AERONAUTAS Y CRONISTAS

sábado, 2 de noviembre de 2013

CONCORDIA. FRENESI Y GUERRA. CAPITULO 12


CONCORDIA. FRENESÍ Y GUERRA

CAPITULO 12

LOS APROVECHAMIENTOS.

Los compradores de café y finqueros bolivianos, acompañados de varios conservadores salgareños, compraron las mejores fincas de esos municipios: la Troya, la Montebello, la Liboriana, la Florida, Cajón Largo, protegidos por los nuevos y favorables vientos políticos.

LOS DESPLAZADOS

La tercera parte de la población de Salgar abandonó el municipio aterrorizada. Buscaron refugio en Andes en donde sus habitantes no dejaron prosperar las chusmas conservadoras. Otros a Titiribí. Población caracterizada por su temperamento pacífico y gente acogedora. Sus conservadores no permitieron desmanes en contra de los liberales. Otros buscaron a Pueblorico y a Jericó en gran cantidad. Una gran masa proletaria acampó en los municipios de Bello, Envigado e Itagüí. No pocos en los barrios periféricos de Medellín convirtiéndose en cuchilleros y atracadores en Guayaquil. En los baños de los cafetines un abogado hacía publicidad profesional con un letrero que decía: "mátelo, que yo lo defiendo".

LA NATURALEZA OPUESTA, EL ESTIGMA DEL MÉDICO Y EL LADRÓN DE CABALLOS

En enero de 1950 el cañón del río Barroso en Salgar y la vereda San Mateo en Betulia estaban en llamas. El día tres a las cuatro de la mañana tocó la ventana de mi habitación un campesino del Barroso. Traía un hermoso y fino caballero. Me lo mandaba el Capitán Franco quien me necesitaba en la vereda las Andes para atender una señora enferma y un herido.

Difícilmente logre conversar con el campesino por qué me había excedido en rones esa noche. Le pedí esperar en Morelia y al maestro José (Pichinares), cuya sastrería quedaba al frente, le pedí un tamarindo helado y un vestido nuevo de color verde. A las dos de la tarde llegué a la vereda Morelia y con el hombrecito descendimos la falda de Santa Lucía en donde una comisión de policías y civiles de Salgar acababan de incendiar las casas de la región entre el puente de Troya hasta el Danubio, incluirá la vereda la Clara y la Aldea. La soledad era aterradora. El río Barroso estaba crecido y el acompañante no quiso cruzarlo. Me dijo que me lanzará con el caballo que era capaz de hacerlo y así lo hice.

En la fonda caminera de los Andes, abandonada, estaba Bertha Betancourt, hija de Jesús María, quien presentaba una fístula por un tiro de carabina en el maxilar inferior. Disparo que le había hecho la policía un mes antes cuando trató de esconderse en el monte. Ella misma me condujo hasta una choza donde había una mujer de posparto, afiebrada y la criatura viva. En otra choza estaba Joaquín Montoya (Quinillo), quien presentaba tres impactos de revólver y con sintomatología de peritonitis. Había sido herido por su compañero Pablo Urrea (Von Paulus), en una querella entre guerrilleros.

El Capitán Franco estaba furioso por este incidente y en ese momento se encontraba en la cuchilla de enfrente en guardia y atrincherado ya que hacía dos días había pasado un contingente de policías y civiles de Salgar quienes andaban por los lados de la finca La Palmera de Mariano Ospina Pérez. El regreso fue más fácil y por la falda de Morelia descendía una comisión de 80 policías con los 30 civiles de Salgar, armados hasta los dientes, cansados y hambreados. Venían de la Palmera. Los dirigía un Capitán López, boyacense, hombre culto y civilizado y Pedro Cardona, el inspector de Altamira.

Era mi tercer encuentro con ese personaje. Me preguntó que de dónde venía contestándole que de atender una señora de parto. Para que me creyera le mostré el fórceps que llevaban en el maletín de médico sin dejarle ver el otro equipo de cirugía que tenía en las alforjas. El hombre por un momento se mostró malicioso. Como mi caballo era muy bueno para cruzar la corriente del río se los presté a él y a sus hombres para cruzarlo ya que estaba crecido. A las 11 de la noche llegué al pueblo guardando en la pesebrera el magnífico y noble animal. Los guerrilleros no aparecieron con el herido quien fue capaz de superar las heridas de bala a base de alimentarse con gallina diariamente y aplicarse la penicilina que le había proporcionado.

