LAS DELICIAS (IX)
CONCLUSIONES
Tratábamos de controlar la parte emocional,
que en estos casos es más peligrosa que la racional. Sin dejarnos llevar por la
sensibilidad porque debíamos concentrarnos con lo operativo. Cuando se dan
instrucciones sabiendo que pueden costar vidas o evitar rescates posteriores, se
siente una combinación de sensaciones que se deben moderar. Primero, es la emoción
y la euforia de la adrenalina que fluye con muchos deseos y empeño por
colaborar. Segundo, y al mismo tiempo hay mucha tristeza debido a la
adversidad, al darse cuenta que no podíamos hacer lo que queríamos hacer sintiendo
física impotencia.
De esta experiencia tanto nosotros como el
país, aprendimos lo que debíamos mejorar en el campo militar. Actualmente somos
más fuertes. Tenemos más equipo para el combate nocturno, mayor capacidad de
reacción y de sorpresa, y estamos mejor preparados.
Confirmamos que conocíamos mucha teoría académica
pero nunca la habíamos verificación con la realidad. Las doctrinas suele ser
muy generales y las simulaciones, por más reales que sean, nunca se aproximan a
la verdad. En esas situaciones pudimos ver cómo funcionaron en la vida práctica
y en un momento específico.
El caso de las Delicias solo fue un evento
intermedio de muchos reveses anteriores y de otros posteriores. Por mencionar
solo unos pocos, como los de Girasoles, Patascoy, Puerres, la Hormiga, Orito,
El Billar, La Carpa, Dagua, Miraflores, Mitú y demás. Eso no significa que
hayamos sido vencidos en la guerra sino que las cosas, aun siendo buenas, deben
mejorar. Son oportunidades para ganar en lugar de perder. Y para ello no se
puede calificar ignorando que se hizo mucho y lo mejor posible. No debemos concentrarnos
en solo valorar lo poco imposible de hacer.
Aprendimos que se debe tener en cuenta la
parte emocional del ser humano para así tomar las decisiones de mayor conveniencia.
Y que quienes valoran esos hechos deben ser expertos y conocedores de tales
circunstancias. Los mismos hechos que, hasta para los profesionales de las
armas, les resultan difíciles de comprender y analizar. Bastante más para quienes
no los han experimentado y solo tienen referencias didácticas y dialécticas. En
estos acontecimientos, lo vivencial es siempre lejano a lo ideal. Vivirlos y
sentirlos por experiencia propia es diferente a escucharlos y calificarlos, por
referencia ajena.
Si los acontecimientos militares han de
juzgarse, quienes mejor los pueden referir son aquellos quienes los vivieron y
los contaron. Aunque no son los mejores para valorarlos, por ser parte
interesada, si son quienes más se aproximan a la verdad.
Por acción u omisión, por exceso o por defecto,
con o sin intención, por quitar o agregar, por exagerar o reducir y por interés
subjetivo, los actores no son los aptos para sentenciarlos, pero si para
esclarecerlos.
La justicia ordinaria es experta en procesar hechos
de diversa índole. Sin embargo, los acontecimientos militares, las victorias y
las derrotas, son de tal complejidad que requieren especialización en el tema.
Ella podrá juzgar por lo que sabe y se le cuenta, más nunca por lo que ha
vivido. Por ello ha existido la justicia penal militar.
Es evidente que el sistema de justicia
ordinaria carece de la multitud de oportunidades vivenciales, así tenga los intelectuales,
para acertar en sus conclusiones. Aunque ilustrada en el campo académico no lo
es tanto en la experiencia operacional. De tal forma que no resultan ser tan
poco los más aptos para culpar o inculpar.
Quienes juzgan esos hechos, no sólo debe ser
imparciales sino, también, idóneos y especializados en calificar hechos
históricos. Esas dos circunstancias anteriores son la razón por la cual las
naciones han creado la Justicia Castrense, mal llamada Justicia Penal Militar.
Ella tiene las mayores luces para ver con
acierto, ya que sus magistrados están próximos a los campos de batalla, palpan
las circunstancias que rodean los acontecimientos y han visto tanto el gozo de
las victorias como el dolor de las derrotas. Tienen amplia experiencia
adquirida durante un largo actuar profesional, ponderando el comportamiento de
los hombres en armas o durante prolongadas vidas en estrados judiciales,
calificando combates.
Es ella quien puede saber, con mayor acierto,
La veracidad o la deformación de la realidad. Estando, pues, en medio de las
dos partes, la más interesada y la menos ilustrada, es la alternativa mejor
para juzgar la guerra. No será la ideal porque la perfección es una utopía pero
siendo la menos mala, que siempre es la mejor.
Es la única forma de cerrar la diferencia
entre el ser y el deber ser, o entre lo real y lo ideal. Ya que nos es
imposible llevar el mundo terrenal al nivel del celestial, estamos obligados a
juzgar dentro de las posibilidades más perfectas, que nuestra mente nos pueda
dar. Y esa perfección es la que nos ofrece una potente Justicia Castrense, con
doctrinas y dogmas, amplia y claramente establecidos. Y con mucho conocimiento
de los acontecimientos militares y del entorno que los condicionan o influyen.
ABORDAJE DE LOS HÉROES AL AVION FUNERARIO CON DESTINO AL DESCANSO ETERNO. EL ÚLTIMO DEBER POR QUIENES DIERON TODO POR LA PATRIA.
AL FONDO LA TORRE DE CONTROL DE LA BASE AÉREA DE TRES ESQUINAS
El sacrifico de las tropas, en la batalla de
las Delicias, fue una valiosa lección de entrega, sacrificio y lealtad
patriótica, que nos condujo a reflexionar sobre la guerra que hemos librado por
tantos años. De tal forma que la sangre de sus soldados fertilizó las doctrinas
militares futuras, donde han germinado los éxitos que en el presente estamos
cosechando. Su sacrifico no fue inútil ni estéril. Es fecundo y por ello, en
lugar de condenas y descalificaciones, merecen nuestros honores y recompensas.
CEMENTERIO “CAMPOS DE PAZ” DONDE DESCANSA EL CAPITÁN MAZO. EL HÉROE DE LAS DELICIAS JUNTO CON SUS
VALIENTES HOMBRES
Por tanto, el militar merece especial
consideración, como el de un fuero en Justicia Castrense, que lo juzgue con
acierto. Donde la primera intención no sea la de presumir la culpa sino la
inocencia, como ordena el máximo mandato, la Constitución.
No hagamos inculpaciones para condenar sino conclusiones
para mejorar. La mejor justicia es la que corrige en lugar de degradar. No la
vengadora sino la reparadora. La que es constructora en lugar de destructora.
Coronel Iván Darío González U. Oficial Fuerza
Aérea Colombiana.
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