CRÓNICAS
DE UN CURA PAISA
POR
EL PADRE ANTONIO MARÍA PALACIO VÉLEZ
CAPÍTULO
2
En
las vacaciones de 1927 convine con Luis López de Meza que saldríamos para Concordia
por la vía de Tarso y yo me lleve una botella de vino que llamábamos Angelito.
Era muy barato. A mitad del camino nos tomamos de a media y nos pusimos
alegres. Luis López, que iba delante, detuvo la bestia y en tono declamatorio
recitó este verso: “Nací sobre una montaña, mi dulce madre me cuenta, el sol
alumbró mi cuna, sobre una pelada cierra”. Entonces yo me quité el sombrero, lo
sostuve con la mano derecha en alto y recité también: “Pichón de águila que
nace sobre el pico de una peña siempre le gustan las cumbres donde los vientos
refrescan”. Enseguida lanzamos un grito, les dimos un lapo a las bestias y
salimos despedidos por un camino abajo.
SEGUNDO
INTENTO AL CITARÁ
3
años habían pasado de mi primer intento de ascensión al Citará. Y aunque yo
fracasé eso no fue inconveniente para que otras personas intentaran la misma aventura.
Y así fue que en ese lapso de tres años dos expediciones lo intentaron, aunque
también fracasaron. La primera fue en 1926 por dos alemanes. Entre ellos uno
era un ingeniero. Subieron a la altura de 3.000 m y de allí se tuvieron que
devolver. La segunda la hizo don Fernando Vélez en 1927 desde la población de
Bolívar. Logró subir hasta la altura de 3.250 m y de aquí también tuvo que
retroceder sin poder escalar el cerro.
Cuando
supe de estas dos excursiones y su fracaso, me propuse en las vacaciones de
1928 una expedición e intentar una ascensión. No fue difícil encontrar
compañeros. Se ofrecieron conmigo mi hermano Nicolás, Roberto Palacio y Luis
Restrepo. Salimos de Concordia el 26 diciembre 1928. Conseguimos provisiones y
los elementos necesarios para la expedición y en la fecha indicada llegamos a
Bolívar. Allí se nos agregó otro compañero José Dolores Agudelo. El día 27
salimos de Bolívar y fuimos a pasar la noche en la finca llamada Farallón, que
está ubicada precisamente al pie del cerro del Farallón. Vivía allí don Vicente
Vélez, hermano de don Fernando, uno de los anteriores excursionistas. Era muy
rico y tanto él como su distinguida esposa y su familia nos colmaron de atenciones
y comodidades para nosotros y buenos pastos para las bestias.
EL
ACCIDENTE
El
día 28 comenzamos a subir hacia el cerro. Cada uno de nosotros llevaba la
espalda las provisiones y el equipo necesario. La carga no bajaba de 20 kilos
por qué echamos provisiones para 15 días. Empezamos a subir por un arrastradero
de madera al que llaman un “rumbón”. Ese día llegamos a la primera tolda que
era un aserradero de madera. Al día siguiente 29 continuamos por la trocha que
habían hecho los excursionistas anteriores. Pasamos el rancho que ellos habían
hecho para escanpar. Pero como estaba todavía temprano seguimos adelante. Esa
noche tuvimos que pasaron al descubierto porque no había rancho. Tendimos ramas
en el suelo cubierto de musgo y sobre ellas pusimos encerados y cada cual se
cubrió con un encauchado. El mismo que nos servía de cobija y nos protegía de
los aguaceros que son muy frecuentes en estas alturas durante la noche.
Como
ya estábamos a bastante altura y habíamos llevado voladores para hacer señales para
que supieran donde estábamos, esa noche, Roberto Palacios intentó lanzar un
cohete que se le estalló en la mano causándole una gran quemadura. Como temimos
que se le pudiera infectar resolvimos que al otro día se devolviera Roberto
acompañado de Luis Restrepo para Bolívar.
UN
MENSAJE
Al
día siguiente, el 30 diciembre, llegamos al lugar donde se acabó la trocha.
Pero encontramos allí una botella cuyo interior había una boleta. Quebré la
botella y saqué el papel. Estaba escrita a lápiz pero la letra era perfectamente
visible. Decía: “De los ocho compañeros que salimos de Bolívar a esta altura
sólo hemos llegado tres. Los otros tuvieron que regresar por accidentes
sufridos en la ascensión. Los tres que hemos logrado llegar aquí nos hemos
tenido que regresar por falta de provisiones. Altura sobre el nivel del mar 3,250
m (como algunos, como los pilotos, acostumbran medir la altura en pies, por ser
una unidad menor que permite más precisión, esta altura equivale a 10.822 pies
AMSL). Temperatura a mediodía 8° sobre cero. Farallón 8 de agosto 1927.
