SIN COMBUSTIBLE
La
misión era hacer los abastecimientos mensuales a los destacamentos militares de
los Llanos. Esa tarea se cumplía partiendo desde Bogotá y Villavicencio ha
distintos lugares y duraría varios días. Así se cumplieron.
Al
final y a punto de regresar, se nos llamó porque había surgido otra necesidad. Era
prioritaria y de urgente cumplimiento. El Señor Presidente necesitaba visitar
los pueblos fronterizos sobre los ríos Orinoco e Inírida, al frente de Venezuela
y Brasil.
En
Bogotá habían elaborado la compleja operación que trasportaría la comitiva
iniciando con aviones y, una segunda parte, con helicópteros. En algunos
lugares no había pistas de aterrizaje y los helicópteros tenían limitaciones para
recorrer las largas distancias por ausencia en donde abastecerse de combustible.
La
solución era que nosotros, que ya estábamos al oriente del país, siguiéramos en
el área repartiendo bidones con petróleo, donde podíamos aterrizar, para los helicópteros
que llevarían a las autoridades.
Elaboramos
nuestro propio plan. Desde Bogotá, un avión pesado llevaba los tambores llenos del
kerosene para las turbinas de los helicópteros y la gasolina aeronáutica 100/130
octanos con la distintiva tara de color verdoso para nuestro DC-3, aeronaves de
pistón. Los descargaban en la
Base Aérea de Marandúa, que estaba en construcción en el
Vichada. Luego, nosotros los llevábamos donde se necesitaban.
Por
limitaciones de peso de la aeronave y de resistencia de la pista, solo podía
llevar, en un solo vuelo, el combustible indispensable. La mencionada Base
Aérea era apenas una pista destapada, con una somera capa superficial de suelo
cemento. Con unos campamentos temporales de madera para albergar trabajadores y
al personal militar de seguridad. Su localización, en la confluencia de los ríos
Tomo y Terecay, era ideal para nuestra tarea, por ser la más próxima a los
lugares donde haríamos el reparto.
Así
iniciamos la maniobra que duró varios días. En ella consumimos nuestro propio
combustible. Con debida antelación calculamos que el combustible para nuestro avión
era insuficiente y pedimos un envío adicional. De no hacerse, escasamente podríamos
terminar la misión y quedarnos en espera. No alcanzaba para regresar. Ni para ir
a Arauca, Villavicencio y menos Bogotá. No había donde mas abastecer el avión
en el área. No podíamos usar el kerosene llevado para los helicópteros porque no
funciona en los motores de pistón del viejo C-47 Solución, esperar.
En
la misma forma como acabamos de hacer los abastecimientos mensuales de Villavicencio,
ya mencionados, Bogotá hacia poco había abastecido la incipiente Base Aérea donde
estábamos. Además, operaciones militares en otras partes del país y limitaciones
de aeronaves, estaban haciendo imposible el envío del combustible que
requeríamos. Pasaron algunos días y hasta el tedio se estaba apoderando de nosotros.
En recorridos de distracción por entre el campamento, porque no teníamos mucho
que hacer, fuera de pescar en el día y escuchar radio en la noche, vi que
tenían bastantes bidones de gasolina. Intrigado por ello y pensando que era de aviación,
pregunté al comandante al respecto. Me dijo que algunos eran de ACPM (Aceite
Combustible Pesado para Motores) para la maquinaria de la obra. El resto era de
gasolina roja automotriz de bajo octanaje para el único vehiculo que tenían y
una pequeña planta eléctrica. Gasolina que se había acumulado porque le
mandaban más de lo necesario.
Yo
le había estando preguntando si tenia alguna reserva de gasolina para aviones
porque, por temporadas, le mandaban un avión Beaver. Con ese avión atendía necesidades
prioritarias volando a Puerto Carreño, en caso de emergencias. La respuesta
siempre había sido que no. No se le había ocurrido mencionar el combustible
automotor porque sabía que no era de uso aeronáutico. Pues esa aclaración me
recordó que algo había estudiado al respecto cuando recibí la capacitación
sobre el avión. Solo fue una ligera y rápida idea sobre los combustibles de
emergencia que se podían usar en ese tipo de aeronaves.
Hice
memoria y consulté con detalle el Manual de Operación del avión, que siempre
cargaba. Me quedó claro que podía hacerlo usando el procedimiento necesario.
