CONCORDIA. FRENESÍ Y GUERRA
CAPITULO 11
LOS
DESERTORES O VOLTEAREPAS.
Ciudadanos
liberales por miedo debieron abjurar de su partido y asumieron tres actitudes:
soplones, señalador o verdugos implacables para disparar o degollador o
torturar. Ejemplos: Manuel Caro (La Muerte), Pedro Luis Duque de Betulia, el Capitán
Velázquez, célebre por sus fechorías en Concordia y Betulia. Surgió de las
canteras liberales y hoy figura como tal en los Llanos Orientales. (El famoso
Cheito Velázquez, ex militar de rango suboficial y grado de Sargento, que formó
y comandó la más fuerte guerrilla liberal en la región de Puerto López, Meta.
Al final se voló hacia Venezuela con considerable dinero bajo el engaño de
hacer una compra de armas. Allá fue capturado y procesado pero no fue posible
que las autoridades lo extraditaran hacia Colombia por la eficaz defensa que le
hicieron algunos abogados colombianos. Las guerrillas liberales del Llano lo
perseguían por esa tradición).
EL
SILENCIO DE LA IGLESIA, LOS GREMIOS Y DEFENSORES ESPONTÁNEOS
La
Iglesia católica fue muda: no existe un documento de protesta. Obispos como
Monseñor Builes hicieron la apología de los genocidios y Pio XII predicaba que
todos los católicos debían ser falangistas. No levantó la voz ante el asesinato
de 6 millones de judíos. A través del Vaticano permitió la salida de centenares
de miembros de la SS alemana.
Los
curas fueron cómplices de la muerte de infelices campesinos, asesinatos a
sangre fría, sacados al amanecer de las cárceles en volquetas hacia mataderos
oficiales improvisados. Las academias de medicina callaron como un pez. Lo
mismo los colegios, abogados y asociaciones de ingenieros. La cruz roja
nacional fue sorda y muda y no hizo presencia en el terreno de la contienda. La
fiebre del fútbol tendió una cortina de humo sobre los acontecimientos y por
ello era patrocinada por todos los niveles de gobierno.
En
noviembre del 49 aparecen dos nuevos elementos en la guerra: los sacerdotes
sectarios y los chóferes públicos quienes eran los encargados de repartir las
consignas los primeros. Los segundos en llevar a las víctimas a los mataderos
en unos vehículos oficiales. Julián Uribe Restrepo se presentó ante su hijo,
quien era el secretario de gobierno conservador, a defender a los liberales de
la persecución pero este último se negó a recibirlo. el Dr. Tulio Ospina de
altas cualidades de demócrata y hombre de bien se presentó ante su hermano Mariano Ospina Pérez, en ese entonces
presidente de la República, a defender a los liberales de Itagüí. Éste le dijo
que obraba según los informes del alcalde y del juez de esa población. Desde
ese día rompió con su hermano. Muchos conservadores dieron su vida por defender
a liberales.
LA
SITUACIÓN EN CÓRDOBA
En
diciembre del 49 viaje a Córdoba por asuntos personales. Carlos Arango, en el
Ébano, fue asesinado por las autoridades a golpe de culata. Bernardo Doval fue
sacado dentro de un barril de Rionuevo. Antonio Vélez, en Callejas, tuvo que
abandonar la población en paños menores por la persecución de Francisco Palacio,
alcalde de Tierralta. Nabor Ospina, de Sagún, Urabá, fue muerto por el
liberalismo. Los Mejías y un Pompilio, el expolicía de Puertotejada, autor de
la muerte del inspector fueron condenados a 18 años por un consejo de guerra.
Padilla, el inspector de Juancito fue destituido por comandar una columna de
guerrilleros liberales en Urabá. La situación del Alto Sinú idéntica a la del
suroeste.
APARECEN
LAS GUERRILLAS DE AUTODEFENSA LIBERAL
De
regreso a Concordia el médico Carlos Torrente empezó a tener fricciones con el
profesor de matemáticas y copartidario Miguel Ángel Garcés.
