CONCORDIA. FRENESÍ Y GUERRA
CAPITULO 20
EL
TENIENTE DEL EJÉRCITO L. R.
Un
viernes salí de mi consultorio y me fui al café la Bolsa saliéndome al
encuentro el Teniente del Ejército L.R. para pedirme una explicación. Ingería
licor en el quiosco de la plaza principal. Yo lo había operado de las amígdalas
y de una hernia inguinal lo cual para él había sido un desastre pues le había
quedado una pierna más corta que la otra. Por ese motivo casi lo rechazan en la
Escuela Militar. Me sonreí y traté de mamarle gallo diciéndole que yo merecía
el premio Nobel de medicina por esa fabulosa técnica quirúrgica.
El Teniente
captó la ironía y como un tigre se puso de pie y en alerta sacando la pistola.
Los compañeros lo desarmaron y lo aplacaron.
A los 15 días en el sur del Tolima, en territorios de Charro Negro, Chispas, Tarzán y Tiro Fijo, recibió un tiro de carabina que le lesiona profundamente uno de los ojos. Mentes suspicaces, sostienen que fue desde el suroeste antioqueño.
A los 15 días en el sur del Tolima, en territorios de Charro Negro, Chispas, Tarzán y Tiro Fijo, recibió un tiro de carabina que le lesiona profundamente uno de los ojos. Mentes suspicaces, sostienen que fue desde el suroeste antioqueño.
LA
COLOMBIA DESNUDA
El
doctor Gustavo González Ochoa, un día domingo, se presentó con varios niños
incluido uno de color negro que había sido adoptado por su familia. El maestro,
médico y sociólogo de Urrao. Lo atendimos en compañía de los doctores Gallo y
Botero. Nos habló de la sociedad injusta en la cual vivimos. Ésa misma semana
nos envió, con sincera y hermosa dedicatoria, tres números de su “Colombia Desnuda”.
MONSEÑOR
TRUJILLO
Nos
visitó Monseñor Augusto Trujillo Arango, obispo de Jericó, con su rostro
angelical. Porte aristocrático pero al tratarlo un personaje democrático y
sencillo. En el púlpito, por su oratoria, nos hacía recordar esos truenos
sagrados de Bossuet, La Mennais y Lacordaire. Estaba preocupadísimo por el
problema social colombiano y muy apegado a las encíclicas papales.
EL
MÉDICO NEURÓTICO
Un
sábado por la tarde del año 68, hizo presencia en el hospital de Concordia el
médico Jaime Meza Medina. Traía una misión especial emanada del gobernador Octavio
Arizmendi Posada. Debía sacarme del hospital de Concordia del cual yo era su
director. Se presentaban quejas de un grupo liberal minoritaria encabezado por
el doctor Ernesto Gallo Guerra y el político Lázaro Restrepo. Yo manejaba el
hospital con el criterio de que no se trataba de una empresa privada sino de
prestar un servicio médico social. Por eso llegamos a efectuar 3.000 consultas
al mes, dos partos diarios y 48 cirugías, en promedio.
El
hombre llegó apremiado y un poco neurótico. Lo invité a entrar a mi
consultorio y lo hizo de manera displicente. Yo tenía sobre el escritorio un
libro sobre los partidos políticos de Maurice Duverger y una obra de Gastón
Bachelard. Con desconfianza los cogió, los pesó y hojeó. Me preguntó quién eran
esos escritores. Le expliqué que el primero era un politólogo y el segundo un
epistemólogo, ambos franceses. Abandonó el consultorio a regañadientes.
Al
día siguiente entré a su habitación. Vi la maleta entreabierta un libro de Levi
Strauss, El Ser. Y el trabajo del matemático Jules Willemim y sobre la cama, la
Fenomenología de Hegel. Me sorprendí, estaba frente a un médico filósofo y
actuando en su mismo campo tenía que desarmarlo y domesticarlo. Le propuse que
los viernes por la tarde discutiéramos el caso interesante de la semana y todos
los días una hora a la cultura de la política internacional, nacional,
departamental y municipal.
Me
pregunto: ¿González qué concepto tiene usted de la política? Le respondí: es
una estrategia el arte de elegir y ser elegidos. La medicina, la ingeniería, el
derecho, son tácticas menores. Y también quiso saber qué opinaba de Carlos Marx.
Le dije: leyó, analizó, y criticó todo lo trascendente de los griegos, romanos,
ingleses y franceses. El doctor Meza olvido al gobernador entrando en mi órbita
médico cultural y viceversa. Hicimos una maravillosa amistad por espacio de 13
meses con una base cultural.
EL
DOCTOR ERNESTO GALLO GUERRA
Asesorado
por Lázaro Restrepo pidió a la Secretaría de salud departamental un médico
liberal. Como era miembro de la junta del hospital fui a visitarlo contándole
los acontecimientos de la víspera y proponiéndole que nos hiciéramos cargo de
la dirección hospital. Se negó aduciendo que el de noche no iba a visitar
enfermos y detestaba las necropsias. Le respondí que yo haría esas actividades.
Continué siendo director hasta el año de 1970.