A la semana me presentaron al señor Gabriel Velázquez en una feria de ganado en Concordia quien tenía fama de ser un liberal rico del cañón del río Barroso. Por ello se me ocurrió contale sobre mi correría ocho días antes en ese lugar. El hombre enfurecido me dijo que yo era el que le había robado. Eso lo había obligado a ir a la alcaldía donde el alcalde conservador, Bernardo Jaramillo, con la complacencia de sus copartidarios Bernardo Correa y Antonio González, por poco lo mandan a la Cuarta Brigada. (Para su disgusto había tenido que acudir a las autoridades conservadoras en ayuda para recuperar su magnífico ejemplar equino exponiéndose a ser perseguido por ser liberal) ¡Oh razón de la sinrazón. Oh, razón violada y estuprada, según Lukack!

EL MERCACHIFLE DE MEDICAMENTOS

El 20 enero 1950 me llegó el telegrama que me destituía como médico de la población. Influyeron las quejas llevadas por el alcalde de Concordia y cuatro ciudadanos conservadores. La sección materno infantil de la Secretaría de higiene, encabeza de su jefe, sostenía que para poner fin a la anarquía política reinante era preciso matar a 300,000 liberales. Como médico liberal yo era un testigo incómodo para el gobierno departamental. Entonces acepté la sugerencia del doctor Bruno González de poner la farmacia y dentro de ella mi consultorio: gravísimo error. Me iba a convertir en mercanchifle.

LA AMNISTÍA

En el 53 el suroeste aceptó la paz de Rojas Pinilla con excepción de un pequeño foco subversivo en Caicedo y uno más numeroso en Salgar. Allí se daban grandes venganzas personales y desahogo de pasiones políticas. Desde el 13 junio 53 hasta mediados del 62 ocurrieron muertes violentas casi a diario, caso único en Colombia. El epicentro de los sucesos fue la zona tolerancia del municipio llamada Salgar Viejo. Jóvenes liberales salgareños se atrincheraron allí con elementos venidos de Bolívar y Caicedo para formar una cuadrilla cuyo jefe fue Ángel Flores (El Pálido). Sucesivos gobiernos departamentales descuidaron el orden público en este municipio. El gobernador Ignacio Vélez Escobar lo primero que hizo fue imponer la paz y para ello visitó personalmente a Salgar donde sobre el terreno estudio del problema de orden público. Nombró nuevo alcalde militar mandando un jefe de lanceros activo y con órdenes específicas. Empezó a construir la carretera Bolívar Salgar y Salgar Concordia, para desenbotellar el incendiado cañón del río Barroso llegando a la pacificación casi completa del martirizado municipio

 

ATAQUE A BETULIA Y ALTAMIRA.

Municipio mártir. Si hubo municipio mártir durante la guerra civil fue el de Betulia con inmensas mayorías liberales. Contaba únicamente con 300 conservadores los cuales envalentonados con las condiciones políticas se volvieron crueles y sanguinarios. Los liberales Betulianos fueron encerrados entre Concordia y Urrao con única salida hacia la vertiente del río Cauca por donde muchos se escaparon hacia el municipio de Armenia. Existió una profunda rivalidad entre la cabecera y el corregimiento de Altamira. En el año 42 los Altamiranos moviéndose a pie y a caballo, un domingo por la noche, atacaron el pueblo. El Concordiano Ernesto Vasco, familiar de los Vasco de la vereda de El Concilio, defendió el pueblo como un tigre enfurecido. Hubo tres muertos y varios heridos, quedando un profundo resentimiento entre las dos comunidades. En otra ocasión la guerrilla liberal atacó la población de Altamira sábado en la noche encabezada por el Capitán Franco y Pablo Urrea, acción que fracasó. Hubo varios muertos. Buscaban sacar el cuartel de policía que se había atrincherado en una sólida instalación. De esta forma se producían ataques por bandos rivales entre regiones y también entre insurgentes y gobiernistas.

CAMPAMENTO MACHETERO.

