CONCORDIA. FRENESÍ Y GUERRA
CAPITULO 14
LA
PANAMERICANA BALÍSTICA.
En
el 51 tuvimos como compañero de apartamento a Miguel Velázquez, ciudadano
conservador de Bello. Tuvo en su patria chica una influencia política maligna,
idéntica a la de León María Lozano (El Cóndor), en Tuluá. Vino como
registrador. Fue el cabecilla material del incendio de Rionegro estando los
autores intelectuales dentro de la misma gobernación de Antioquia. Ese acto fue
para castigar a la ciudad de Rionegro por la frialdad y las desatenciones
hechas antes a Mariano Ospina Pérez. Venía de la cárcel de la Ladera en donde el
gobierno y sus copartidarios se habían manejado muy mal con él. Por eso se
sentía decepcionado con el Partido Conservador. En Bello había matado a un
concejal liberal a la salida de una de las secciones.
Me
necesitaban urgente en Betulia y este personaje me acompañó. Allí en plena
plaza alguien que lo reconoció, mitad en charla y mitad en serio, le preguntó
que si había ido a terminar de quemar a Betulia. Se trataba de atender a un
policía boyacense, gravemente herido, Siervo González (Siervito). Un Teniente
bogotano, durante el reparto del botín, en la zona de tolerancia de Betulia, le
había dado un tiro de pistola. El proyectil le había penetrado por la clavícula
izquierda y había salido por la cadera derecha, produciendo un amplio orificio.
Fue un caso insólito porque el hombre llegó vivo al hospitalito de Betulia.
Además se demostró la gran potencia y la capacidad de daño del arma que era una
Luger alemana, una especie de fusil de mano.
El Teniente,
muy nervioso, llamó al médico Carlos Torrente ofreciéndonos $20,000 si le
salvamos la vida. Yo le hice ver la gravedad del caso para que comprendieran
que era factible no poder lograr tal propósito y que las dos profesiones que demandaban
más valor era la del militar y la del médico. Que era necesario trasladar al
paciente a Medellín. Me gritó que eso era imposible: el comandante y sus
superiores no debían darse cuenta de la situación.
Como
no había electricidad en la población, lo intervenimos alumbrando con cuatro
lámparas Coleman. Torrente le dio la anestesia. Terminamos al amanecer después
de reparar el pulmón, el diafragma, el hígado, el estómago, el páncreas, el
colon y el intestino delgado. Toda una carretera Panamericana.
Desafortunadamente el día siguiente el hombre murió de una complicación
respiratoria. El Teniente casi enloquecido y sus compañeros la emprendieron
contra mi consultorio y contra el hospital. Yo debí permanecer dos días
encerrado en el hospital. El Teniente y varios de sus hombres fueron detenidos
y enviados a Bogotá. Allí les hicieron un consejo de guerra el cual los condenó
a varios años de prisión. Era frecuente que la policía no quisiera que sus
muertos y heridos fueron llevados a Medellín con el fin de evitar el escándalo
político y militar.
EL
ALCALDE PISTOLERO Y EL CAPITÁN INCENDIARIO
En
el año 51 el alcalde de Concordia mató a un policía frente a la Caja Agraria
presentándose una fuerte reacción parte de esa institución contra las
autoridades civiles del municipio. Vino un investigador, el Capitán Bermúdez,
asesorado por un Teniente de Cundinamarca. El Capitán se emborrachó incitando a
quemar el pueblo. El alcalde se encerró en su despacho con varios policías. El
comercio fue cerrado. Haciendo de tripas corazón hablé al Capitán Bermúdez y el
hombre se conmovió aceptando mi argumento de que si el Teniente no le hubiera
disparado primero a su subalterno, el muerto hubiera sido él. Impuso la
disciplina y el orden y después del entierro trasladó sus contingentes a sus
respectivas sedes. Tiempo después me lo encontré en Bogotá donde me dijo que si
yo no hubiera intervenido le habría prendido fuego a la alcaldía y a sus
alrededores.
POLICÍA
DEGOLLADOR
Al
finalizar el año 51 se verificó la segunda expedición punitiva por tierras del Troncal
por ser una región ciento por ciento liberal. A un ciudadano de Cangrejo, lo
amarraron a un bramadero y cuando ya se encontraba deshidratado un policía lo
degolló. Siete propietarios de las haciendas de esa región dejaron de visitar
el pueblo de Concordia debido a este crimen y trasladaron sus inversiones y
parte de sus haberes a otros municipios.
GENOCIDIO
EN SALGAR
Fue
cometido por la policía, el alcalde y sus secuaces. Decenas de campesinos
fueron sacados en las horas de la noche, en volquetas oficiales y arrojados,
con su respectivo balazo, puñalada o moliéndolos con el volco del vehículo
contra una peña, a los ríos Barroso o San Juan. El doctor Daniel Correa en un
remolino del Cauca encontró seis cadáveres flotando producto de la masacre de
el Barroso. El, junto con el doctor Joaquín Aristizabal, Bruno González y el
suscrito, elaboramos una carta de protesta a Dionisio Arango Ferrer quien
actuaba en la gobernación como pacificador pero sin obtener respuesta.
