BOLIVARIADA
APÓCRIFA.
GENERAL, MONTE USTED MI MULA
Ante
las dudas de las tropas de poder escalar la cordillera oriental colombiana, en
la campaña liberadora, por el páramo de Pisba, Bolívar reunió a los oficiales en
el llano de San Miguel para consultar su parecer. Los neogranadinos, que
estaban en su mayoría en la vanguardia de Santander, le declararon que
preferían una muerte segura contra el enemigo que retroceder y sufrir
penalidades en los Llanos. El Libertador decidió continuar y el 1 de julio de
1819, ordeno reanudar la marcha.
El
cambio de clima para los calentanos llaneros, los caminos casi intransitables,
las dificultades para el arreo del ganado, los hombres mal abrigados y
alimentados, mas otras penalidades, hacían la situación espantosa. Sin embargo,
no solo eran los soldados. Un significativo número de mujeres, solidariamente seguían
a la tropa. Con prodigiosa dedicación cuidaban los enfermos y animaban a los
desalentados con tal empeño que llamo la atención del general O´Leary.
Él
mismo cuenta, con asombro, como una de ellas dio a luz en esos terribles
momentos. Al siguiente día vio a la madre
con el recién nacido en los brazos, en aparente buena salud y marchando a
retaguardia del batallón. Ante tal hecho el valeroso patriota se conmovió.
El
oficial desmontó su cabalgadura e hizo subir a la joven madre con su hijo, al tiempo
que le asignaba, a su “peón de a pie”, llevar de cabestro a la bestia. Y al
padre de la criatura le ordenó: “Soldado, siga usted mi yegua porque con ese
hijo ha nacido la patria”. (El “peón de a pie” era un ayudante o empleado
jornalero que acompañabas caminando a los patrones o personas de importancia
para auxiliarlo con las mulas y bagajes en la jornadas de viaje).
PEÓN DE A PIE
Un
lancero de caballería, que contemplaba el hecho, de inmediato desmontó la mula,
y le dijo al héroe patriota: “General monte usted mi mula porque no puedo darle
mi potro. Yo caminaré”.
El
oficial sabía bien lo que el soldado decía con respecto a la negativa de entregarle
su potro y en su lugar le cedía la mula. Gustoso le aceptó para no desairar el
generoso gesto que le hacia el valiente llanero, que era su manera de
agradecerle el noble acto de consideración que había tenido con la mujer y la
criatura.
En
cuanto fuese posible, la tropa cabalgaba los mulares, durante las largas marchas,
por su mayor resistencia para las jornadas, llevando amadrinados los
caballares. Los que únicamente montaban descansados, por su rapidez y peso, al
momento de la batalla.
De
esa forma se ayudaban los unos a los otros. Héroes, mujeres, hijos y bestias,
porque tenían la convicción que el fin seria glorioso, como finalmente lo fue. Así
se nació la independencia que nos dio la libertad.
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