CONCORDIA.
FRENESÍ Y GUERRA
MI INTRODUCCIÓN
El
medico González, oriundo de Guarne y estudiado en Medellín se desempeñó durante
los años de la violencia política en Concordia. Por eso vivió las relaciones tenebrosas
entre el ejercicio de la medicina y las pasiones políticas. Confrontación partidista
de niveles macabros en toda Colombia. Diabólico en los municipios del suroeste
y noroeste de Antioquia.
Persona
inteligente y culta por propia inspiración y deseos de disponer de una mentalidad
mundialista por fuera los conflictos puramente provincianos y regionales.
Decidió
contar la historia, en su libro: “CONCORDIA, AÑOS DE FRENESÍ Y DE GUERRA”. Al
estilo del sacerdote Ernesto León Herrera quien escribió el trágico libro
titulado “Lo que el Cielo no Perdona”, con el seudónimo de Fidel Blandón
Berrio, por el cual fue hasta perseguido por su misma iglesia.
La
profesión de médico y sacerdote no solo era fundamental por su impacto dentro
del conflicto sino por tener que jugar en todos los bandos, como lo manda la obligación
social profesional y humanista.
Este
testimonio es una lección de nuestra pasada barbarie y de lo que nunca más debemos
repetir. Los hechos los compartimos no por actitud morbosa con los acontecimientos
sociales sino para aleccionar sobre el error, cuando se vive bajo los impulsos
y los reflejos instintivos del ser humano en su más elemental naturaleza y
cuando se ha desprovisto de su inteligencia.
Es
un resumen de 50 hojas más fácil de leer del original de 560 páginas. Se hace mención
de muchos personajes conocidos en Antioquia.
Por ello las ideas son saltonas y no guardan una ligazón directa en
entre ellas pero siguen la secuencia necesaria para dar idea del contexto
general de los acontecimientos y lugares. Es de estilo anecdótico.
EXPLICACIONES
SOBRE LAS CAUSAS.
Las causas
de la “Violencia Política”, como se ha dado en llamar, son muchas y con la característica
de ser un fenómeno de razones continuadas en la historia. Por eso no puede decirse
que ellas surgieron únicamente en una fecha exclusiva ignorando los motivos
anteriores.
Como
hay que cortar el tiempo en algún momento, consideramos que lo más esclarecedor
es el de enumerar solo las circunstancias que suscitaron los hechos más álgidos,
que fueron en la segunda violencia política, de las dos que así se les ha
llamado, durante los gobiernos de Ospina Pérez, Laureano Gómez y Rojas Pinilla.
De
esa forma solo es necesario decir que la primera violencia política, de menor
magnitud territorial y temporal, por haber sido contenida por la guerra con el Perú,
se dio durante el gobierno de Olaya Herrera. Y de ella provinieron varios
motivos que impulsaron la segunda. Sin ignorar, igualmente, los rencores que provenían
de las muchas confrontaciones civiles que acontecieron en los primeros cien
años de vida nacional. En especial los de la “Guerra de los Mil Días” en los comienzos
del siglo XX, donde los que fueron perseguidos, supuestamente por no ser los
gobernantes, fueron los liberales.
Las
dos violencias políticas corresponden a los dos cambios de hegemonía partidista
del siglo XX. La primera violencia política fue en los años 30 cuando terminó
la hegemonía conservadora, que había gobernado durante casi 40 años, e inició
la liberal con la elección de Olaya Herrera. Los conservadores, que se
sintieron perdedores y agredidos por los liberales en el poder, buscaron
defenderse de la persecución oficial.
La
segunda violencia política se comenzó a madurar a finales de la década de 1945,
después de 17 años de hegemonía liberal, cuando hacía poco había asumido el
poder el conservador Ospina Pérez y con él se había reiniciado otra hegemonía
conservadora. En ella, el sentimiento de los liberales fue el de ser los
perdedores y perseguidos por los conservadores en el poder y buscaron
defenderse de la ofensa oficial.
Por
eso es razonable pensar que ambos partidos han provechado la posesión del poder
para diezmar al partido contrario. Y decimos posesión porque se asumía que el
gobernar era un asunto más de propiedad para fines partidistas y menos para
propósitos de beneficio nacional. Aunque los dignatarios lo enmascaraban, con o
sin premeditación con declaraciones patrióticas que no correspondían con la
realidad de sus actuaciones.
