LA
ODISEA DEL DC-3
POR
JOSEPH STOCKER
Como
resultado del incidente, el aeroplano obtuvo el sobrenombre de la «Criba
Voladora.' La cosa ocurrió en China durante la Segunda Guerra Mundial, cuando
los aviones japoneses sorprendieron a un avión DC-3 en tierra y lo acribillaron
a tiros de ametralladora. Los campesinos que ayudaron a repararlo tuvieron que
emparchar, con trozos de lona, más de mil agujeros.
Luego
despegó con destino a la India llevando a 61 refugiados, aunque era un avión
que, incluso estando en perfectas condiciones, sólo debería transportar a 21
pasajeros y a tres tripulantes.
En
la última etapa de su viaje se desencadenó una furiosa tempestad tropical. La
lluvia despegó los parches, y al pasar el viento por los huecos producía toda
clase de silbidos, que se tornaban cada vez más ruidosos e infernales.
Por
dos horas, avanzó el avión pesadamente por cielos hostiles, hasta que al fin
aterrizó. Y cuando el extenuado piloto cayó al suelo desfallecido, el mayor de
la base se acercó y le dijo: ¿Qué necesidad había de anunciar por radio su
llegada? Lo podíamos oír a 80 kilómetros de distancia.
Para
los pilotos veteranos que están familiarizados con el DC-3 y conocen sus cualidades
incomparables, este incidente no tiene nada de extraordinario. Desde hace mucho
tiempo conceptúan al “Albatros”-—uno de los sobrenombres del DC-3—como uno de
los aeroplanos más confiables y de mayor duración. Se diría que se niega a
retirarse.
Hace
más de dos decenios—el año 1936, para ser exactos—que nació el DC-3. Su
aparición revolucionó el transporte aéreo, pues resultó ser el aparato más
eficiente y económico.
A
continuación vinieron los Martin; los Convair, los DC-4, 6 y 7. Los
Constellations y SuperConstellations, los Stratocruisers y los Viscounts de
turbohélice. Y, no hace mucho, los primeros transportes de reacción. En una
industria como la aviación, que adelanta y evoluciona cada día, lo normal sería
que desde hace tiempo el DC-3 se hubiera anticuado y desaparecido. Para juzgar
tal anomalía no hay más que considerar cuántos automóviles del año 1936 se
hallan en servicio en la actualidad.
Pero
el hecho es que el viejo aeroplano continúa en la brega. De los 10.926 aviones
DC-3 fabricados por la Douglas Aircraft Co, hay todavía en servicio, en todo el
mundo, unos 4.500. Treinta y cuatro compañías con servicios regulares,
establecidas en los Estados Unidos, y 113 en el extranjero, continúan
utilizándolos. Además, hay varios centenares de empresas que efectúan vuelos irregulares
de transporte, como también otros muchos en poder de particulares y en las
fuerzas aéreas de varios países.
Cada
día, los albatros efectúan vuelos por las regiones civilizadas o sobre las
selvas y desiertos de ambos hemisferios, llevando de cargamento desde carbón
hasta ganado, y desde pescado hasta flores, sin mencionar, por supuesto, a los
pasajeros. Y en Rusia, donde se alega que se ha inventado casi todo, el avión
que más se utiliza en vuelos comerciales es el Ilyushin LI-2, que es la versión
soviética del DC-3.
Sus
hazañas realizadas al servicio de los Estados Unidos — donde fue creado —
constituyen un capítulo aparte en la historia de la aviación. Durante la
Segunda Guerra Mundial, a pesar de que ya entonces podía considerarse
anticuado, su participación fue valiosa e infatigable, y hasta puede
calificarse de heroica. Aun en esos momentos desesperados, a comienzos de la
guerra en Corea, transportó muchas toneladas de abastecimientos que fueron de
vital importancia para el exiguo número de combatientes que defendían sus
posiciones contra el ataque comunista. Y durante los años de paz, los Estados
Unidos ingresaron en la era efectiva de la aviación gracias al concurso del
DC-3. Asimismo, contribuyó considerablemente a la reducción de tarifas de carga
y pasajeros, y fue el aeroplano en el cual realizó su primer vuelo el mayor
número de personas.
