AERONAUTAS Y CRONISTAS

viernes, 8 de noviembre de 2013

CONCORDIA. FRENESI Y GUERRA. CAPITULO 19


CONCORDIA. FRENESÍ Y GUERRA

CAPITULO 19

ALFONSO LÓPEZ MICHELSEN.

Llegué a Urrao donde se encontraba Alfonso López en campaña. La mayor parte de los emerrelistas de Urrao se escondió. Lo llevamos al Consejo municipal. Le preguntamos en donde estaba el "ábrete sésamo " ya que el porvenir estaba oscuro ante la avalancha de rojaspinillistas, que se había convertido en una especie de frente popular. Se sonrió y no adelantó nada. Su discurso fue extraordinario y original sobre la orientación que se le debía dar al liberalismo en las próximas elecciones, las cuales terminaron llevándolo a la presidencia. Yo regrese contento a Concordia porque había conocido al hijo de Alfonso López Pumarejo del cual habíamos sido incondicionales políticos. Cuando aceptó la candidatura en la convención de Medellín, emocionadamente se refirió al liberalismo de Concordia.

Le tocó café hasta tres dólares la libra, no creándose una infraestructura agraria con ella ni una rehabilitación de ferrocarriles ni de puertos y ninguna modernización de la producción industrial. 30 carreteros se enriquecieron desmesuradamente. Se consolidó el latifundio y el poder de los terratenientes. Y también el contrabando de café y las transferencias de dólares. Un camión de 8 toneladas que salía del interior del país al llegar a la Guajira dejaba 8 millones de utilidad. Suficiente para comprar otra finca. En los municipios cafeteros, el campesino minifundista, le vendió al gran señor su parcela, con ello compra una cantina o un carro que eran sus dos máximas ambiciones en ese momento. Los pueblos carreteros se convirtieron en unas cantinas, aumentaron los delitos de sangre y los abogados penalistas enriquecieron.

EL SENADO DIALÉCTICO

Trabajo como una hormiga unas veces abierta y otras silenciosamente. El 80% del parlamento colombiano es dialéctico. Nada de metafísica. Coloca ciertos valores como la verdad y la lógica patas arriba. Manipular y las polticopatías. El quijotismo político, el maquiavelismo, el turismo político, el corre ve y dile, el presupuesto nacional, las promesas, mentiras y engaños y, mucho más, el mimetismo político. No estudia el presupuesto sino que lo despedaza para sacar auxilios regionales, la mayor parte de los cuales no se pagan. Da cartas de recomendación como si fuera un mandadero de su clientela política. Viaja frecuentemente al extranjero, goza de inmunidad parlamentaria amparándose en ella para ciertos tropiezos. Los de la línea Pekín se insultan con los de la línea de Moscú.

EL SENADO DE SEMOVIENTES

El canciller Indalecio Liévano Aguirre dio la orden de votar afirmativamente la ley sobre el divorcio. El senador Gregorio Becerra de Boyacá, asustado, decía: no existe norma humana o divina que le prohíba a un colombiano vivir con cuatro semovientes. Costeños alegaban que ellos reconocían a los hijos naturales, lo que no pasaba en el interior del país. Di una constancia diciendo que en la época de los grandes descubrimientos nos enfrascamos en cuestiones abstractas, religiosas e irrealizables. Que debatiéramos los grandes problemas del país: reforma agraria, seguridad social, reforma urbana, nacionalización de la banca y el transporte y terminaba con una frase de Federico Niche: "el matrimonio corrompió el concubinato". Fue mi única intervención durante cuatro años en la plenaria la Cámara, no en la Comisión quinta. La ley pasó sin dificultades.

Durante los cuatro años que visite a Bogotá como turista parlamentario lleve una vida de austeridad, casi de asceta. Sufrí un terrible ataque de úlcera gástrica debido a licor y prometí nunca volverán a embriagarme, y la he cumplido.

EL SANTOFIMIO

Alberto Santofimio Botero, joven impulsivo, de una gran capacidad retórica y dialéctica, explicación fácil y sima para todo lo divino y lo humano, mago de la improvisación, da la impresión de que está leyendo. Una meta: el poder, todo el poder. Una falla, haber atacado al maestro Echandia. Todas sus intervenciones producen impacto y simpatía en los parlamentario jóvenes. Será presidente, no sabemos cuándo. Posteriormente caen una planificada e inteligente "celada política " por parte de sus enemigos y contradictores políticos.