La
segunda violencia, a su vez, se dio en dos partes. La primera parte durante los
gobiernos de Ospina Pérez y Laureano Gomes, conservadores. La segunda parte y
final, durante Rojas Pinilla, militar. Gobierno neutral pero acusado, por parte
de sus opositores al final de su periodo, de ser conservador. Es evidente que
aunque casi logra una total tendencia nacionalista y por ello intermedia, la
polaridad sectaria era tan fuerte que, tratando de apartar a los dos partidos
en contienda, se le acomodaban inclinaciones altamente tradicionalistas. Las
que son propias de los conservadores en lo político y de la doctrina militar en
lo institucional.
Después
de ella la cultura política colombiana había madurado aprendiendo dolorosamente
de los cruentos acontecimientos y se acordó hacer una valoración con el fin de tener
claridad del fenómeno. El propósito era el de evitar y contener su repetición.
Para
ello se nombró una comisión investigadora que, de manera imparcial, aclarara el
fenómeno. También para indicar las responsabilidades. Esa delegación fue
encabezada por Monseñor Guzmán Campo. Su trabajo fue esencialmente el de
recoger los testimonios y hacer una evaluación analítica con sus conclusiones
finales.
El estudio,
como era de esperarse, afectaría, positiva o negativamente, a los tres
gobernantes que durante ella dirigieron la nación. Su responsabilidad sería
dada por su comportamiento activo o pasivo. Como los hechos fueron
evidentemente criminales, el resultado no podía ser de otra forma que la
acusación descalificante. La investigación fue publicada en dos partes o libros
titulados: “La Violencia en Colombia”.
Desde luego, los tres presidentes involucrados solo podían asumir alguna de las
tres posiciones posibles:
La
primera. Guardar silencio por el momento y dejar ese estudio para épocas
posteriores, como fue el caso de Ospina Pérez. Mariano pidió evitar que se
abriera un nuevo período de recriminaciones, aduciendo que: "No es el
momento de entrar en un análisis que es con frecuencia tendencioso y no bien
encaminado, de los orígenes y la responsabilidad de la violencia, porque ese
mismo debate dificulta la tarea pacificadora. La historia recogerá los hechos
de los hombres y emitirá, a su debido tiempo, su veredicto justiciero, cuando
se hayan apaciguado las pasiones y los odios. Que tratar de acumular
exclusivamente sobre los demás todos los errores, inclusive los nuestros y
nuestras propias frustraciones no sería patriótico ni ayuda en nada al país.
Mucho más honrado, varonil y constructivo es aceptar que todos nos hemos equivocado,
unos más y otros menos, y mostrar un valeroso empeño de rectificación y
apaciguamiento de las pasiones para poder remediar así todos los males que le
hemos hecho a la patria”.
Ospina
buscaba la posición del "olvido" porque lleva implícita la
condonación de muchos crímenes y responsabilidades, de hechos inadmisibles en
un país progresista que precisamente empieza a adquirir una aguda conciencia
histórica. Se le endilgó que no era acuerdo intentar que por dignidad histórica
del Partido Conservador pudiera negar los errores del pasado. Que no era
adecuado adoptar la actitud escapista pidiendo que ahora no se hicieran informes
y no después. Tampoco se admitía que el Frente Nacional se había creado para no
volver a hablar de la vida del violencia. Ospina Pérez añadió: “Que no se debía
analizar los orígenes y responsabilidad de la misma. Ospina también sostenía
que no era el tiempo de realizar ese debate porque muchos de los actores
estaban vivos e interesados en defenderse de las acusaciones y que un estudio a
fondo sólo serviría para exaltar los ánimos. Que no era la hora de recriminación
ni el momento de hacer la historia de los luctuosos acontecimientos que hemos
vivido”. Pero Ospina con su silencio positivo demostró sus sentimientos de culpa
ante la conciencia nacional.
La
segunda. La de rechazar abiertamente el informe, como Laureano Gomes. El
periódico el Espectador sostuvo que aquella gran ofensiva contra el libro fue
dirigida por el expresidente Laureano Gómez en persona. Laureano escribió:
"un libro sectario, un insulto a la dignidad histórica del Partido
Conservador por reducir el estudio de la violencia principalmente al periodo
entre 1948 y 1957, cuando este partido gobernó al país". Por medio de su
periódico el Siglo desplegó su agresión verbal llamando a Monseñor Guzmán,
autor del libro, de “sacerdote renegado, expárroco de pueblo colimense, clérigo
suelto, párroco en receso, clérigo rojo y monstruo Guzmán”. A Eduardo Umaña Luna,
otro de los tres autores, lo llamó: “abogado liberal incompetente,
librepensador extremista, abogado volteriano y enciclopedista”. A Orlando Fals
Borda lo descalificó: “por ser protestante, usar mal las fuentes, que
constituía un extraño maridaje entre un sacerdote católico y un sociólogo
protestante. Era un traidor a la patria, que desfiguraba la realidad”. Que no
debían admitirse decanos protestantes en la Universidad Nacional, que los
autores carecían de título académico para escribir. Que eran unos apologistas
de la violencia y que cualquier obra científica debía ser de una imparcialidad
absoluta para lo cual era indispensable preparación académica de los autores.
