Estimado
amigo.
A tu pedido
que escribamos sobre nuestros pensamientos militares damos satisfacción a tu
inquietud. El tema de hoy es sobre los aspectos que la FAC debió estudiar para
emprender el proyecto de incorporar el
personal femenino en la vida militar aeronáutica en el rango de oficial. Por
eso debimos recurrir a experiencias ajenas. En este caso bastante a la USAF,
que ha sido uno de nuestros referenciales más acostumbrados, para evitar al
máximo los errores posibles. Las ideas están consignadas en las ayudas de
presentación que nos hicieron los de la USAF y se explican por sí mismas.
Pues
nuestro conocimiento del tema era nulo y aprender haciendo es arriesgarse
demasiado en asunto delicado. Era un tema de trascendencias institucional. No
solo de la Escuela de Aviación Militar. De por sí, luego, nos dimos cuenta que
no solo debíamos saber sobre la incorporación y la formación de la futura oficial,
sino también que teníamos que crear la doctrina relacionada con la convivencia el
desempeño posterior a la graduación. Es decir, toda su carrera profesional.
Algo que no hicimos a tiempo. Y lo que contamos a continuación, tan solo en
parte, ilustra las consecuencias de ese
error. Que es un tema bastante largo.
Por el
momento iniciaremos sobre lo que se investigó para la primera fase, la de
Formación. Y de lo que para empezar se implantó. Después trataremos, más
afondo, sobre la segunda parte. Este es solo un corto adelanto y centrémonos en
el comienzo.
Estas ideas
son expresadas bajo el principio de la libertad de pensamiento, el derecho a la
expresión. Solo son nuestro criterio personal. En ninguna forma son ni doctrina
institucional. Ni de la Fuerza Aérea ni del Ministerio de la Defensa ni del
gobierno nacional. Con propósito de autovaloración constructiva para el
mejoramiento y el perfeccionamiento continuo. Dogma que debe tener toda persona y organización
que busca la excelencia. Porque aun lo bueno puede ser mejor.
LA
FRATERNIZACIÓN EN EL CAMPO PROFESIONAL DEL OFICIAL FAC
Este
tema fue motivo de diferencias conceptuales entre algunos oficiales. En
especial a quienes les perjudicaba, a título personal, que se reglamentara el
tema. Al no haber normas oficiales ellos podían inventarse las personales,
usando la autoridad de su grado, según
su capricho de conveniencia particular sin tener en cuenta el interés
institucional. Una forma de tráfico de influencias como falta a la pureza de
pensamiento. Que está consignado como falta a la moralidad profesional en los
reglamentos. Por ser algo totalmente contraproducente al fin más importante, la
misión. Que en el caso de una fuerza militar, es la defensa de la soberanía
como interés nacional primordial.
Como
la incorporación de personal femenino a las filas trajo, como consecuencia
inevitable, las relaciones de pareja, era necesario reglamentar el asunto. Eso
debió hacerse de antemano lo cual no hicimos.
Cuando
a comienzo de la décadas de 1990 el Director de EMAVI pidió en la reunión de
Estado Mayor ser más creativos en las sugerencias, propusimos tratar el tema de
reglamentar la Fraternización. Porque ya estábamos viendo algunos
inconvenientes. Y cuando escuchó la propuesta, de inmediato, se opuso. Incluso
a tan solo discutirla. La evitó para no meterse en problemas conceptuales, a
los cuales él les tenía terrible animadversión y casi pánico. Era más bien
torpe para usar el campo del razonamiento argumental porque le era ajeno a su
destreza mental.
En ese
deber se sentía bastante incompetente. Y hacia esfuerzos para que no se notara.
Aunque su perfil intelectual si le fue suficiente para llegar a ser, después, Comandante.
Lo que más le convenía, era que pasara el tiempo y no anticiparse. Creyó que lo
mejor era que, luego, los demás viéramos que podríamos hacer cuando ya no fuese
su deber.
Pues
los problemas existían y se dieron como se previeron. Los casos que
mencionaremos son conocidos. Pero no los referimos con nombres propios para
evitar la vergüenza. Y porque el interés no es descalificar a título personal.
Al contrario, evidenciar nuestros errores institucionales. Para que sirvan de
ejemplo a corregir y de no imitar en el futuro.
Las
parejas militares, por supuesto, no desean que los trasladen donde los necesite
la institución si la asignación no los beneficia a ambos, a marido y mujer. También
ambos querían, y así pasó, ganar doble subsidio familiar. Sabiendo que el
espíritu del subsidio familiar es de uno por núcleo familiar. Además, con el
tiempo, era de preverse que alguno de los dos tendría rango y se aprovecharía
de eso para buscar un cargo fácil y lo más cómodo al cónyuge. Al tiempo que
cobraban doble asignación del subsidio.
Para nosotros
era detestable ver eso y por ello nuestro interés anticipado en reglamentar las
cosas con claridad. Casos específicos como alguien dándole licencias
extraordinarias a la esposa y tolerándole no desempeñar el cargo que debía
cumplir como oficial. O el de otro que, usando su grado, trasteaba a su mujer
para todas partes. Incluso con facilidades para vivir en el exterior donde la
comisión no fue para el designado sino que tenía que ser para ambos. O
argumentaron que por su carácter femenino no debían ser asignadas a los turnos
de guardia. El que todos los oficiales están obligados a cumplir. Se conocen
más casos en otros aspectos. Por algo los gringos reglamentaron ese asunto muy
bien y son interesantes sus normas al respecto.
