después nos refirió el padre en que llegó un momento en que estuvo a
punto de sumergirse con balsa y todo, que el agua le llegó hasta el cuello. Nos
dijo el padre que al pie de la roca había visto jeroglíficos e inscripciones.
También ví algunos grabados en piedra al pie del peñasco.
Y
allí terminó nuestra expedición al Pipintá.
Fue
peligroso y aparentemente no se logró nada. Pero si se satisfizo el deseo de
contemplar las obras que Dios ha hecho en la naturaleza.
PRIMERA
ESCALDA DEL SAN FERNANDO
Ese
mismo mes de enero de 1933 fui trasladado a Jardín. Y de allí podía observar el
imponente cerro de San Fernando.
Fue
Félix María Restrepo quien escribió la Geografía General y el Compendio Histórico
del Estado de Antioquia, dice: “el punto más elevado de la cordillera
occidental está en el distrito de Andes. Es el alto de San Fernando”.
Para
la excursión se me ofrecieron como compañeros de viaje Antonio Jesús Uribe y
Horacio Muñoz. Ambos vivían en la población de Jardín. Hicimos una carpa con 25
m de lona y conseguimos provisiones. El 10 junio de 1934 salimos de Jardín. Esa
tarde nos quedamos en Andes y contratamos peones para que nos llevara el
equipaje y las previsiones. El día 11 salimos de Andes y no fuimos por San
Pedro por un cañón arriba hasta que Quebrada Bonita donde debimos dejar las
bestias y seguir a pie. Las provisiones que habíamos llevado al lomo de bestia
fueron repartidas entre los peones que las llevaron a la espalda.
CERRO
EL PLATEADO O San FERNANDO
El
día 12 salimos de Quebradabonita por la trocha por donde circulan los cargueros
que abastecían de víveres a los trabajadores de la mina de Dabaibe. Andábamos
despacio porque los peones llevaban una carga pesada. A las cuatro de la tarde
llegamos a la tolda del Cóndor y allí nos quedamos a pasar la noche pues éste
era un rancho donde los cargueros acampaban siempre que viajaban por aquellos
lugares.
El
día tres se llegamos a la tolda de Tapartó porque allí precisamente es donde
nace el río Tapartó. Este río desemboca al río San Juan y sirve de límite entre
los municipios de Andes y Betania. La tolda de Tapartó era mejor que la del Cóndor
porque al menos tenía zarzo para dormir.
El
día 14 subimos al alto de San Nazario que está hacia las faldas del Chocó y a 3.000
m de altura. En este lugar había dos edificios techados con teja de palo. Uno de ellos servía de depósito para guardar
herramientas y víveres y en el otro dormía los cargueros que llevaban las
provisiones para la mina. Allí pasamos la noche.
Hasta
este lugar habíamos ido por la trocha que conduce a la mina. Pero como en este
lugar teníamos que ir en dirección al sur para ir subiendo por todo el filo de
la cordillera, dejamos esta vía y nos internamos en el monte. Este lugar
todavía está muy lejos y era preciso hacer trocha.
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