(yo agrego. Se usan muchas descalificaciones personales a falta de argumentos de fondo objetivos para demeritar la investigación. Se lanza una verdad, como lo es lo de la imparcialidad pero con el fin de afianzar un error como lo es la de exigir título académico para escribir. Astucia muy habitual y en quien desea confundir a una mente desprevenida, que no cae en cuenta que una verdad no puede usarse para lanzar una mentira).
(yo agrego. Se usan muchas descalificaciones personales a falta de argumentos de fondo objetivos para demeritar la investigación. Se lanza una verdad, como lo es lo de la imparcialidad pero con el fin de afianzar un error como lo es la de exigir título académico para escribir. Astucia muy habitual y en quien desea confundir a una mente desprevenida, que no cae en cuenta que una verdad no puede usarse para lanzar una mentira).
También
dijo en su periódico que los fines partidistas de quienes escribieron el
informe, un sociólogo protestante, un abogado liberal y un cura párroco
católico, le quitan toda respetabilidad a la obra.
(Yo
agrego la oposición rabiosa de Laureano contra el informe, usando su periódico
de "el Siglo", la de la Iglesia y los conservadores, le dio más
prestigio y fama al libro. En lugar de desacreditarlo lo acreditaron).
También
considera que el libro sobre la violencia no es científico, sino sectario:
porque en su prólogo se agradece los bandoleros por no haber matado a los
investigadores y por qué en el capítulo final se usa todo un arsenal de
vocablos para imputar todos los crímenes al conservatismo, el Ejército, la
policía y el gobierno. Porque la valoración de los criminales no puede hacerse
pasar por sociología, porque no hay voluntad de encontrar la verdad sino por el
contrario de implantar la mentira, que se emplean fuentes sin crítica alguna,
que se usan novelas sectarias, que se acude al archivo personal, que otras
publicaciones periodísticas no son fuentes autorizadas, que no puede usarse el
archivo personal de un sacerdote excomulgado como fue el padre Fidel Blandón ni
que tampoco se debieron tomar declaraciones de víctimas. Que la cátedra de
sociología se ha convertido en el expediente cómodo del liberalismo contra los
conservadores.
Laureano
se puso más en evidencia que el mismo Ospina con su furibunda actitud en cuanto
a su culpa de los acontecimientos.
Y la
tercera. La de Rojas Pinilla quien asumió con valor de enfrentar sus responsabilidades,
ser juzgado políticamente y condenado, como así lo fue.
Basta
solo decir que ello demuestra las diferencias que existen entre las actitudes
de los gobernantes civiles y la de los improvisados gobernantes militares
cuando, por desgracia, los acontecimientos los obligan a la ingrata función de
gobernar políticamente sin ser su fin y objetivo primordial. Debió gobernar
militarmente de ocasión por la imperante necesidad de los hechos impropios que causan
los incompetentes mandatarios civiles de profesión. Es la conclusión negativa.
La conclusión
positiva. El estudio final de Monseñor Guzmán demostró que somos capaces de
aprender por medio de la autocrítica y la autovaloración de nuestra historia y de
los sucesos. Así sea un doloroso proceso de aprendizaje con los muchos ensayos
fallidos, errores y tropezones. Que, de todas formas, dejan cicatrices y
secuelas que solo las borra el tiempo.
Por
esas situaciones, 35 años después, dando gusto al pedido de Ospina de guardar silencio,
mostrar el motivo de la furia de Laureano y los errores del militar que buscaba
separa a los dos pugilistas mostrados en el informe de “La Violencia en Colombia”,
muchos de los ya viejos protagonistas, aplacados los ánimos y reducidas las posibilidades
de resurgimiento de los resentimientos, han decidido dejar testimonio escrito y
duradero. Como el del médico José Ignacio Gonzales Escobar, para que sirvan de lecciones
preventivas a la posteridad de tantos sufrimientos inútiles y vergonzosos.
Coronel
Iván González U.
