CAPITULO
V
LA SEGUNDA
ETAPA DE LA CONFRONTACION
De
todas formas quedaron unos pocos liberales que no se acogieron a la oferta de
Rojas. Se volvieron a organizar y rearmar. Que es la guerrilla que conocemos
hoy en día. Un poco antes se había creado la de Tirofijo. Tirofijo fue a Pabón
a ayudar reorganizar la cuadrilla de liberales no amnistiados. Se formaron
otros jefes guerrilleros como Alfonso Flórez, apodado el Pálido y José
Chavarriaga. Cuando los conservadores lograron matarlo en el corregimiento del Socorro,
montaron su cuerpo en una mula y lo llevaron a Concordia. En el zaguán de la
alcaldía lo pusieron sentado en un taburete y le pusieron velas cual burlesco velorio
de difunto. Los Godos pasaban y le daban patadas diciéndole: “Tan guapo, parate
de ahí” eso duró cómo dos días.
A LA IZQUIERDA ALFONSO
FLÓREZ O JOSÉ MIGUEL ARANGO, “EL PÁLIDO”, EXCABO DEL EJÉRCITO. DERECHA JOSÉ CHAVARRIAGA,
“CAPITÁN CONEJO”
Otros
que se hicieron jefes guerrilleros fueron un Vélez y Germán González apodado “German
Gurre”, que se fue para la guerrilla después de ser aporreado por los Godos.
LA
APALEADA DE “CHICHE” EN CONCORDIA
Rafael
Mejía, fue un Capitán del Ejército oriundo de Concordia. El ya había estado en Concordia
de Capitán habiendo matado a muchos. Le había incendiado la casa a la gente
campesina de la vereda de Morelia. Se le robaba las cosechas y a los que no
mató cortándoles la cabeza, los hizo huir. Junto con otros chusmeros como Víctor
Laverde, les robó las tierras a varios campesinos y se hicieron ricos. Rafael y
Víctor no tenían un peso y resultaron dueños de casas, fincas y carros.
Estando
Aníbal González de alcalde me tocó ver como maderiaron al hermano de German González,
apodado amistosamente “Chiche González”. el motivo fue porque no les decía
donde estaba su hermano German, que era liberal y para provocar que German se
presentara a las autoridades. German se había enfrentado a las autoridades con
éxito y no lograban cazarlo. Además temían sus habilidades para evadirlos y
defenderse de la persecución.
Nosotros
vivíamos en una casa de dos plantas que estaba a una cuadra antes de subir a la
plaza por la vía de ingreso a la población. Tenía un corredor en el segundo
piso con puertas y ventanas de postigo hacia la calle. Estábamos las mujeres
solas porque mi esposo Hernán no llegó temprano a la casa habiéndose quedado
hasta tarde en la plaza, como a veces lo hacía por ser día domingo de descanso.
En
la noche, como a la una de la mañana, yo escuchaba conversaciones en voz baja
provenientes de la calle. Habían bajado del parque el alcalde Aníbal González con
Víctor Laverde y con Rafael Mejía, conservadores, hasta el frente de la casa. Pude ver, por un
entreabierto postigo, que Víctor Laverde estacionó un carro en la calle de esos
camperos llamados jeeps. Lo tenía prendido y acelerado haciendo bulla para que
no se sintiera lo que los otros estaban haciendo un poco más retirado.
Uno
de los andenes era bajo con respecto a la vía y formaba un ligero canalón. Por
esa acera bajaba Chiche muy borracho. Aníbal con sus compañeros y la policía lo
alcanzaron y lo cogieron en ese zanjón. Lo aporrearon fuerte y muy feo, porque
era liberal y hermano de German.
Con
la bulla mi mama se levantó y me preguntó sobre lo que estaba pasando. Se escuchaban
insultos. Le sugerí que mirara por una ranura semiabriendo la mirilla. Mas, no se contentó
con eso sino que abrió toda la ventana. Ellos se dieron cuenta, se sintieron
descubiertos, dejaron de golpear a Chiche y se fueron de regreso al parque.
Chiche como pudo se paró y caminó en dirección a su casa próxima a la nuestra.