EL PARTIDO DE NADA

En 1982 estuve con la candidatura de Alfonso López Michelsen a quien acompaña en una reunión verificada en Bolombolo. Hizo entrega de un documento de 10 páginas a Ernesto Samper Pizano, sobre la trascendencia y vacío ideológico del Partido Liberal, con carácter evolutivo, lo cual no se ha verificado. Más tarde, en una concentración en Urrao, hice entrega personal de un documento de 20 páginas escrito por mi hijo Vladimir a Alfonso López criticando la socialdemocracia. Ideología y partido de ricos y de resignados ante el avance del marxismo.

Vino luego el gobierno populista de Belisario Betancur cuya campaña electoral corresponde a una caricatura de un malabarista tirando bonos al espacio. Uno dice: Fidel Castro, otra democracia cristiana, otro socialismo, otro conservatismo y varios, Anapo. Algo a lo que contestó García Lorca cuando le preguntaron cuál era su partido: ser comunista, socialista, liberal, católico, ateo, conservador y nada.

LOS GALLOS DE JULIO VILLA

A los 30 días del golpe de estado del 53 me llamó el Dr. Julio Villa, médico presentante de Betulia, con el fin de ver un enfermo crónico. Llegué a ese pueblo a las cinco de la tarde. El profesor C. Luis, el enfermo, no presentaba ningún síntoma grave. Me dispuse a regresar a Concordia, oponiéndose Julio quien, casi revólver en mano, me hizo montar en su vehículo para acompañarlo a la población de Urrao, en donde tenía unos gallos de pelea. Julio con el trago se perdía volviéndose agresivo y peligroso y no aceptaba argumentos ni diálogos. En el asiento de atrás se sentó Leopoldo Muñoz y otro personaje de quien no recuerdo su nombre. Un agente viajero que vendía ferretería le rogó que lo llevara y se colocó en el puesto de a adelante entre Julio y mi persona.

Al llegar al Brechón de Urrao, Leopoldo sacó su revólver y empezó a gritar vivas al Partido Conservador, disparando al aire. De los montes vecinos gritaban viva el Partido Liberal y también se oían disparos. Leopoldo puso el revólver en la sien de la gente viajero diciéndole que se identificara políticamente, que desde tempranas horas en la plaza de Betulia su figura no le había gustado. El hombrecito, con voz entrecortada, le dijo que era conservador y difícilmente sacó los papeles que le entregó. Un sudor frío, frío y macabro sacudió mi humanidad. Julio aceleró el vehículo y al llegar a un retén del Ejército en la vereda del Tigre, no quiso detener el automotor ante las señales de los soldados. Éstos dispararon sus armas contra el carro. Había una espesa niebla y una cerrada curva delantera y no me explico, como no nos mataron. La velocidad, la niebla y la curva tal vez lo impidieron.

Luego, en la confluencia de la Cartagena y el río Pabón, ya en terreno plano, el carro se encunetó. A todo el frente del río Penderisco aparecieron unas 30 o 40 linternas, gritos y disparos. Eran los guerrilleros de Franco que estaban en vísperas de entregarse. Abandonamos rápidamente el carro, penetramos a un potrero cuyo pasto casi nos tapaba. Allí escondidos debimos esperar el amanecer muerto de frío. Al día siguiente regrese a Concordia y debido al frío se me reactivó el paludismo pescado en Córdoba que por poco me mata.

EL ENTIERRO DE LUIS PULGARÍN

En febrero del 50 trajeron al hospital de Concordia un enfermo casis semicomatoso de la hacienda Santa Clara de Jesús María González. Se llamaba Luis Pulgarín. El enfermo muy inquieto me cogía las manos y me decía que en el barranco de atrás de la cocina se encontraba. Al día siguiente el enfermo murió. Apareció un hijo quien maliciosamente le pregunto a las enfermeras si su papá había hablado algo sobre un oro en libras esterlinas. Al día siguiente apareció Jesús María González con su yerno Leonardo Toro haciendo la misma averiguación. Se le contó la misma historia. Leonardo se fue en su carro expreso encontrando que el entierro ya se lo habían sacado. Se trataba de un baúl con libras esterlinas, trabajo de 60 años de un gran cosechero.

