BOLIVARIANOS
ENTRE PERÚ Y ARGENTINA POR BOLIVIA
ENTRE ARGENTINA Y BRASIL POR URUGUAY
Cuando
Bolívar llegó al Alto Perú, actual Bolivia, la región se encontraba en una
encrucijada entre el orden interno y la defensa de su soberanía.
Del
lado occidental de la cordillera, actual Perú, a Bolivia, se le denominaba como
El Alto Perú, desde tiempos realistas. Denominación colonialista que inducía a
pensar que era territorio peruano. Claro que a los descendientes del poderoso
imperio inca y, después, del fuerte Virreinato del Perú, no les fallaban ganas
que así fuera. Sin embargo, cuando los habitantes de esas montañas, agradecidos
con Bolívar, decidieron denominarse bolivianos, se perfiló como una región
totalmente autónoma.
Además
de ello, Bolívar, había avanzado victorioso, desde el norte del continente,
persiguiendo a los realistas, hasta esas cumbres. La presencia del Libertador,
también ponía en duda la influencia argentina en esa región. Aunque los
argentinos lo toleraban porque hacía poco habían declarado su independencia y
la falta de organización interna los tenía muy vulnerables ante los intentos de
reconquista española
Por
el otro lado, los argentinos consideraban que el Alto Perú les pertenecía por
ser extensión, de sus planicies y por cedula real. De todas formas, los
argentinos estaban ante un dilema entre lo político y lo militar. Porque el
gigante vecino, Brasil, gobernado por el emperador Pedro, daba demostraciones expansionistas,
bajo la protección de la Santa Alianza.
Pedro había declarado de su propiedad la margen oriental del Río de la Plata, actual Uruguay.
Los
moradores de esa rivera Rioplatense habían dicho que no deseaban ser parte del Brasil.
Por costumbres, modo de vida y lengua, preferían ser parte del Rio de la Plata,
actual Argentina. Argentina entró en el dilema de apoyar a los moradores, después
llamados uruguayos, aceptando la adhesión de esa provincia pero a costa de una
guerra. O dejarlos abandonados aunque admitiendo que no le importaba el expansionismo
brasilero que, luego, le podría ser nefasto. Pedro era monarquista y no
comulgaba con las inclinaciones republicanas surgidas en la Argentina.
Ante
el gran peligro de una inminente guerra con Brasil, los argentinos vieron la
llegada de Bolívar, a lo alto de la cordillera, no como otra desgracia, sino como
la vía de su salvación. Solo necesitaban dar el adecuado manejo diplomático. Mandaron
una comisión a entrevistarlo.
Bolívar
había dejado claro que sus intenciones no eran de conquista, solo de
persecución temporal del enemigo y que solo buscaba acabar el predominio
ibérico en la América
del sur. La promulgación de una constitución boliviana lo confirmaba.
Los
argentinos decidieron dar un paso igual emulando su actitud. Pretendían retomar
la delantera y ganarían un aliado. En lugar de oponerse, decidieron declarar
que daban plena libertad a los bolivianos para decidir su propio destino y establecer
la forma de gobierno que más les pareciere. También admitiendo que Bolívar designara
los límites con Bolivia. Tendrían acuerdo y amistad.
Le
ofrecieron a Bolívar nombrarlo Protector de la Argentina, que lo convertía en
Protector de América, ya que antes había sido nombrado Libertador en la Gran
Colombia (actual Colombia, Ecuador y Venezuela), además de Protector del Perú.
Así
contribuían a la idea bolivariana de crear una Alianza de Naciones
Suramericanas. La que se opondría las intenciones de reconquista de la Santa
Alianza europea, cuyo principal representante, en América, era el Brasil con su
monarquía.
Lo
invitaron a ingresar a la Argentina con el Ejército y su flota bolivariana,
pagando sus gastos. Querían ganar el medio que neutralizara las intenciones
expansionistas de Pedro.
El
emperador Pedro, quien seguía con interés esos tratos entre argentinos, colombianos,
peruanos y bolivianos, necesitaba saber las intenciones reales del Libertador. Si
Bolívar se pondría de parte del Brasil, o de la Argentina por su reclamación de
la Margen Oriental del Plata o si actuaría por cuenta propia contra el Brasil
por su monarquismo. Ya que españoles no había en Brasil, que era el motivo que
había traído a Bolívar desde el Caribe hasta Bolivia.