En
noviembre del 49 el Partido Conservador se salió de su cauce. Hizo de
innumerables ciudadanos asesinos. Había que llevar a las buenas o las malas a Laureano
Gómez a la presidencia. El directorio liberal nacional declaró la tensión en
las votaciones y de una manera vaga y vacilante se comprometió con el
movimiento guerrillero liberal. Guerrillas espontáneas e improvisadas de
autodefensa, que en 1953 llegaron a contarse en unos 20,000 integrantes. Mucho
entusiasmo, y poca capacidad de fuego. Acción Sin ideas. En el suroeste el
movimiento guerrillero tuvo su epicentro en la región de Pavón, Urrao, hermoso
e idílico valle fértil, de clima frío, con salidas hacia el Carmen de Atrato y
especialmente al macizo del Penderisco lo cual le permitía a la guerrilla móvil
desplazarse a los municipios de Salgar, Bolívar, Concordia y Betulia.
SE
FORMA UN REBELDE
Llevaron
a Concordia, proveniente de Betulia, a Octavio Caro (Arracacho), quien
presentaba un tiro de bala a nivel de los muslos acompañado de dos de los
policías que me acompañaron la víspera a Betulia. Campesino honrado y
trabajador, corazón limpio y manos encallecidas. Todas las mañanas, José Luis Piedrahita
y Leopoldo Muñoz, acompañados de varios concordianos, me preguntaban por el
estado de salud y la salida del hospital de Octavio Caro. Octavio consiguió un
revólver y se madrugó descendiendo por la calle la Amelí, siguió por la vereda Piedra
de Candela, después a Morelia e ingresó al valle del Penderisco. En Pavón se
constituyó en uno de los más aguerridos y valientes guerrilleros. Aceptó la
amnistía del 53. Se hizo funcionario público y hace poco se jubiló.
LOS
PATROCINADORES Y LA GUERRILLA DEL SUROESTE
La
dirección liberal nacional DLN, patrocinó la conformación de las guerrillas
liberales en cabeza de Alfonso López Pumarejo y Carlos Lleras Restrepo. El
directorio liberal de Antioquia DLA dirigido por Alberto Jaramillo, Guillermo
Londoño y Froilán Montoya, se comprometieron subrepticiamente con el movimiento
guerrillero del departamento. El allanamiento de sus oficinas por parte de
civiles, policías y detectives, fue lo que causó la reacción lógica para que
estallara el movimiento guerrillero en Antioquia. La mayor parte de sus
componentes fueron campesinos sencillos e inocentes de lo que acontecía. Hubo
hasta ex militares retirados (Cheito, El Pálido), cuadros medios a nivel de Cabos
y Sargentos. Expolicías y exsoldados. Eran peleas que hacían a puños o con
escopetas o con revólver y con el terrible machete. La capacidad de fuego y la
logística no se tuvieron en cuenta. La lucha era de autodefensa. Políticamente
se quería precipitar un golpe de estado del cual se logró pero después de un
terrible baño de sangre.
La
guerrilla del suroeste era de carácter móvil, romántica, mal armada, pero con
mística. Con un gran jefe que tenía profundos conocimientos militares y
conocedor del terreno: el andino Juan de Jesús Franco (Capitán Franco), quien
era expolicía. Tuvo su cuartel móvil unas veces en el valle de Pavón y otras en
las veredas Santana, Mandé y Rioabajo. Tuvo una gran zona ganadera, el
municipio de Urrao. Una región panelera en Concordia y unas salinas en Betulia.
La guerrilla necesitaba proteínas, calorías y sal. Allí estaba como pez en el
agua. Una hermosa acción pero sin ideas políticas trascendentes. Después de la
amnistía del 53 continuaron las mismas injusticias sociales y los mismos
terratenientes.
LAS
TROPAS LIBERALES
El Capitán
Franco tuvo una brigada de excelentes fusileros casi todos provenientes de la
cantera urraeña. De Betulia, tierra con antecedentes guerrilleros,
concretamente la vereda la San Mateo, donde operó durante la Guerra de los 1000
días el guerrillero Roberto Escobar Torres, acudieron muchos de apellido Caro,
Dávila, Castillo, Rueda y Vargas. De Salgar, en especial del cañón del Barroso,
surgieron Paul Urrea, Aníbal Morales, Manuel Rodas y sus hermanos. Los de
apellido Castrillón hijos de Zoila y Bonifacio. Y los Sepúlveda. De Concordia
los Mejía, los Londoño, Conrado Castrillón, reservista, Sixto Tulio Zapata,
expolicía, los Muñoz de Morelia y los Ortiz de Sampayo. Del valle del Cauca
llegaron, en especial de Ansermanuevo, soldados del Emilio Arango, Luis Delia
Mejía Palacio (el Míster), “Chepe Metralla y el Capitán Pantera”. De Medellín
muchos que sólo fueron conocidos por el apodo: el Pollo, Bambú, la Carricera,
la Ralladura, Mejoral, Terror, Arepo, Minuto, Guatijano, Tarzán, Cacho y otros
más. Hubo mujeres como Joaquina Céspedes, Zoila Bedoya y Luisa Meza.