EL
FUSILADERO DE EL PAPAYO
El
río San Juan se estrecha y hacer ruido entre la desembocadura del río Barroso y
la hacienda Santa Clara. Allí ha habido unos papayos. Este lugar fue escogido
por las autoridades y la policía política de Bolívar y Salgar como fusiladero
político. De allí viene el dicho "pasar al papayo". Expresión que
difundió el periodista Miguel Zapata Restrepo como sinónimo de matadero
político. Tuvo su origen en Concordia. A raíz del encarnizado combate entre la
policía y la guerrilla en la vereda de Morelia se presentó en la plaza de Concordia
un agente sin el kepis, la chaqueta abierta, sudorosa, sin el fusil y muy
asustada. Se trataba del policía Arturo Restrepo Gallego quien gritaba que los
habían pasado al papayo. Esta trágica anécdota se la conté a mi dilecto amigo
Zapata Restrepo quien la publicó.
LA
BATALLA DE SANTA ANNA
Fue
a principios del 52. En esa vereda el Capitán Franco tuvo el cuartel general
entre las fincas La Palmera y la vereda El Tigre sobre el rio Penderisco y
jurisdicción de Urrao. Fue un escenario de permanentes encuentros entre la
policía y el ejército quien también estaba politizado y con hombres sectarios y
feroces como el Sargento Bedoya. Franco tenía un campamento móvil y llegó a
contar con 1500 personas. Fue localizado en Santa Ana por el Ejército y la Policía
quienes atacaron con la ayuda de la aviación. La batalla duró varios días.
Ambos bandos seguían la táctica de improvisación sobre el terreno y las circunstancias.
Franco perdió uno de sus mejores hombres, el Míster, oriundo de El Vergel,
Caldas. Ante esa baja, las fuerzas guerrilleras efectuaron un fuerte
contraataque sacando a las fuerzas del gobierno hasta la carretera en donde
colocaron las cabezas de los policías y los soldados muertos sobre ochos
estacones. Verdadero acto de barbarie.
La
cuarta brigada requisó, a la fuerza, unos camiones de escalera enviándolos para
Pavón llenos de policías. El comandante del contingente, el Cabo Betancur. En
Bolombolo hizo un alto para saludar a su madre que vivía en ese lugar. Con sus
compañeros se debió toda la existencia de licor. Al amanecer y al ascender a
Concordia, el chofer liberal, llevado a la fuerza y también borracho, se dio
cuenta que iban para la región de Pavón de donde los soldados, civiles y
policías, no regresaban.
En
la vereda Platanillal, el carro rodó a un precipicio de 300 m cayendo a la
quebrada Magallo. Se produjeron muertos y toda clase de heridos. El chofer con
dos fracturas de costillas despertó en el hospital de Concordia en donde uno de
los policías sobrevivientes lo iba a rematar con un tiro de fusil sin lograrlo
porque el doctor Torrente se lo quitó en forma valerosa. Después el conductor
me contó que había provocado el accidente adrede. Como era liberal ya no
aguantaba los insultos y atropellos a su partido que expresaban los policías
dentro del carro. De esa forma había querido evitar la muerte de numerosos
campesinos por parte de ese siniestro contingente en la región de Pabón.
CAMPESINO
SALVADO DE LAS AGUAS
Las
autoridades de Bolombolo eligieron el río Cauca para que sirviera de cementerio
de los liberales. Quienes pasaran por ese puerto y fueran señalados de
liberales. Una mañana en presencia de Gustavo Toro E. y uno de los párrocos de Concordia,
logré arrebatarle un campesino al inspector de policía de Bolombolo. Era un
funcionario politizado que veía liberales, guerrilleros y comunistas por todas
partes.
EL
GUERRILLERO DE PAVÓN.
Un
lunes por la tarde se formó un remolino de ciudadanos de Concordia y Betulia.
Se trataba de una persona de apellido Herrera de Urrao a quien habían visto
pasar en un carro por la plaza de Betulia. Las autoridades de ese municipio se
comunicaron con las de Concordia para que lo detuviera mientras ellos venían a
capturarlo. Argumentaron que se trataba de un guerrillero del Capitán Franco.
Los de Concordia se lo entregaron a los de Betulia. José Luis Piedrahita,
gerente de la Caja Agraria, liberal, también de Urrao, lo señaló como tal. En
el viaje de regreso a Betulia, Herrera fue muerto en Morelia a golpes de
cuchillo por los Betulianos. Innumerables veces he pensado en este caso.
Recapacito si fuí cobarde, por no haber salido a la defensa de este inocente
ciudadano quien cayó en manos de fieras políticas humanas.