EL
OBISPO ASUSTADOR
El
colegio María Auxiliadora de Concordia fue regentado por las monjitas de
quienes yo era el médico. La directora me dijo que por problemas económicos el
colegio desaparecería. Que la Secretaría de educación era partidaria de
integrar este colegio femenino al Liceo de Jesús, masculino. El padre Manuel
Herrera, rector de ese Liceo, vio con buenos ojos la integración. El padre
Rafael Fernández, párroco no lo aceptó y se ofuscó. La emprendió contra Herrera
y mi persona. Ambos se presentaron a una sesión del Consejo donde Fernández
rabiosamente trató mal a Herrera y a mi persona. Yo era el demonio y Herrera se
había afilado tras de mí. Silenciosamente pensé en Jean Paul Sartre y su obra
de teatro “Dios y el Diablo”.
Monseñor
Juan Eliseo Mojica, obispo de Jericó, tomó cartas en el asunto trasladando a
los dos sacerdotes. Estando de visita en Concordia le ofrecimos una copa de
champaña. Después de tres de estas botellas en la cabeza me acerqué al obispo
con el fin de saludarlo y felicitarlo por ese maravilloso cambio en las
jerarquías eclesiásticas del municipio. Me dijo: "usted tan calladito y
tan buena persona, se me ha metamorfoseado en un hombre malo, así me lo han
recomendado, se los voy a volver a enviar". Los tragos se me pasaron y un
temblor frio invadió mi humanidad.
RÁPIDA
LIBERACIÓN
Jesús
María Castaño, de tipología indígena y caminar de esclavo, tenía simpatía y
respeto por todo transeúnte. Estaba comprometido en la muerte violenta, en
compañía de Aníbal Castañeda, de dos finqueros andinos en el cañón del Barroso.
Era buscado por el alcalde militar y las autoridades de Salgar como aguja en un
pajar.
Me
envió una noticia pidiendo me quiero entregar a las autoridades estuve al
amanecer con Hernán Betancur y don Carlos Castaño en un potrero de Morelia.
Pase con él y sus acompañantes por la plaza de Concordia camuflados e hice
entrega de ellos en la alcaldía de Salgar. Le exigí al alcalde una constancia
de la entrega. Este, furioso, lo hizo. La orden era fumigarlos. Los pasaron a
la cárcel de la Ladera. Me dijeron que tenían $1000 para su defensa.
En
Medellín toqué a las puertas de las oficinas de decenas de abogados que decía
necesitar más dinero por adelantado. Alguien me recomendó un tinterillo que
llevaba más de 40 años conociendo estos casos. Conocía el código penal al
dedillo. Lo encontré casi en Guarne. Hombre moreno, rechoncho y de anteojos,
debía de una botella de aguardiente y estaba cenando con las estrellas y
recitaba un verso de DÁnunnzio, El Animal Triste. Yo intervine recitando le
"Las Mujeres" de este poeta. Me abrazó invitándome acompañarlo.
Le
conté el caso de Castaño entregándole los $1000. Llamó a su mujer y se los dio
para que pagara las yucas que debía y le trajera otra botella de ron. La mujer
cambió de inmediato su genio arreglándose en ese momento su matrimonio. Me
quedé dos días más en Medellín y cuando llegué a Concordia casi que de
inmediato aparecieron detrás Jesús María Castaño y su compañero. Si me demoro
un poco más en llegar ellos habrían arribado primero a Concordia que yo.
Castañeda siguió en sus andanzas, recibiendo la muerte por las autoridades en
Salgar.
TRAUMAS
DE GUERRA
José
Idàrraga, mayordomo de la finca Santa Mónica, al llegar a la zona de tolerancia
nos invitó a un trago en una de las cantinas. De mala gana lo seguimos siendo
interferidos por un policía vestido de civil el cual estaba embriagado en la
cantina de Pablo Arturo Velázquez. El policía me hizo el siguiente reclamo: las
pastillas y las cucharadas que le había formulado días antes no le habían
servido para nada, además era liberal y yo no merecía un tiro sino varios.
Pablo Arturo, inmediatamente, me llamó abriendo el cajón de la plata, dentro
del mostrador. Allí había un revólver 38 largo.
Tuve
un miedo rayano en terror cuando el policía buscó el orinal. Le insinué a
Velázquez que no me fuera a dejar matar y en el momento oportuno interviniera.
De varias zancadas gane la acera y me encarame en el vehículo que nos había
transportado. Este arrancó deteniéndose a los 20 m. El policía nos hizo los
cinco tiros. Cuatro hicieron impacto en las llantas de atrás y el quinto en el
guardabarros. Salimos corriendo por las mangas vecinas y llegamos a la plaza. El
hombre fue desarmado y detenido en el cuartel de la policía.
En
la declaración dije que se trataba de una psicosis de guerra. El hombre había
cometido varios homicidios en la guerra civil y todas las noches soñaba con sus
víctimas. No lo destituyeron y lo trasladaron para Medellín. Una noche en
Guayaquil nos encontramos frente a frente. Él iba uniformado con dos
compañeros, me tendió la mano dándome los agradecimientos por la declaración mía.