La valentía de Eugenio Restrepo, hombre apuesto, de piel colorada, cara llena de pecas, muy parsimonioso en el caminar, y cuidadoso en el vestir, si había venido de la vereda Piedra de Candela. Allí vivió las dos terceras partes de su vida. No estando de acuerdo con la acción intrépida, el atentado personal, las expediciones punitivas y la insolencia de las brigadas fascistas, hizo abiertas críticas a esos actos. Era enemigo de Víctor Laverde. Estando Eugenio en el café Danubio, Víctor le mandó cuatro policías ebrios de otros departamentos llevados por un civil de su confianza. Yo estaba cerca y presentimos los acontecimientos.

Eugenio sacó un hermoso revólver marca Colt Caballo, concha de nácar y con la cacha le dio duro a la mesa diciéndoles que tenía cinco tiros y que ellos también eran cinco, que ese revólver en Piedra de Candela había matado a liberales y conservadores, cuando era peligroso ser conservador. Que allí había un hombre ecuánime y armado, que cambiaran tiros. El civil y los cuatro policías salieron asustados diciéndole a Víctor que ellos no peleaban con un conservador bravo. A los pocos días se fue a vivir a Medellín donde murió apaciblemente. La muerte le ganó al hombre guapo, cazador, hijo único, soltero y buena vida, que durante la década del 25 al 35 fue el hombre de referencia en el municipio de Concordia.

EL POLICÍA DESERTOR

Me llamaron a ver un enfermo que decía tener fiebre, estaba angustiado inapetente que era policía. Me contó que estuvo en varias comisiones de orden público en Betulia y en el oxidante antioqueño. Hacía tres días había sido escogido por órdenes superiores del gobierno de Rojas con el fin de eliminar al doctor Fernando Gómez Martínez, director del periódico El Colombiano en las puertas del diario. Cuando saliera de su despacho le dispararía. Sus editoriales incomodaban al rojaspinillismo antioqueño. Dos días antes del atentado se hizo el enfermo y huyó con su familia a Concordia. Me relató esta historia que debía guardar en secreto. A la semana siguiente sucedió el golpe de estado del 13 junio salvándole el pellejo a mi confidente.

EL CARRIEL DE JOSÉ VALERIANO FLORES

Un domingo en las horas de la mañana llegó a mi consultorio Valeriano Flores, vendedor de maíz y panela en la plaza principal. Es el principal prestamista del municipio aunque era analfabeta. Lo noté algo deprimido, resentido con su familia y algo enfermo. Me dijo que lo llevara a Medellín y le consiguiera los especialistas que necesitara. Tomamos un taxi hacia el hospital San Vicente de Paul. Valeriano fue acomodado en el segundo piso e insistió en que ninguna enfermera le pusiera la piyama sino que lo hiciera yo personalmente y me entregó el carriel para que lo llevara a mi casa. En ese momento entró la hermana Teresa a quien yo conocía y delante de José Valeriano le entregue el carriel para que lo guardara. El viernes fue operado y murió el día sábado.

El doctor Villa me contó sobre las complicaciones postoperatorias del paciente y que antes de la muerte le había dado un delirio. Habló de unas bagaceras y de una máquina de caña, mencionando esas dos palabras más de 30 veces. Después del entierro llegaron sus hijos y viuda a mi consultorio preguntando por el carriel. Les dije que lo tenía la hermana Teresa. Un mes después le conté a su hijo lo del delirio de las bagaceras. Días después me veía y se reía. Me dijo que yo era un sublime pendejo. El carriel tenía $800,000 en billetes de 500. Letras por 700,000. Entre ellas una mía y que en la bagacera se había sacado uno de los más jugosos entierros.

A raíz del contenido del carriel y el entierro y otras cosas más, los hijos dieron en exterminarse. Crean un problema de orden público en Concordia. Por mucho tiempo aparecieron dos sicarios: Julio Ramírez (el Mosco) quien después fue casado en el alto de San Jorge. Heriberto Vasco quien defendía a los Flores y fue muerto por otro sicario cuando asistía a un entierro. Las veredas Llanadas, Llanaditas, las Camelias y Yarumal se contagiaron de esas querellas familiares. Los muertos fueron aproximadamente unos 60. Después del 13 junio del 53, Concordia tuvo fama de municipio violento.

José Ignacio González Escobar

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