No
se peca de exageración al calificarlo de indestructible. Basta rememorar
aquella vez en que un avión de pasajeros DC-3 fue cogido en una violenta
corriente de descenso mientras cruzaba Arizona. Al tocar tierra, vieron con
asombro que había perdido en pleno vuelo tres metros de una ala (su envergadura
era de 29 metros). A pesar de todo, el piloto había aterrizado con todos los
pasajeros ilesos, y sin que el aparato sufriera nuevos daños.
De
acuerdo con los hechos, parece que no hay elemento en la naturaleza que le
impida volar. Las fuerzas aéreas abandonaron uno sobre un glaciar de Islandia,
pues la nieve casi lo había sepultado por completo. Unos jóvenes islandeses que
dirigían una pequeña compañía de aviación lo compraron en 1.600 dólares como
chatarra. Cuando llegó la primavera, descubrieron que la nieve al endurecerse
se había contraído, y lo había dejado bien cubierto.
Se
hallaba en tan buenas condiciones como si hubiera permanecido en un hangar.
Todo lo que hicieron fue improvisar con tractores una pista de aterrizaje sobre
la nieve, encaramarse en la cabina, calentar los motores y despegar. De acuerdo
con los informes que tiene la Fuerza Aérea, este avión continúa prestando
servicio.
No
debemos olvidarnos de esa vez en que un avión japonés Cero arremetió contra un
Albatros cuando volaba en Burma a unos cuantos metros de altura. El Cero se
vino abajo; pero el DC-3, a pesar de haber perdido casi todo el timón de
dirección, regresó a la base. A esto se debe que sea el único avión de
transporte que posea el reconocimiento oficial de haber derribado un aeroplano
enemigo.
Otro
DC-3 sirvió de techo de un restaurante a la vera de un camino en Sudáfrica. El dueño
lo había adquirido con tal fin como material excedente de guerra. Estuvo allí
como 12 años, hasta que cierta compañía lo compró, lo hizo reparar y lo puso en
servicio.
Pero
sea como sea, un aeroplano no puede durar eternamente, o, por lo menos, es lo
que piensa la Junta de Aeronáutica Civil del gobierno de los Estados Unidos.
Por esa razón, poco después de la guerra mundial quedaría derogada la licencia
de vuelo comercial a los DC-3. A pesar de esto, el Albatros, por un motivo u
otro, ha persistido en su empeño de continuar, y, lo que es más, sin percances.
Se ha prorrogado tres veces la fecha de su retiro.
Finalmente,
el año 1951, la Junta, en un gesto de diplomacia sagaz, declaró que el Albatros
continuaría prestando servicios por tiempo «indefinido.» Y subrayando este
triunfo, las Fuerzas Aéreas le otorgaron, poco después, un diploma por sus
Servicios Excepcionales, el cual proclamaba que el DC-3 era «el mejor avión que
se había construido.»
El
Albatros debe su existencia a una carta. Una breve nota de dos párrafos escrita
en 1932 por Jack Frye, que era entonces el vicepresidente de la Transcontinental
& Western Airlines, a Donald Douglas, en Santa Mónica, California. ¿Le
interesaría a Douglas diseñar un transporte aéreo con capacidad para 12 pasajeros?
A pesar de hallarse embargado de trabajo en la construcción de aviones
militares, principalmente, Douglas decidió intentarlo. El resultado fue el DC-1
(las iniciales de Douglas Commercial).
El
DC-1 fue todo un éxito. Voló de Winslow, Arizona, hasta Albuquerque, Nuevo
México, propulsado por un solo motor, y estableció 19 records mundiales. Sin
embargo, únicamente se construyó el avión prototipo, pues durante la etapa
experimental Douglas había decidido perfeccionarlo y agrandarlo, y el producto
fue el DC-2, una nave de 14 pasajeros.