Posteriormente también lo encontré en el municipio de Angelópolis donde se
portó caballerosamente conmigo y era bien aceptado por la comunidad.
SUICIDIO
POR DANILO
El
caballo Danilo apareció en el municipio de Bolívar en manos de Benjamín Calad.
Concordia tenía fama de haberle arrebatado la primacía de las buenas bestias de
silla a Salgar. Contaba con un hermoso ejemplar llamado Fantasma, de propiedad
de Gabriel González y una yegua, la Dama, de Gilberto Garcés, hermano de
Ernesto el cafetero.
Viajamos
de Concordia Bolívar para conocer a Danilo. Llevaba en el carriel $15,000. En
la plaza de Bolívar no recibió el médico Hernando Posada González. El caballo
fue montado en los alrededores de la iglesia. A Hernán Arias no le gustó el
color rucio y los lunares en la cara y las patas. Nos pidieron $20,000 y los de
Concordia no nos quisimos subir de 15. A los pocos días fue vendido a Jesús
María Uribe (Uribito) de Titiribí. A los pocos meses cambió de dueño a Luis Duque,
el cafetero y político, valiendo una millonada. Allí murió y fue embalsamado.
El socio de Benjamín Calad, al saber la evolución monetaria del caballo se
arrojó del Palacio Nacional, matándose.
DON
LÁZARO
Lázaro
Restrepo estuvo en el abaleo de la Cámara de representantes donde fue muerto el
representante boyacense Jiménez y herido el doctor Soto del Corral. No tuvo
tiempo de evitarlo sacando el revólver regresando muy cabizbajo a Concordia
LAS
HELADAS REPENTINAS
Carlos
Trujillo, una tarde en Medellín, sintonizó aún radioaficionado el cuál anunciaba
unas heladas en la zona cafetera del Brasil. Se fue al aeropuerto pero ya se
había ido el último avión con destino a Bogotá. Decidió irse por tierra hacia
la capital. Ese mismo día, en horas de la tarde, estaba en Río de Janeiro
comprobando las noticias de las heladas. Inmediatamente voló a Nueva York donde
hizo fantásticos negocios colocando varios lotes de futuros. Regresó a Colombia
donde hizo lo mismo. Con la asesoría de Ernesto Garcés Soto jugó con el precio
de varios lotes durante 15 días ganándose 80 millones de pesos sin comprar ni
movilizar un solo grano de café a los Estados Unidos. Concordia es una tierra
de tahúres y cantores porque en todo negociante hay un tahur dormido o
despierto.
MAMÁ
REGINA
Nació
en la década de los 30 en Concordia, en la calle de Amelí también llamada siete
brincos. Especie del lecho abandonado de quebrada, indudablemente la calle más
fea que hay en Colombia. Su casa natal aún persiste, de dos pisos y construida
en bahareque. La casa amenaza ruina debido al paso del tiempo y a la estupidez
de sus seguidores quienes constantemente se llevan pedazos de porque según
ellos está magnetizada. Era de familia humilde. Se trasladó a Medellín donde
fue secretaria del psicólogo Dorancé Giraldo. Con la máquina de escribir daba
cursos de gnosis por correspondencia aprendiendo muchos términos y trucos de
psicología cuando el psicólogo dedicaba sus cartas.
Trabajó
en una agencia de viajes y se fue a Nueva York donde entró en contacto con una
secta religiosa y en una brillante ceremonia le injertaron la sangre y el alma
de una adivina o pitonisa de siglos pasados. Patentada como adivina recorrió
varios estados de los Estados Unidos. Pasó a Colombia y luego a Concordia donde
un día cualquiera apareció un afiche con la siguiente leyenda: Regina 11, es en
Concordia para presidente Colombia.
Las
peregrinaciones de "Mamá Regina" fueron cuatro a Concordia. La
primera peregrinación estaba compuesta por 27 buses todos repletos de gente y
unos 40 carros pequeños en gran parte lleno de gringos y gringas. Vino luego la
peregrinación a la finca de " Mamá Regina " que limita con el asilo
de ancianos y está al frente del cementerio. En los pies de la finca da órdenes
de que nadie la siga y ascendió a una colina. Abrió las manos y entró en levitación.
La colina y los postreros aledaños quedaron magnetizados y la gente emocionada
gritaba en diversos idiomas.
Descendió
vestida de una blusa vaporosa, desplegó las manos en forma de alas, con la mira
en el horizonte y anunció la multitud que iba a construir una autopista desde
la finca hasta la plaza principal de Concordia. Que las avionetas de los
turistas y sus seguidores vendrían de Miami y de los países vecinos que
aterrizarían en dicha pista. Además que construiría un complejo hotelero y
desde Medellín había anunciado que iba a detener el sol pero ese milagro no se
verificó.
En la
tercera peregrinación fue política ya que se lanzó para el Consejo de
Concordia. Le dio una vuelta a la plaza con una escoba, su símbolo y bandera
política. Su programa barrer a los viejos y a la vieja política. Sacó dos
votos. Las casas de Concordia se llenaron de sus retratos, de camisetas dizque
magnetizadas. Un gran negocio.
José Ignacio González Escobar
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