LOS
COMBATES Y CRÍMENES DE AMBOS LADOS
En
el cañón del río Barroso durante los 3 años hubo 13 combates. 10 fueron ganados
por la guerrilla. La batalla de El Danubio quedó en tablas. Perdieron los
combates de La Boca de las Andes donde fue herido y hecho prisionero Joaquín
Montoya (Quinillo). Este fue humillado y escupido en la plaza de Salgar por la
chusma conservadora. En el combate de la boca de Santa Lucía, cerca del caserío
de la Aldea, fue herido Fabio Borrego. En el combate de la Gurría cerca de Concordia,
Miguel Borrego (Pata de Cabra) recibió un tiro de fusil. El disparo le destruyó
la cara y sin asistencia médica se recuperó perfectamente. En el combate entre
las veredas Santa Lucía y las Andes, Manuel Rodas (Barroseño), cruzó con un
tiro de fusil a dos policías. En el combate de Selva Alegre pereció el Capitán Pantera
y Aníbal Morales. Pablo Urrea se atrincheró en una ceja de monte provocando
varias bajas a la policía.
En
el Danubio tomó parte el Capitán Franco. La policía y el ejército de Urrao,
bien atrincherados, lo esperaron en una quebrada. Franco logró salirse después
de tener varias bajas usando las mismas bestias de trinchera. Allí perecieron
dos soldados boyacense es excombatientes de Corea. Fueron traídos a Concordia
en donde se les dio sepultura. El 13 junio del 53 se presentó el último combate
entre la clara y la Santa Lucía pereciendo varios policías en una emboscada
tendida por los Castrillón y los Rodas. Un arma muy temida en las emboscadas
fue la carabina San Cristóbal, terrible arma de salón.
En
la vereda las Andes una expedición punitiva conservadora comandada por Luis
Quintero, Luis Vanegas, y Marcos Zapata y “Cáscara Amarga”, hizo prisioneras a
13 mujeres matando a 12, entre ellas a Rosa Muñoz. Anatolio Muñoz Velázquez
huyó herida. El Yerbal y el caserío de Luciano Restrepo se convirtieron en
veredas mártires de Betulia. En Urrao fueron todas las veredas. En Salgar la Clara
y las Andes. En Concordia, Morelia y el Socorro.
La
guerrilla conocía muy bien el terreno en Salgar. Para ello el Capitán Franco
utilizaba a sus auxiliares Manuel Rodas y Paul Urrea. A principios del 50 Rodas
mató a dos policías en una emboscada cercana al Puente de Troya. Luis Londoño,
jefe de policía y el alcalde buscaron el chivo expiatorio haciendo preso a todo
el vecindario y en el cuartel fusilaron a dos hermanos de apellido Durango. La
orden impartida desde Bogotá era: 10 muertos liberales por un conservador. En
esta siniestra política de muerte intervino el pensamiento de Luis Ignacio
Andrade quien con su jefe Laureano Gómez, vivían en el inquisidor siglo XVII.
Las veredas La Gulunga, la Chaquiro y El Concilio, se convirtieron en una
verdadera necrópolis por las tradicionales familias rivales que crearon un
sistema de autodefensa contra las autoridades. En el camino viejo a Salgar
llegue a contar 68 tumbas. En el cañón del Barroso imperaba la consigna de
"sangre y fuego". El caserío la Clara quedó en cenizas. Y en venganza
el Capitán Franco incendió la finca de la Liborina de Martín Suárez, finquero
sectario quien entregó dos humildes trabajadores en manos de Luis Londoño y
compañía, asesinando a uno de ellos en el río San Juan. El otro recibió muerte en
la finca Sabaleticas.
José Ignacio González Escobar
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