Ese procedimiento ya era casi que desconocido porque hacia muchos años que no
había sido necesario aplicarlo y siempre encontrábamos el combustible básico
del avión en todas el país donde programábamos los vuelos. Convencido de lo que
podía hacer, solicité la mayor cantidad de esa gasolina de carro, la cual me
concedido porque ni la necesitaban. Además el próximo mes le llegaría y recuperaría
las reservas.
Claro
que la extrañeza del hombre y de sus subalternos fue grande. Incluido mi copiloto
que, aunque le expliqué, no lo creía. No le habían enseñado. Debí usar algo de persuasión
técnica, con algo de autoridad, al tiempo que le daba los mejores argumentos
valiosos al respecto para convencerlo. Todos creían que, simplemente, el avión
no despegaría por falta de potencia. Y si lo lográbamos no iríamos muy lejos.
Despegamos sin contratiempo y, a partir de ese momento, pusimos la mayor
atención en el comportamiento de los motores. Nada anormal se presentó. Yo no
di preaviso a Bogotá de nuestra proyectada salida ni como lo haríamos. De haberlo
hecho habrían contestado con la más categórica negativa, de parte de autoridad superior,
que yo no podía evadir sin consecuencias.
El
procedimiento, en términos sencillos estaba en aplicar menos potencia a los
motores por debajo de la exigencia normal de un motor diseñado para alto
octanaje, como son los motores de un C-47. Estos pueden ajustarse para rangos
inferiores, especialmente en cuanto a la cantidad de combustible, siempre y
cuando el peso, la distancia de despegue disponible y las temperaturas, lo
permitan. Es seguro que un motor de alto rendimiento funcione por debajo de los
parámetros de diseño en forma confiable. Lo cual no es factible hacerlo al
contrario, sin poner en riesgo la seguridad de la operación.
Después
de llegar a Bogotá reporté la terminación de la larga misión sin novedad. Por
la forma, sin extrañeza, como me recibieron, me di cuenta que hasta se habían
olvidado de nosotros y que no recordaban que estábamos en medio Llano varados,
en espera de un auxilio de combustible.
Como
sabia que al avión le había quedado el remanente inevitable de gasolina de bajo
octanaje, no podía dejar de informar. La siguiente tripulación que volara el
avión no sabia de esa novedad y lo haría sin aplicar el procedimiento correspondiente.
Eso implicaba un riesgo de operación que tenia que impedir. Reporté personalmente
al oficial de mantenimiento, quien también se sorprendió. Pero me dijo que el avion
ingresaba a una inspección de mantenimiento donde ellos tenían que drenar los
tanques, así que cambiarían todo el combustible por el usado regularmente.
Pronto
nadie se acordaba ni se les ocurrió pensar, sobre como habíamos llegado sin
haber mandado el auxilio pedido. Así las cosas, el asunto se convirtió en una anécdota.
Más adelante como instructor, tanto de los cursos teóricos del avión como de entrenamiento
de vuelo, aprovechaba para difundir la idea a las nuevas tripulaciones, las
cuales no hacían muy buena cara cuando abordada el tema. Les causaba alguna
prevención. La técnica no estaba fuera de regla y que en caso de mucho apremio,
como una situación de emergencia o combate, esos conocimientos les podrían salvar
hasta la vida.
Nunca
se sabe, cuando se anda merodeando dentro de esas circunstancias, cuan útil
puede ser algo que se olvida y que se puede recordar bajo el apremio de una
fuerte necesidad.
Años
después supe que otros pilotos del Llano hacían lo mismo y que no había sido el
único ni inventado el agua tibia. Era hasta corriente. Mientras que quienes, se
supone, más lo podíamos necesitar y deberíamos saber, los militares, lo teníamos
olvidado. Éramos demasiado ortodoxos, reglamentarios y dogmáticos, por no saber
más de lo cotidiano y lo debido. Es tuil saber como salirse de la rutina pero con
conocimiento y racionalidad solo usando un poco más de lo que son los repetitivos
procedimientos.
Queríamos
volar bajo los parámetros y las doctrinas de la era moderna, con aviones de los
viejos tiempos. Desde antes de la segunda guerra mundial, que fue toda ejecutada
a base de rugidos de pistones y rumores de hélices. Pero esa es otra historia. Crónicas
de vuelo.
Iván
González.
No hay comentarios:
Publicar un comentario