LAS DELICIAS (II)
EL GRUPO AÉREO DEL SUR - BASEA AÉREA DE
TRES ESQUINAS.
Para cuando fuimos asignados al comando del
militarmente denominado Grupo Aéreo del Sur, GASUR, llamado, genéricamente, Base
de Tres Esquinas, por su ubicación en la confluencia de los ríos Caquetá y
Orteguaza, en la mitad de la década del 90, la situación en esa región era
bastante crítica en cuanto a la seguridad de la misma Base, además de la poca
posibilidad de dominio y control territorial y social. Su clasificación no
llegaba ni siquiera a ser una real Base Aérea y menos un Comando de Combate. Era
algo minúsculo, remonto y de muy poca importancia militar y nacional. Solo fue
tenida en cuenta después del conflicto con el Perú y luego fue casi que
olvidada porque esa amenaza había pasado hacia mucho tiempo.
EL CAQUETÁ CORRE DE ARRIBA ABAJO. EL
ORTEGUAZA DE DERECHA A IZQUIERDA DE LA FOTO.
La unidad fue conformada desde los tiempos
del conflicto con el Perú, en un plan de recuperación posbélico, más para
propósitos de desarrollo fronterizo y presencia nacional, por medio de apoyo a
programas de colonización, que propiamente como una Base de Combate dotada con
medios para afrontar al crecido enemigo insurgente. El que aparecería muchos
años después, debido al narcotráfico y que se fortaleció poderosamente en toda
la región.
Los comandantes eran nombrados por períodos
de dos años, ya que esta unidad se consideraba, por su aislamiento, lejanía,
muy pobre infraestructura militar y logística, como una unidad de castigo. No
era una política ni doctrina oficial de la FAC, y por tanto no explícita, más
si era vivencial y real.
A ella, los comandantes, enviaban a los miembros
de la Fuerza Aérea a quienes consideraban poco competentes, negligentes,
remisos para el servicio o, más bien, indisciplinados. Era el lugar de castigo
o para deshacerse de los considerados incomodos por sus ideas o suficientemente
subordinados como para no protestar por esa asignación. Ese pensamiento se había
convertido en el dogma corriente que predominaba en la mentalidad colectiva de
la Fuerza Aérea. Con los años, terminó siendo la justificación de un prolongado
y continuo relegamiento de la Base Aérea, en los planes de desarrollo FAC. Por
ello no se mejoraba su infraestructura ni era abastecida adecuadamente.
Allí la vida era austera, con bastantes
limitaciones en todos los sentidos, de alta amenaza insurgente por parte de las
FARC y el M-19, junto con los cortos períodos de comando, que hacían imposible
ejecutar proyectos de largo plazo. La máxima aspiración de quienes eran
asignados al lugar, era poder terminar, a salvo y sin mayores traumas
personales y profesionales, su tiempo de destierro, para salir reasignados a
otras guarniciones del país más benévolas y con menores restricciones o
inconvenientes.
Por esas circunstancias, el nombramiento de un
comandante era visto por compañeros, superiores y subalternos, como una
degradación profesional y una descalificación personal. Era casi que exponerlo
a pedir el retiro del servicio y truncar su carrera militar. Evidencia de ello
fue el que, en años anteriores, ya se había dado una insubordinación de toda
una compañía de tropa, por las pobres circunstancias, el descuido y el modo de
vida en que se le mantenía. Rebelión que no fue instigada por ningún mando sino
que surgió espontáneamente desde la misma soldadesca, exasperada por las
primitivas condiciones de supervivencia.
La realidad es que las cosas no habían cambiado
mucho desde los tiempos del conflicto con el Perú. Tal como lo cuenta el
Sargento Tobón en su libro “Sur”. Y motivo por el cual fue escogida como
destierro prisión para el General expresidente Gustavo Rojas Pinilla.
LA PROCEDENCIA.
Nos desempeñábamos en el Departamento de Operaciones del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Militares, un cargo militar del nivel central. Asignación que nos honraba sobre manera. Pero no estábamos cómodos y nos era, más bien, una mortificación. Pudimos darnos cuenta que el comentario burlón de pasillos, sobre el famosos “Deposito de Coroneles”, no era un invento ligero de jocosas conversaciones durante las desinhibidas charlas de la oficialidad en los ratos de ocio en los casinos, sino que era una realidad contundente.
DEPÓSTO DE CHATARRA MILITAR
Nos causaba rasquiña la burocracia militar y el
ver a tanto oficial, de alto grado, matando el tiempo en tareas superfluas, con
poca capacidad analítica y baja creatividad. Personas que aunque conocían la
realidad nacional, la ignoraban con premeditación por conveniencia. No podían
arriesgarse a ser removidos de tan cómodos cargos. Necesitaban pasar sin trascendencia
y sin idoneidad para ocupar y actuar con éxito decisorio, pero también prestigioso
y por ello satisfactorio, puesto.
MILITARES DESOCUPADOS
Solo se interesaban en la limpieza y el orden
del recién activado Centro de Operaciones Conjuntas COC. El descuido en el
empleo de la información era notorio. No se usaba para toma de decisiones
importantes, sino a manera de simples y morbosos chismes. Solo la búsqueda de
culpables en rangos inferiores, por motivos operacionales, era la regla
general. Mientras ellos, de rangos superiores, tenían muchas culpas por motivos
administrativos y de comando.