Fernando Vélez.
NOTA EN LA BOTELLA
EL
PARARRAYOS
El
31 diciembre seguimos abriendo trocha. Era muy difícil porque aunque el
rastrojo era bajo, era duro y difícil de cortar. Ese día subimos hasta un lugar
llamado La Muela. Al menos así lo pusimos nosotros, por ser una peña semejante
a una gigantesca muela. Esta tal muela está en un peñasco separado del
farallón. Tiene forma de colmillo. A causa de su hermano lo bautizó como El
Colmillo del Diablo. Es un peñasco de color negro y según los rastrilladeros
que tiene es evidente que los rayos se ceban en él. Esa noche la pasamos allí
también a la intemperie.
El
día 1 enero 1929 seguimos trochando y subiendo. Esto fue lo más difícil porque
la maleza que cubría el terreno eran cardos. Y aunque no alcanzaba si no a 1 m
de altura eran tan tupidos que era indispensable abrirse a machete porque de lo
contrario no se podía pasar. Estos cardos nacen en el suelo y como tiene hojas
envainadoras en ella se almacena el agua llovida. Al pasar entre ellos el agua
se vacía encima de uno, de manera que andábamos empapados desde el cuello para
abajo. Pero nos animaban de la cúspide del cerro ya se veía muy cerca.
LA
CUMBRE
Por
fin al mediodía del 1 enero subimos a la cumbre. Los arrodillados a dar gracias
a Dios y a saludar a la virgen con fervientes oraciones. Yo no llevaba
instrumentos para medir la altura y la temperatura por qué no los había podido
conseguir. Recorrimos el cerro de norte a sur. Es un filo delgadito como un serrucho
y similar al espinazo de un caballo flaco. En él no hay un llano suficiente ni
siquiera para edificar una pequeña casa. A sus flancos, oriente y occidente,
hay dos insondables desfiladeros que dan vértigo asomarse a hechos. Allí no hay
más vegetación que plantas raquíticas de Romero y Barba Rocío.
Me
acordé de la llamarada que había visto desde Concordia una noche hacía ya más
de 10 años. Examiné cuidadosamente el promontorio y no encontré en lo más alto del
cerro sino una especie de dolmen formado por piedras ciclópeas. Ni siquiera
intentamos echarlas a rodar por ambos desfiladeros porque nuestras fuerzas eran
impotentes para moverlas. Recorrí todas partes hasta donde podíamos andar y no se
encontró señal alguna que indicara que alguien había subido y allí. Fuimos pues
los primeros excursionistas que escalamos el Farallón del Citará.
Mi
hermano Nicolás bajó un poco y cortó unos palos con los cuales hicimos una cruz
y la clavamos en la cumbre del cerro. Escribí una boleta que decían: el 1 enero
1929 subimos a esta cumbre del farallón del citará los siguientes: Antonio
María Palacio, Nicolás Palacio y José Dolores Agudelo. Metí la boleta en una
botella y la tapé sellada con lacre y la dejé al pie de la cruz.
En
aquella altura no había vida animal no se veía un pájaro ni una mariposa ni un
insecto alguno. Aquel lugar era como don Manuel Antonio Uribe decía que de 3.000
m para arriba es la región de la soledad, el frío y la tristeza.
Desde
la cumbre se ven muchas poblaciones Bolívar, Concordia, Betania, Pueblorico,
Venecia etc. pero para él lado del chocó, aunque estaba dotado de unos lentes
muy potentes y el cielo estaba despejado, sólo se veía una selva y ilímite
hasta donde se me confundía el cielo con la tierra. Desde esa altura me formé
el propósito de regresar al año siguiente llevando instrumentos para medir la
altura y la temperatura.
Después
de eso el descenso fue más rápido. En tan sólo dos días llegamos a la casa de
don Vicente y al día siguiente estuvimos en Bolívar.
Le mostré
a Fernando Vélez la boleta que él había dejado en la botella del cerro y el
enseguida la reconoció.
excelente,impresionante relato del ascenso a los farallones del citará coronado por un cura paisa.
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