El
que Bolívar tuviese tanto reconocimiento dentro de los argentinos, hasta el
punto de haberlo invitado y ser proclamado el “Protector de la América”, título bastante amplio,
era cosa ya preocupante para el Brasil. El único lugar que quedaría por fuera de
su influencia eran solo los descendientes del imperio portugués, en este
hemisferio.
El
dilema de Pedro era si Bolívar quería expulsar también al monarquismo portugués,
representado por él, como había destruido al ibérico, o si seguiría expandiendo
el republicanismo, como lo era Bolívar, en contra del Brasil. Que, a la larga
seria lo mismo. Si solo tenía ansias de conquista sobre Brasil o solo de imponer
el orden necesario en la
Argentina para implantar el republicanismo, en reemplazo del monarquismo,
propuesto por San Martín. Quien antes se había unido a los chilenos para
marchar contra al hispano virreinato peruano.
No
era posible averiguarlo simplemente por las vías diplomáticas, ni su influencia
política era suficiente para obligar a Bolívar a expresar sus pretensiones.
Solo lo lograría presionando por medio de hechos cumplidos. Por eso, sin
declarar la guerra ni dejar ver le objetivo de sus intenciones, pensó en un acto
de provocación. Mandó a uno de sus generales a la provincia brasilera de
Matogroso para invadir, como así lo ejecutó, a la fronteriza localidad de Chiquitos,
perteneciente a la provincia boliviana de Santa Cruz. Según la respuesta
obtenida podía saber cuáles eran los planes de Bolívar.
Como
Bolívar necesitaba ser prudente porque había avanzado más de lo inicialmente
acordado y autorizado por Santa Fe de Bogotá, y con Santander bastante incomodo,
se dirigió indirectamente al emperador Pedro.
No
podía mostrarse intervencionista dentro de la Argentina provocando una factible
guerra interna, así lo alagaran con invitación. Dentro de la Argentina, a pesar
de la amenaza brasilera, no había aun total unanimidad de criterios políticos a
pesar de los esfuerzos hechos por su Libertador San Martin. Persistían los monarquista
y los republicanitas. A Bolívar también lo contenía la declaración de Inglaterra
que no deseaba una guerra entre Argentina y Brasil que afectaría sus intereses comerciales
con ambos. De intervenir en favor de ese conflicto, Bolívar tendría otro
enemigo europeo, adicional al español.
Pero
el mismo Pedro le dio la soluciona a tantos dilemas. La endiablada suerte de
Bolívar no lo abandonaba. En la invasión brasilera del pueblo boliviano de
Chiquitos, Bolívar encontró la manera de dejar claros sus propósitos. Pudo mostrar
sus intenciones sin tener que ponerse en favor de ninguno de los dos disputantes
del Uruguay. Ni entrar en conflicto con Inglaterra. Ni provocar más a Santander
con su disgustado Congreso. Ni quedar mal con los argentinos. Ni involucrar a Bolivia
en una discordia con Argentina. Ni ser traidor de los peruanos. Ni mostrarse
ante Brasil como un pendenciero que intervenía en cuanto pleito se presentara
en el continente. Ni dar más motivos para estimular la consolidación de la
amenaza europea de la Santa Alianza. Además de ganarse el respeto internacional
para el reconocimiento de sus naciones recién creadas.
Le
reclamó a Pedro por el acto inamistoso presentándose únicamente como protector
de los intereses bolivianos, mas dejando oculto o, como mínimo, sin mencionar las
demás repercusiones. Omitiendo todas esas caras del problema podía quedar bien
con los involucrados ante el resto del mundo. Lo hizo en el discurso ante la delegación
Argentina que lo visitó para comunicar la intención ya mencionada de Argentina con
respecto a Bolivia.