Tenían disponible toda la teoría para
descalificar a otros y nunca para una autovaloración de lo que en el nivel
central se hacía. Reveses operativos que en gran parte, se debían corregir de
arriba hacia abajo y nunca al contrario. Para eso era que servía la autoridad,
no en forma positiva sino casi que retrograda. Al menos en la parte ideológica.
La misma que era de su competencia, por ser su responsabilidad el nivel
estratégico y no del nivel táctico. No era claro el cómo cambiar esa
preconcepción, infortunadamente, arraigada por una larga tradición y falta de
evolución.
DOCTRINAS MILITARES
DOGMATISMOS
No se podía intentar nada diferente porque sería violentar anticuadas costumbres y dogmas, que ya demostraban poca aplicación. Como durante generaciones anteriores esa inercia había tenido algún éxito, predominaba el criterio de mejor malo conocido que bueno por conocer, sin importar que la razón indicase la necesidad de innovar. Eso era riesgoso y hasta temeroso, por la infalible guillotina profesional de ser decapitado si el invento no funcionaba a plena satisfacción de un superior, terriblemente severo y dispuesto a evaluar más por capricho que por justicia. De esa forma la modernización era extremadamente lenta ya que no dependía de la instantánea fuerza argumental sino del muy lento relevo generacional.
No se podía intentar nada diferente porque sería violentar anticuadas costumbres y dogmas, que ya demostraban poca aplicación. Como durante generaciones anteriores esa inercia había tenido algún éxito, predominaba el criterio de mejor malo conocido que bueno por conocer, sin importar que la razón indicase la necesidad de innovar. Eso era riesgoso y hasta temeroso, por la infalible guillotina profesional de ser decapitado si el invento no funcionaba a plena satisfacción de un superior, terriblemente severo y dispuesto a evaluar más por capricho que por justicia. De esa forma la modernización era extremadamente lenta ya que no dependía de la instantánea fuerza argumental sino del muy lento relevo generacional.
Las culpas de lo que no salía bien, a nivel
Brigadas o Batallones, siempre eran debidas a la falta de idoneidad en los
subalternos, donde bastantes salían muertos o heridos, en combates fallidos. Y
nunca debidos a los errores por las decisiones que allí se dejaban de tomar o
las que se tomaban en forma inadecuada. Precedía mucho el concepto de la
perpetua infalibilidad. Sus pensamientos se reducían a análisis de asuntos casi
que meramente de nivel brigada. Muy lejos de los conceptos macro estratégico,
ya fuesen del campo interno nacional y más del internacional, como debían ser
sus objetivos y las proyecciones de su visión.
En varias oportunidades tratamos de hacer evidencia
de la situación pero esos sanos intentos chocaron con diabólicos rechazos. Con
explosiva y enojosa soberbia cerraban toda posibilidad de adelantar cualquier
clase de autovaloración.
ENOJADO MILITAR
Después supimos que algunos de los compañeros de
trabajo habían abogado para que nos asignaran a una región alejada, peligrosa,
de las clasificadas como de “orden público” donde se pasan incomodidades y
peligros. Se libraban de alguien imprudente y poco reverente que, con sus
puntos de vista, les hacía pasar incomodidades con la inconveniencia de nuestras
apreciaciones.
En el momento no lo supimos. Luego se
descubrió que los molestos compañeros, con sus veladas influencias,
supuestamente para degradarnos a manera de castigo, habían sugerido nuestra
designación. Pero, al contrario, nos habían hecho un gran bien. Con sus intrigas nos habían ayudado a salir de
la leonera que tanto nos mortificaba y en donde tan incómodo nos sentíamos, para
mandarnos a la ratonera. Allí podíamos aplicar las ideas e iniciativas reprimidas
que nos exprimían sobre manera. Era una oportunidad de ocasión para gozar de la
libertad y la autonomía que anhelábamos para actuar bajo nuestras maduradas y arraigadas
convicciones. Excepto por una ligera inquietud sobre las incomodidades que se
podían causar a la familia, que tampoco eran muchas, de resto nos sentíamos más
que agradados con el traslado y la nueva designación en el cargo a una unidad
militar con grandes retos por lograr.
Veíamos con naturalidad, las picaronas burlas que se hacían en los corrillos y las sarcásticas conversaciones relacionadas con nuestro nombramiento. No ignorábamos los comentarios de doble sentido e ironía que suscitaba nuestro nombramiento a esa guarnición.
Incluso hasta un oficial de una misión
extranjera, quien pidió a mis superiores hacernos una entrevista, para una
velada valoración. Tendríamos que trabajar coordinadamente y se atrevió a hacer
una burlona pregunta sobre lo que él pensó era la gran preocupación y presuntos
miedos que deberíamos tener por el traslado a tan difícil guarnición. Pero
preferimos mil veces ser cabeza de ratón, con deseos de enfrentar un felino, que
no una simple cola de león, espantando moscas.
Vimos en la asignación una oportunidad y una
fortaleza en lugar de una amenaza o una debilidad. Situación que luego aprovechamos
para sacar ventajas de ocasión, como así aconteció. (Tema de otra historia)
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