La policía y la chusma quemaron todo el cañón de la quebrada San Mateo, casa por casa. Establecieron allí un campamento y con machete en mano cortaba los cafetales de las fincas. Se mató y degolló a sangre fría. Muchos campesinos cavaban, con anterioridad a las expediciones punitivas, sus propias fosas con el fin de aliviar de esa labor a sus familiares sobrevivientes.

LOS BIZCOCHOS PROVOCADORES

Se presentó una expedición punitiva de la chusma conservadora a la vereda el Yerbal encabezada por el civil José Salazar (Panadero), quien llegó a la tienda de los padres de Rodrigo Urrego. Allí encontró unos bizcochos diferentes a los que él fabricaba en Betulia. Por ello la emprendió rabiosamente contra las vitrinas, el mostrador e incendió la casa. El Yerbal y el caserío de Luciano Restrepo se convirtieron en veredas mártires de Betulia. En Urrao fueron todas sus veredas. En Salgar fueron la Clara y las Andes y en Concordia, Morelia y el Socorro.

LA CARRETERA DE LOS MUERTOS

En Betulia se mataba por motivos baladíes. Las cunetas y los precipicios de la carretera de Urrao a Concordia frecuentemente se encontraban llenos de cadáveres, víctimas unos de los chusmas conservadoras y otros de la guerrilla liberal. En una emboscada las huestes, el Míster le dio muerte al capital Cartagena jefe de la policía (el Ñato Cartagena). Un sábado resultó muerto José Luis Piedrahita. El asesino fue el propio Polton Muñoz por profundas diferencias entre ellos mismos. Hubo "cortes de franela" hasta enfrente de la Iglesia.

FATAL DOLOR MORAL

De 1950 al 53 el trayecto entre el Brechón de Concordia y el Brechón de Betulia se convirtió en un campo de tiro y en tierra de nadie. Morelia y el Brechón de Betulia, en campos de fusilamiento. Fueron actos de antropofagia y salvaje canibalismo político. Los urraeños acusaban a los conservadores Betulianos por la muerte de dos ciudadanos de Pavón en la plaza de Betulia. Venían en un carro escalera acompañados de Ignacio Arroyave. Fueron abaleados por la chusma después que Ignacio Arroyave dijo no conocerlos. Llegaron moribundos al hospital de Concordia donde iban a ser rematados por la policía oponiéndose valientemente el doctor Torrente. Lo acompañó en esta acción Carlos Mesa hoy anestesista quien visitaba a Carlos por esas calendas. Los dos urraeños murieron después del acto quirúrgico. A los dos días, Ignacio, después de oír los lamentos de una de las viudas, se voló la cabeza de un tiro.

CONSULTA DRAMÁTICA

En 1950 José María Fernández y Fabio Restrepo de Betulia me enviaron un mensaje diciéndome que me necesitaban en la vereda los Animes. Ya en Betulia me llevaron a su compra de café. Se trataba de la viuda de Ibarra, campesino y finquero liberal quien había sido asesinado días antes por la policía. La guerrilla sabía que yo iba. No debía irme por los sajones sino por los potreros y ellos pagarían el viaje. Me ofrecieron llevar un revólver y yo rechacé la oferta porque les tengo miedo. Muchos asesinatos se cometen en busca de esta arma de fuego. A la altura de la vereda Aguacatal me encontré con seis policías borrachos que exigían que nos fuéramos por los canalones.

Finalmente llegamos al filo de los Animes encontrándonos con Restrepo. A la derecha se veía la vereda del Yerbal incendiada y abandonada. Encontré la viuda en estado comatoso. Cuando empezaba el examen médico oímos un tiro de fusil a unos 100 m de la casa. Perdí la tranquilidad para examinar a la enferma y a la hora y media estaba en la plaza de Betulia.

Observe el campo de batalla de Aguacatal en donde el 18 enero 1900 el general Tolosa llevó a las huestes revolucionarios a semejante hueco. Ni Napoleón habría sido capaz de salir bien librado de semejante matadero. Dejé la fórmula en la agencia y no quise cobrar porque no había hecho un diagnóstico claro y preciso. Posteriormente, Restrepo me contó que trató de regresarse conmigo pero la policía insistía con acompañarlo hasta el retén de la San Mateo. Allá encontraron a un campesino desyerbando. Uno de los policías le apuntó diciéndole a sus compañeros que iba ver cómo había amanecido de puntería. El agricultor fue alcanzado por los disparos.

José Ignacio González Escobar

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