Alguien
avisó a Don Manuel Osorno y Don Jairo Fernández, liberales buenas personas,
sobre lo que le había pasado a Chiche. Se juntaron con Don Manuel González, conservador
y otros conservadores buenos. Llamaron al gobernador y le contaron lo que estaba
haciendo Aníbal como alcalde. Como era factible que no les creyera le
prometieron enviarle al agredido en las mismas condiciones como había quedado después
de la paliza. Sin ni siquiera curarse y limpiarse las heridas. El gobernador, a
su vez, prometió esperarlo. Sacarían a Chiche desde el cementerio en las
afueras del pueblo donde le tendrían un carro dispuesto para ir a la cita con
el gobernador para que lo viera.
El
lunes muy temprano yo pasé por el frente del cementerio en compañía de mi esposo
Hernán en dirección a la finca de El Pedrero, donde vivíamos. Yo le pregunté quién
era esa persona maltratada que estaba en ese lugar, porque no lo reconocí. Me
dijo que era Chiche que estaba esperando el carro para que lo despacharan para
Medellín. Llegó donde el gobernador quien lo vio, lo mandó curar y al alcalde Aníbal
lo destituyó.
LAS
RETALIACIONES SOCIALES
Cuando
las cosas se aplacaron y ya no era alcalde, Aníbal comenzó a salir al pueblo
del campo donde vivía. Los liberales que no habían olvidado las afrentas que
hizo como alcalde y eran vengativos, le decían que se perdiera o de lo contrario
lo matarían. “De alguna de las dos te las vamos a cobrar”. Él se vio tan
acosado que le dijo a Estela González, su esposa, que no podía resistir el asedio
social y se fueron del pueblo a vivir a Medellín. Como a los 3 años regresó
aburrido de la ciudad. Las amenazas se repitieron porque no le habían perdonado.
Otra vez se fue a Medellín y ya no pudo regresar jamás.
El
conservador chusmero Antonio González, Murrungo, se mantuvo escondido en el pueblo
confiado en la paz política de Rojas. Aunque se mantenía receloso aun de las incriminaciones
de la conciencia colectiva del pueblo. Comenzó a salir y a practicar su afición
por la cacería y la pesca. Uno de los lugares que acostumbró fue por los montes
de la finca El Pedrero. Él sabía que no corría peligro en eso lugares puestos
que Hernán, mi esposo quien administraba la finca, era uno de los conservadores
calificados dentro de los buenos. Con el no corría peligro de reproches y menos
agresiones, aunque savia que no compartía sus tropelías como Godo. No le era
del todo de su agrado que Antonio fuera cazar por esos lares, pues la gente
todavía recordaba que Murrungo era visto como malo. Pero lo toleraba por
contribuir a la convivencia.
Cuando
Antonio tomó más confianza, se arriesgó a bajar hasta la orilla del rio Cauca a
pescar. Por esos lados vivían unos liberales vengativos quienes le salieron. Le
dijeron que no lo mataban en consideración de los compañeros de pesquería. Pero
si volvía, en la próxima oportunidad no quedaría vivo. Se fue del pueblo a
vivir a Medellín hasta el final de sus días.
Laureano murió en España exiliado. Rojas debió deponer su mandato por otras razones distintas a las de la violencia. Fue juzgado por el congreso, condenado a prisión que pagó un tiempo en una nave fondeada en el Atlántico. Otro tiempo en una Base de la Fuerza Aérea. remota y en medio de la selva amazónica, Tres Esquinas, en la confluencia del rio Orteguaza con el Caquetá.
La violencia política se terminó en estos lados de Antioquia. Y se inició la violencia guerrillera comunista y liberal en otras partes del país. En especial al sur del Tolima, el Sumapaz al sur de Cundinamarca, el oriente del Huila y el piedemonte de los llanos orientales por el rio Guayabero, el rio Duda, el rio Caguán y los ríos Pato. Que es otra historia.
“LO
QUE NO HEMOS DE REPETIR” - “LO QUE EL
CIELO NO PERDONA”
LIGIA
URÁN R. IVÁN GONZÁLEZ U.
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