CONCORDIA, AÑOS DE FRENESÍ Y DE GUERRA
JOSÉ IGNACIO GONZÁLEZ ESCOBAR
CAPITULO 1
IDEAS
SUELTAS A MANERA GENERAL.
Antonio
José Restrepo, catalogado entre los mejores oradores de Colombia, al lado de
José María Rojas Garrido, Diógenes Arrieta, José Camacho Carreño, Jorge Eliezer
Gaitán y Laureano Gómez. El hijodalgo nació en Concordia en 1855 y murió en
Barcelona el 1 marzo 1933.
Salvador
Ruiz (Salvo), nació en la vereda Piedra de Candela, en Concordia, en 1873 y
murió en Medellín en 1961. Considerado como el último juglar antioqueño.
Evangelista
García (La Mona García). Nacida y fallecida en Concordia, profesión cantinera y
prostituta, musa inspiradora del maestro "terruño".
Justina
Correa, nacida en Concordia. Consideraba al sexo superior a la muerte. Vivían
en las cercanías del cementerio, desnudándose frente a todo entierro que
pasaba. Madre de Justino Correa, albañil que sostuvo un duelo a los hachazos
con Mercedes Vasco en la fonda caminera de Partidas, en Bolombolo.
Regina
11, “hecha en Concordia, para presidente de Colombia”. Personaje de resonancia
nacional.
Don
Jesús Cock, maravilloso conservador y conversador, excelente ciudadano,
patriota. En el año de 1942 en la vereda El Granizal del municipio de Guarne me
mostró unos documentos inéditos sobre la obra llamada La Vorágine o Relatos de
Cauchería. Conoció a José Eustasio Rivera en Orocué. Me enseñó un gran respeto
por los personas de la tercera edad.
La
muerte de Cándido Leguizamón me la contó en Monterrey el médico militar que lo
atendió y lo llevó a Bogotá.
Parte
sobre el golpe de Pasto contra Alfonso López lo obtuve de primera mano en con
confidencias serias y responsables en el municipio de Concordia.
En
los turbulentos años del 50 encontré en la plaza de Betulia a un individuo
bonachón, tabaco permanente en la boca, que mantenían en su carriel unas seis orejas
de liberales recientemente asesinados. Especie de banco de orejas. Este
ciudadano aún vive.
Ñito
Restrepo jamás supo de la existencia y de la obra folclórica de su coterráneo Salvo
Ruiz. Salvo también narró esa relación a Benigno Gutiérrez, a quien le exigió
no fuera a delatarlo. La amistad entre Ñito y Salvo fue una creación de
periodistas y León Zafir, y la necesidad económica del propio trovador.
El
golpe de estado del día 13 junio 1953 lo supe el día 12 en las horas de la
mañana, en Caucasia, de boca del Sargento Cárdenas, en ese momento alcalde militar
de esa población. Esto nos lleva a pensar que ese acontecimiento no fue
espontáneo sino premeditado y planeado por los Fuerzas Armadas. Con Eugenio Villa
Hauesler y con su hijo Alberto, quien fue un médico brillante en Concordia, en
la noche del 13 de junio de 1953, analizamos en el consultorio de Joaquín Aristizabal,
el golpe militar.
Marinilla
ya era la meca del conservatismo colombiano, sobre Dios, sobre la religión
católica y sobre la rigidez de la propiedad privada. Se irradiaba de allí a
todos los pueblos del oriente y aun al Valle de aburra.
TRANVÍA
DE ORIENTE
Hubo
atraso para construir el ferrocarril de Antioquia por el oriente antioqueño.
Pasaría por Guarne y Marinilla y de allí al Magdalena, vía puerto Berrío, pero
luego imperó la vía del Porce, donde el General Ospina tenía la hacienda
"la Carolina", que es la vía actual. A
la cabeza de Román Gómez, aprovecharon el antiguo trazo con el apoyo de los
últimos gobiernos conservadores y del presupuesto nacional hicieron el tranvía
de oriente, el cual fue visto con simpatía por el gobierno del doctor Olaya Herrera.
La
estación principal, llamada Cobertizo, quedaba en el barrio Manrique. Salía
para Marinilla a las seis, a las 12 y a las cinco de la tarde. Cada tercer
kilómetro y cada seis, teléfono de manivela y sin vigilar. Los rieles y los
tranvías fueron de fabricación belga. El empolinado era de comino traído de las
montañas de Urrao y del Magdalena. Tenía un ramal a San Antonio de Pereira, en Rionegro,
donde había otro cobertizo. El tranvía cruzaba la población de Guarne. Era un
alegre espectáculo ver a los vehículos llenos de turistas, campesinos y
campesinas, flores, pacas de cabuya y bultos de carbón de leña.