Allí
dijo Bolívar: “Nos sorprende que un Príncipe
americano, recién independiente de Europa (Por supuesto se refería a Pedro),
destinado a ser amigo de sus vecinos, es
el que ocupa una plaza que nos pertenece (se refería a la localidad
boliviana de Chiquitos). Y cuando el espanto
de nuestras armas lo ha de poner en fuga, ultrajarán a nuestras gentes y
propiedades. Sin embargo, estas violaciones las hemos dejado impunes, para
añadir más nudos a los vínculos que nos estrechan. Para que, a su vez, podamos
reclamar nuestros derechos en la misma forma como los adquirimos”. (Se
refería al uso de las armas como lo había hecho durante 15 años de campaña). El
mensaje era claro: Acto de perdón pero también de guerra, si era necesario. La
persuasión junto con la imposición.
Mas
el reproche debía causar adicionales efectos profundos que el de una simple y
sola advertencia. Tenia que ratificar que las consecuencias serian
terriblemente desastrosas, en caso de no corregir de inmediato. Efectos no solo
para el general invasor sino para el Brasil, si no modificaba pronto su
atrevimiento.
Simultáneo
al discurso, mandó un mensaje directo al General brasilero pero subliminal para
Pedro. El que desharía la incertidumbre que había motivado al emperador brasilero
a emprender la osada acción. Bolívar esperaba que esa comunicación, por su
procedencia y por el carácter que le imprimía, no pudiera pasar desconocida al
soberano monárquico.
Escribió
al responsable de las tropas brasileras. Con eso pretendía decir, también, que
lo consideraba no SOLO UNA SIMPLE imprudencia
de un descarriado subalterno, que había obrado por su cuenta, sino que se trataba
un acto original de la voluntad de la gran nación. Y su emperador también
sufriría los efectos.
Le
dijo al General Araujo y Silva, comandante de las tropas invasoras, en términos
categóricos: “Prevengo al Señor
Comandante General de Santa Cruz (subalterno de Bolívar Comandante
boliviano de la guarnición de la que hacia parte Chiquitos), que si usted no desocupa en el acto a
Chiquitos, marche contra usted. Y que no se contente con libertar nuestras fronteras,
sino que penetre a su territorio, que se nos declara enemigo. Llevando la
desolación, la muerte y el espanto, para vengar nuestra patria. Y corresponder
a la insolente y la atroz guerra, con que usted lo ha amenazado”.
No
le bastó con el discurso para Pedro y la nota al General. Era necesario hacer
algo cercano o similar a la ofensa causada, pero con elegante manejo y explicita
determinación. Arengó en proclama pública a sus tropas desde la cumbre del
cerro del Potosí. Allí subió con comitiva y las banderas desplegadas de las
naciones libertadas, para indicar que hablaba en nombre de todos esos territorios.
Bolívar era amigo de actos dramáticos y espectaculares. Dijo: “Soldados. Venimos venciendo desde las
costas del Atlántico y, en 15 años de una lucha de gigantes, hemos derrocado el
edificio de la tiranía, formado tranquilamente con tres siglos de usurpación y
violencia. Cuanto no debe ser nuestro gozo, al ver a tantos millones de hombres
restituidos a sus derechos por nuestra perseverancia y esfuerzo. Nosotros estimamos
en nada esta mole de plata, llamada Potosí, sobre la que estamos, y cuyas ricas
betas fueron de España, cuando la comparo con la gloria de haber traído victorioso
el estandarte de la libertad, para hincarlo sobre este tesoro, que es la
envidia del universo”
Y
marchó hasta la ciudad de la
Plata asentada en las moles andinas que descienden hacia la
planicie del oriente. La misma que llega hasta el Atlántico, y donde se inician
las pampas de la América
meridional. Localidad que lo acercaba no solo al Brasil, que lo amenazaba, sino
a la Argentina,
donde era llamado como aliado.
Las
tropas brasileras abandonaron la región restableciendo el equilibrio de la
convivencia. Se confirmó que la comunicación había llegado produciendo los
efectos deseados. Como el militar brasilero, supuestamente imprudente, no fue
descalificado por lo hecho, se evidenció que cumplía instrucciones de un nivel
superior, las de Pedro. No era solo una rueda suelta que había rodado por si
misma, sino enviada desde Río de Janeiro a la lejana frontera. El manejo de las
presiones internacionales por parte de Bolívar, funcionó según lo que el
soberano emperador necesitaba saber. Y lo supo claramente.