LA
RETALIACIÓN DE FRANCO
A
los 15 días hubo genocidio en la vereda de El Tigre, Urrao. 16 carreteros de Concordia,
que trabajaban en la reparación de la vía entre Betulia y Urrao, fueron
asesinados en las horas de la mañana por la guerrilla liberal del Capitán Franco.
Sólo porque eran empleados oficiales y provenientes del municipio de Concordia
aunque entre ellos eran tanto liberales como conservadores. Fue la respuesta a lo
acaecido en la plaza de Concordia y posteriormente en Morelia en respuesta a la
muerte de Herrera.
GENOCIDIO
DE EL SOCORRO
Fue
efectuado por las fuerzas del Capitán Velázquez (Cheito Velázquez). Fueron
asesinados 10 inocentes campesinos que un día domingo iban al pueblo a mercar.
Las casas de este caserío fueron obligadas a ser pintada de azul por el
terrible inspector domingo Gómez. Después sufrió la mano fuerte sectaria de
Pedro Luis Betancur quien estuvo comprometido en varios asesinatos en esa
comunidad
ENFERMERO
Y PRESIDENTE SALVADORES
El
10 junio 53 me llamaron para ir a la finca la Comía donde se encontraba un
guerrillero herido llamado Erasmo Galeano. Lleve tanto el equipo de cirugía
como el reparto. Atendía el herido de un balazo en una pierna. Al regreso me
interceptó una columna de policías boyacense que me habían seguido los pasos.
Observé a un enfermero a quien le había enseñado primeros auxilios en Concordia
llamado Roberto Villa. Este fue mi salvación. Les digo que venía de atender un
parto sin mostrar el equipo de cirugía sino el otro diciendo el instrumental de
parto, identificado por el enfermero, me dejaron pasar.
Llegué
a Concordia, presté $2000 y salí para Caucasia. Estaba acorralado porque la
guerrilla ahora iba a pensar que yo había sido el guia para llevar a la policía
a capturar al insurgente herido. Las autoridades también sospechaban de mis
salidas silenciosas y por eso me seguía. Era preciso abandonar a Concordia. Sin
embargo el código internacional de Ginebra, sobre la conducta médica en el
campo de batalla, había hecho de mí una persona con pasaporte universal. La
verdad es que fui respetado por los combatientes de ambos bandos. A ellos les
serví sin apetitos pecuniarios, de buena fe, cumpliendo mi juramento de médico.
UN
FAVOR DE LAUREANO
Esto
fue lo que comprendió el ingeniero Laureano Gómez cuando mi nombre, como médico
liberal, estuvo cuestionado en su carpeta del presidente conservador y, sin
embargo, ordenó que no se me persiguiera.
Agradezco
a la presidencia de la República de 1950 al 53, cuando mi nombre, por los
aciagos acontecimientos acaecidos en la vereda Morelia, estuvo en la carpeta de
Laureano Gómez, quien exigió mi hoja de vida como estudiante y profesional, y
ante unas quejas llevadas por la policía política de esa época ordenó que no se
me hiciera daño, evitando así ser fusilado o encarcelado.
EL
CONDUCTOR DE CONFIANZA
Hernán
Betancur era conservador. Sin embargo, como conductor era también de mi entera
confianza. Por raras circunstancias había dado muerte a un policía el 7 agosto
50 cuando se posesionaba Laureano Gómez. Se hizo acreedor a la simpatía de
algunos sectores campesinos liberales siendo reconocido por las diversas
brigadas de choques fascistas conservadoras. Contra estas era mi verdadero
guardaespaldas.
En
Bolombolo oímos unos gritos y unos disparos al aire. "La pesada", de
Bolívar, Llamaba a Hernán. Allí estaban Chumara, Fernandito, Iván Agudelo y
otros componentes de esa siniestra chusma. Los bolivianos andaban a casa del
señor Gorgonio Zapata liberal quien en ese momento compraba ganado en una finca
cercana. Ese día había tenido que abandonar su solar natal yéndose a vivir a
Medellín. Para salvar de la muerte segura a Gorgonio le enviamos un carro a la
finca para que le avisara y saliera directo, sin ir a Bolombolo, hacia
Medellín.
Para
no delatarnos en esta trampa mandamos el conductor del carro de Hernán a la
estación de gasolina donde se haría el varado pero en realidad era para que nos
sirviera de escape engañando a la pandilla. No confiábamos en el inspector de
Bolombolo quien siempre seguía las consignas del tenebroso Pepe Suárez. Sin
embargo Gorgonio Zapata no quiso huir hacia Medellín y se atrincheró con dos
revólveres a la orilla de la carretera donde no lo pudieron cazar. Llenos de la
rabia la emprendieron contra las puertas y el techo de la cantina debiendo
desistir del empeño en capturarlo. Chumara le gritaba que le informara quien lo
había alertado. Mientras tanto Hernán y yo arribamos a Concordia muertos de la
risa.
José Ignacio González Escobar
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