Al
igual que su antecesor, el DC-2 dio excelentes resultados. La compañía Douglas
fabricó 138 de esos modelos, y hubiera continuado la producción, de no haber
sido por la American Airlines que solicitó algunas mejoras en los aparatos. Lo
que esta empresa de transporte aéreo quería era un avión de pasajeros que fuera
más grande y más lujoso. Y así fue como nació el DC-3, un aeroplano de 21
asientos. "Nada más afortunado que ese número 21,» declara un dirigente de
la Douglas, «se diría que fue la cifra mágica que nos trajo la suerte.»
Seguro
y Fácil de Volar Este avión, que estaba propulsado por dos motores Wright
Cyclone de 900 HP. Brindaba mayor seguridad y era de manejo más fácil que
cualquier otro avión de transporte en existencia, y tenía, además, un tercio
más de capacidad de carga. Su velocidad de viaje era de 300 kilómetros por
hora, y podía alcanzar 340 con toda facilidad. En casos en que otros aparatos
tenían que volar a través de una tempestad, el DC-3 la sorteaba pasando por encima.
La cabina estaba provista de dos juegos separados e independientes de instrumentos,
por si acaso uno de ellos fallara. Y lo mejor de todo era que tenía a «George».
El novísimo piloto automático ideado por la compañía Sperry Gyroscope.
El
Albatros presentaba, sin embargo, una peculiaridad que preocupaba a los
pilotos. Las alas de este nuevo aparato mostraban una ligera tendencia, pero
claramente perceptible, a oscilar durante el vuelo.
Su
aprensión desapareció al descubrir que los ingenieros de la Douglas habían
ideado esa característica con el objeto de aliviar la tensión estructural de
las alas. Esto quedó comprobado cierta vez que uno de los primeros DC-3 ingresó
en lo que parecía ser un simple conglomerado de nubes. Encerrado dentro de una
corriente de aire descendente tan fuerte que se rompieron los pernos que sujetaban
al piso los asientos de los pasajeros. A pesar de esto, al examinar más tarde
el aparato no se halló ninguna falla estructural.
Es
un hecho que este distintivo en la tensión de las alas constituye una de las
principales razones de su extraordinaria durabilidad.
El
DC-3 tuvo gran acogida desde el principio. Tanto en los Estados Unidos como en
otros países, las compañías de aviación, una tras otra, lo fueron adquiriendo.
Su aparición no pudo haber sido más oportuna. En esos momentos se cernía el fracaso
sobre la aviación comercial. Los aeroplanos de transporte de ese entonces eran
lentos, caros y no se podía confiar en ellos. Los horarios de viajes no pasaban
de ser un chiste, y el gran número de accidentes alejaba el público.
Gracias
al DC-3 renació la confianza del público y se incrementaron las ganancias de
las compañías.
Al
comienzo, Don Douglas pensó que sólo podría vender unos 50 albatros. Luego,
cuando los presidentes de compañías de aviación comenzaron a formar cola ante
la puerta de su oficina, modificó sus cálculos y decidió que debería elevar la
cifra a 500. Ponía en duda la posibilidad de que se pudieran vender más.
Lo
que no pasó por su mente es que habría Una segunda guerra mundial. Cuando
estalló la gran conflagración, los Aliados necesitaban desesperadamente de
transportes aéreos. Los fabricantes ya estaban produciendo aparatos de cuatro
motores; pero era sólo un comienzo. El DC-3, por su parte, se hallaba en pleno
servicio; hacía tiempo que se habían eliminado sus defectos. Así, pues, las
líneas de montaje comenzaron a producir sin interrupción aviones DC-3, que
pintaban de color verde pardusco, —su vestimenta para tiempos de guerra— y
volaban a los campos de batalla.