La Argentina igualmente sacó provecho. Logró, por amistoso acuerdo, evitar la
inminente guerra y contener el expansionismo brasilero. Se restableció la unión
interna con la cesación de las facciones entre la clase dominante, que abogaba
por una monarquía criolla propuesta por su libertador San Martín, y las
montoneras republicanas. Se convenció de que Bolívar no era una amenaza ni una necesidad
para fortalecer su débil situación interna, debida a sus desacuerdos partidistas,
ni para confrontar el peligro del Brasil.
Se fortaleció la inclinación del pueblo argentino por el régimen
republicano, el que profesaba Bolívar y abrió el camino a la fundación de la nación
boliviana.
El
emperador Pedro identificó la actitud, la capacidad y la influencia del guerrero
Cesariano y del político Cicerónico llegado del norte. Pudo definir hasta donde
llegaban sus derechos olvidando sus deseos de expansión. Perfiló bien las dos fronteras
con Bolivia y Argentina. Evitó una lucha inútil que en nada serviría a las naciones.
Supo cómo no exponerse a ser acorralado, por todo un continente a su espalda
contra un océano al frente. Se mostró flexible reprimiendo sus deseos de
grandeza facilitando que los mismos habitantes de la Franja Oriental del Rio de
la Plata decidieran su destino.
Los
habitantes de esa rica región escogieron, finalmente, no ser parte de ninguna
de las dos naciones que los pretendían. Se declararon independientes creando la
actual nación del Uruguay. Eso le sirvió a Pedro para ganar las confianzas de sus
vecinos y generar el clima de amistad que ha perdurado hasta nuestros días.
El
Perú vio que sus derechos no llegaban hasta el Potosí porque los bolivianos habían
dejado de ser súbditos de los habitantes de la planicie del océano Pacifico por
la cedula real de los años de 1780. Se afianzaban los principios del “uti possidetis”
y el “statu quo”, acordados para después de la guerra de independencia
americana. No pudo prevalecer la dominación de una nación criolla sobre otra,
en reemplazo de la odiada dominación europea. Motivo ultimo por el cual los
peruanos se habían visto obligados a invitar recelosos a Bolívar, cuando San
Martín desistió y los dejo sin su apoyo.
Bolivia
entonces surgió como nación por la gracia de los argentinos, la aceptación de
los peruanos, el respeto de los brasileros, la colaboración de los chilenos y fue
el fruto del empeño y del esfuerzo de los soldados Neogranadinos (colombianos)
guiados por Bolívar. y fue motivador para que naciera, así como ellos, una
nueva nación en América.
Bolívar
extendió su influjo hasta el cono sur del continente. Realidad que, después, le
reconoció San Martin en cartas promulgadas desde su retiro en Europa. Había
realizado su declaración, comprometida en 1816 en Angostura, de llevar su
empresa hasta donde lo requiriera la presencia española. Motivo por el cual
varios de sus oficiales se habían reído y calificado de loco. Liberó a los
peruanos, ecuatorianos y bolivianos de España. Dio a los manipulados bolivianos
su propia nación y autonomía según su ideología y modo de vida.
Dio
confianza a los chilenos cumpliendo su palabra de usar su contingente de tropas
en contra de la dominación española. Motivo por el cual y por determinación de
O’Higgins, habían mandado a sus hombres al Perú bajo las órdenes de San Martin.
Puso
en claro que la monarquía brasilera no podía extenderse a los andes republicanos.
Mucho menos que se prestase de bastión para las inquietantes ideas, que se
cocinaban en Europa. La de crear la Santa Alianza con el fin de reconquistar
las gigantescas colonias españolas en América.
Mostró
que el Ejército colombiano está dispuesto a sostener por las armas sus derechos,
si estos no eran aceptados por la razón.
El
Libertador dedujo que su presencia y su campaña continental, habían concluido. Emprendió
el regreso a la Nueva Granada,
evitándose males mayores por haber ido mas lejos de lo que el Congreso le había
autorizado. Colombia recuperó a su salvador.
Pero
su vida de dificultades no había terminado. Todavía no se habían dado todas
vicisitudes que le esperaban de su inevitable destino. El camino al calvario apenas
estaba a medio recorrer. Faltaba mucho para su crucifixión como redentor de
América. Que es otra historia.
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