En
1932, el país se había comprometido en una guerra dudosa con el Perú y era
frecuente ver reservistas con vestido kaki recibiendo instrucciones en las
diversas mangas cercanas a Medellín.
VEREDA
GRANIZAL
Unos
de los vecinos de la vida del tranvía de oriente eran Carlos y Roberto Vieco,
compositores de música. En el kilómetro 15 quedaba la Sierra con un panorama
fantástico sobre el Valle de Aburrá y una fonda caminera, a un lado de la finca
de Dionisio Arango Ferrer, en donde estuvo refugiado Laureano Gómez después de
los sucesos del 9 abril. En el kilómetro ocho la finca las Tablanca de la
familia Isaza que era frecuentada por Mariano Ospina Pérez.
Jesús
María González (Chucho), tenía una propiedad en lo que corresponde al barrio
Santo Domingo Sabio. Sus hijos, cazadores y pescadores de tiempo completo.
Tenían hay un polígono de tiro, una perrera de cacería y una armería donde construían
escopetas. Chucho construyó por esa época el colegio de María Auxiliadora en
donde antes estaba la casa primitiva del General Ospina.
Jesús
combatió en la Guerra de los Mil Días y en guerras civiles anteriores a esta.
Tomó parte del combate de la Humareda. Obtuvo en el campo de batalla el grado
de Coronel. Admiraba sinceramente a Uribe Uribe y le falta una pierna. En la
década del 10, con Augusto Quevedo, se trasladó a los Llanos Orientales
conociendo a José Eustasio Rivera. Trató a Barrera, uno de los principales
personajes de la Vorágine. Como este practicara la esclavitud en los Llanos,
don Jesús se peleó con él, y huyó por los ríos Guaviare y Orinoco hacia
Venezuela. Por su parte Barrera descendió por uno de los ríos en un pongo
acompañado de una atractiva mujer y un cura. La damisela y el sacerdote se
ahogaron.
Era
un hombre amigo de la lectura y por eso seguíamos en el año 42 y 43, leyendo
los periódicos de la época, las batallas del frente ruso y el desembarco en
Sicilia. En su casa conocí a las hijas de Efe Gómez, ingeniero y escritor
nacido en Fredonia.
Nicanor
Correa, oriundo de Yarumal, era matador de cerdos en la vereda. Había cometido
un homicidio en su pueblo natal. Había estado en la cárcel. Era amigo de “Rivera
y Calzones”, dos ladrones célebres en Medellín quienes robaban a los ricos y
daban a los pobres. Correa servía como amortiguador o mediador para que la
vereda Granizal estuviera fuera de fechorías.
El
día de las elecciones por la mañana, mi padre monta un caballo amarillo trotón
y se venía arriando los electores hasta el barrio Manrique en donde se los
entregaba al capitán del barrio. Regresaban en las horas de la tarde eufóricos
y achispados con la noticia de que el Partido Liberal había ganado.
Granizales
era una aproximación a la felicidad.
BARRIO
SANTANA
En
el barrio Santana estaba la iglesia San Miguel en eterna construcción quien
tuvo como primer sacerdote al padre Pierre Lacroix y, más tarde, al curita
Rafael García Herreros.
En
la cantina de Emilia Pardo funcionaba el garito del barrio donde se gestaban
las peleas a los puños, las cuales se verificaban dentro de ciertas reglas del
juego. Se prohibían las armas. El pueblo detestaba y aislaba a los sanguinarios
carniceros.
Para
la década del 30 se produjo la caída del teatro Alcázar donde murieron ocho
personas mientras presenciaban la proyección de la película "Bolero".
En su reconstrucción le pusieron el nombre de María Victoria, en honor de una
hija de Gonzalo Mejía. (La que inspiró el nombre del avión Marichú).
Por
los barrios la Toma y Quebrada Arriba en 1879 hubo un combate entre liberales y
conservadores durante el gobierno del generalote caucano, tomando parte Alberto
Restrepo Trujillo, hermano mayor de Ñito Restrepo, quien fuera célebre por las
famosas cargas que daba con sus macheteros. Allí fue el combate de Cuchillón
donde actualmente hay un polideportivo.
En
una de las cantinas de la Guaira, apéndice sur del barrio Guayaquil, Belisario
Betancur, en compañía del periodista Miguel Zapata, se agarró a los puños con
un conductor liberal después de una acalorada discusión política con la sombra
de Laureano Gómez en el fondo.
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