El
DC-3, muy ufano en su uniforme militar, y provisto de sus característicos
asientos de tipo «cubo», era designado indistintamente con los nombres de
«Tres», el «Viejo Ventrudo», el Doug, el C-47 (su designación en la Fuerza
Aérea), el R 4D (su nombre en la Marina) y el Dakota (en Inglaterra). Años después,
un famoso general llamado Eisenhower lo calificó de otro modo. Declaró que
había sido una de las armas más valiosas durante la guerra.
No
puede haber nada más exacto. Condujo tropas y aprovisionamientos a todos los
campos de batalla, de donde retornaba cargado de heridos. Volvió a establecer
la línea vital de comunicaciones en China, para lo cual tenía que trasponer la
cordillera del Himalaya, hostigado por el tiempo más endiablado que puede haber
en nuestro planeta. Dejó caer paracaidistas detrás de las líneas enemigas, y
haló planeadores cargados de tropas. Pese a los ataques del enemigo, continuó
en la brega.
Un
albatros estableció un record al despegar en Burma con 74 personas a bordo,
incluyendo a Jimmy Doolittle en su viaje de regreso después del bombardeo de
Tokio. Habían estado volando sólo unos cuantos minutos cuando Doolittle le dijo
al piloto: «Si llego a imaginarme que eras lo suficiente loco para intentar
volar esta cosa con tanta gente a bordo, me hubiera regresado a pie.»
Es
posible que el albatros más intrépido fuera el de uno que formaba parte del
Cuerpo Nacional de Aviación de la China. Los bombarderos japoneses lo divisaron
en tierra y le destrozaron un ala. El piloto envió un radiograma a Hong Kong
pidiendo una de repuesto; pero sólo tenían el ala de un DC-2, la cual es tres
metros más corta y diseñada para soportar una carga de varios cientos menos de
kilogramos que la de un DC-3. «Conforme,» dijo el piloto, «envíenla cuanto
antes.»
El
ala llegó y se montó en el DC-3. Sin ninguna simetría ni equilibrio de líneas,
su apariencia contradecía Todos los principios de la aeronáutica; pero cuando
el piloto lo puso en marcha, el avión despegó y voló perfectamente. En esta
oportunidad, el apelativo se impuso por sí solo. Lo comenzaron a llamar el DC-2
1/2.
Las
exigencias de la guerra obligaron a los pilotos a someter al DC-3 a tales
pruebas que de enterarse sus fabricantes de lo que sucedía con seguridad se
hubiesen quedado haciendo cruces. El avión había sido diseñado para transportar
un máximo de carga de 11,300 kilogramos; pero no siempre se podían respetar
tales normas y limitaciones. Por ejemplo, los 27 aviones DC-3 que cruzaron el
Atlántico meridional, en 1942, con destino al Himalaya, despegaron acarreando
16,000 kilogramos de carga cada uno.
Los
Albatros han volado por todas partes, y han acometido mil empresas. Provistos
de flotadores, han hecho hasta de anfibios.
Por
lo menos en una ocasión un albatros hizo las veces de bombardero. Unos pilotos
de la Fuerza Aérea, cansados de servir de blancos a la artillería japonesa,
cuando volaban sobre el Himalaya, cargaron una noche sus aviones con bombas
preparadas en bidones de gasolina y de carburo, y llevaron consigo algo de
licor para reconfortarse. Así preparados, volaron sobre un campo de aterrizaje
japonés en Burma, arrojaron las bombas improvisadas, dispararon con fusiles y
ametralladoras por las ventanillas de la cabina y regresaron muy satisfechos a
la base. Poco después fueron sometidos a consejo de guerra por haber usado sin autorización
material del gobierno; pero nunca se arrepintieron de lo hecho.
Cuando
terminó la guerra, estaban en boga los aeroplanos de cuatro motores. La Douglas
construyó en 1946 el último DC-3, para una compañía de aviación brasileña, y
juzgó que ya era tiempo de suspender su producción.
Los
hechos, sin embargo, demostraron que otra vez se habían equivocado en sus apreciaciones,
pues los DC-3 que existían al final de la contienda, en lugar de ser
convertidos en chatarra, fueron adquiridos por millares a precios de material
excedente, y continuaron volando. Varias aerovías de servicio local adquirieron
un gran número e iniciaron el transporte aéreo en las regiones rurales de los
Estados Unidos, donde continúan prestando servicios.
Esto
se debe, en parte, al hecho de que el albatros puede despegar y aterrizar en
pistas cortas, fangosas, lisas, blandas, disparejas, enmalladas, embalastradas,
con pendientes exageradas, con baches, inundadas y hasta con curva. Como quiera
que en muchas regiones remotas de América, Asia y África no existen campos de
aviación apropiados, los DC-3 son hoy día, y continuarán siéndolo por muchos
años más, los aviones por excelencia.
De
cuando en cuando se habla de construir un avión de dos motores que substituya
al DC-3; pero todo se queda en palabras, mientras tanto, el albatros sigue
volando. «Es posible destrozar uno; pero no se puede desgastarlo con el uso,
dijo un piloto. Por supuesto, existen también causas económicas. La mayoría de
los DC-3 que existen ahora en servicio fueron obtenidos por unos cuantos miles
de dólares, como material excedente de guerra, y, a la fecha, su valor en los
libros de contabilidad se ha reducido a cero. El substituirlos resultaría
costoso. En general, una compañía o persona que posea algunos de estos aviones
no va a invertir una considerable suma de dinero en la adquisición de aparatos
nuevos para deshacerse de los DC-3 que prestan servicios altamente
satisfactorios.
La
Douglas ha compilado una serie de cifras muy interesantes con respecto al DC-3.
Según los cálculos más aproximados, en los cuales se excluyen las operaciones
militares, han volado como 87,000.000.000 de pasajeros-millas y unos 75
millones de horas. Han conducido a 400 millones de pasajeros, o sea una
cantidad comparable a la población de la India. Los DC-3 todavía constituyen el
35 por ciento de los aviones de transporte del mundo, y efectúan otras muchas
tareas que incluyen desde experimentos de radar hasta el rociamiento de substanciás
químicas para combatir las plaga» en las plantaciones.
No
hace mucho, la Douglas obtuvo la historia de un viejo Albatros típico que
pertenecía una compañía local del medio oeste. Descubrió que el avión había
volado más de 50.000 horas y 7 millones de millas. Para juzgar lo extraordinario
que es esto, debe tomarse en cuenta que un automóvil que ha recorrido 150.000
millas es considerado un vejestorio.
¿Cuándo
desaparecerá el DC-3? Como quiera que las predicciones efectuadas por los técnicos
de la Douglas, como también por los pilotos, han resultado erradas varias
veces, ya no se atreven a intentarlo. Sin embargo, hay quien vaticina que el
DC-3 posiblemente continúe volando después que muchos de sus pilotos y
pasajeros ya hayan muerto.
Después
de todo, ya han sobrevivido durante la mitad de la historia de la aviación, lo
cual es motivo de hondas añoranzas entre los pilotos y pasajeros, como lo
muestra el siguiente incidente ocurrido hace poco.
Un
DC-3 militar aterrizó en un aeropuerto de Chicago y avanzó hasta su punto de estacionamiento.
El piloto apagó el motor. Luego, en vez de bajar de la cabina, permaneció sentado,
mirando como en sueños a través de una de las ventanillas laterales.
«Bien,»
exclamó el copiloto, ¿vamos a dejar el avión o no?. En lugar de responder, el
piloto señaló a una valla cercana.
«¿Ves
ese punto?", inquirió. «Ahí es donde vi el primer DC-3. Era entonces sólo
un niño, y me quedé maravillado del tamaño del avión. Me parece que ha
transcurrido toda una vida desde entonces.»
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