En otra
oportunidad, muy posterior, otro Director de EMAVI, nos pido opinión
cuando sostenía una conversación con un
oficial sobre el tema. Expresamos nuestro criterio y como vio que nos inclinábamos
por la idea de dictar doctrina, nos consultó sobre la dirección o el principio
que aplicaríamos para reglamentar. Le dijimos que para eso solo bastaba con
seguir nuestro criterio personal que practicábamos en la familia: “Si la
institución se inmiscuía en la familia, pediríamos el retiro del servicio. Y si
la familia se entrometía en la profesión, disolveríamos el matrimonial”. Pero nunca
toleraríamos ninguna, menos, las dos situaciones. Era una regla inevitable. Ni condicionar
una con la otra, por ser fatal para la organización. Le pareció algo
extremamente drástico. Explicamos que por ello se debía reglamentar
balanceándose entre los dos extremos y para que todos supiésemos cual era el
camino a escoger y cuál era el correcto proceder.
Pero
tampoco le pareció. Su carácter benevolente y pusilánime, no le permitía pensar
ni en lo radical ni en lo prudencial. Entonces cerramos la argumentación guardando
prudente silencio. En el campo militar es demaciado riesgoso hacer que los apremios
fluyan de abajo hacia arriba, así sean por la vía de la línea de mando. Que tanto
se pregona pero no se practica. Algo intolerable, pues se tiene como norma
absoluta que estos deben ser solo de arriba hacia abajo. Así la primera forma sea
razonable y los motivos lo justifiquen. Habíamos cerrado toda posibilidad de conciliar
criterios. Y debemos recordar que siempre tiene primacía la obediencia, el
acatamiento y la subordinación. Sin ella es imposible la existencia de una
fuerza militar.
Así
son aquellos Comandantes que acostumbran, como regla frecuente, dejar que las
cosas trascurran sin intervención y que se perfeccione solas. Ya sea por el cambio
generacional y por la mutación espontánea, sin control ni planificación. Para
no verse sometidos a tomar decisiones. Lo que no nos permite mantener bajo
dominio los asuntos evidentes, lógicos y convenientes a la institución. ¿Qué
tal que fuesen decisiones de guerra cuando la defensa nacional lo requiera?
Eso no
era nada nuevo cuando lo tratamos. Ya de por sí, las oficiales estaban
comenzando a esquivar los deberes como oficiales argumentando el género. El
mismo que habían aducido para tener derecho a ser parte de las filas. Como
cuando una TC rechazó la orden que le dio el Subdirector para asumir el cargo
de manejar la logística. Y no tuvo ningún recato, incluso, de declararse
profesionalmente incompetente para acatar la designación que le correspondía
por grado y jerarquía. Ante eso, el mismo comandante nos dio esa orden, al MY,
porque un hombre no puede argumentar el género para rechazar una obligación.
Mucho
menos que nosotros, igualmente, nos declaráramos incapaces. Pues en caso de hacerlo no éramos
dignos del grado ni de la profesión. La solución lógica era que pidiéramos el
retiro por nuestra voluntad. O que se nos destituyera por desacato a una
decisión institucional. Apreciación que no era aplicable a la oficial que
argumentó su intención de no aceptar el nombramiento y se le toleró. Pero a
nosotros si.
Es
decir, las mujeres no podían ser discriminadas por los hombres por razón del
género, algo totalmente válido, para ingresar y asumir los cargos de la
profesión. Pero ellas si podían, estando a dentro para discriminar, con ese mismo
argumento, el no asumir sus deberes pero sin perder sus derechos. Una asimetría
doctrinaria errónea.
Claro
está que, ella si era apta para ganarse el salario de su alto grado pero solo siendo
asignada a una responsabilidad menor, Comandante de un Escuadrón. Entonces el
Subdirector, que para el resto de decisiones usaba la autoridad impositiva
cuando ordenaba, a falta de su incapacidad de lograrlo con liderazgo merecido,
usando la actitud altiva, agreste y mandón, se doblegó y la nombró Comandante
de un Escuadrón. Dependiendo directamente de la Dirección. Para lo cual debió sacar
ese escuadrón de nuestra línea de mando. De esa manera que no quedara la
Coronel de subordinada del Mayor que si obedeció. Porque, de dejar que eso
sucediera, era demasiado evidente el error y de esa forma atenuaba, aunque era
imposible ocultar completamente su grave desatino. Prefirió deformar la
estructura organizacional con el fin de dar gusto a la intrigante oficial.
Claro
que eso redujo nuestras responsabilidades. Pero puso en evidencia lo que habíamos
dicho, que era necesario reglamentar el tema. Porque no solo teníamos
subalternas haciendo tráfico de influencias para su beneficio personal, sino
comandantes débiles para el ejercicio de la autoridad. El grado no les daba
capacidad para asumir los altos cargos. Ni del comandante que no tenía
capacidad de imponer su autoridad y hacerse obedecer, ni de la subalterna para
asumir sus deberes profesionales. Solo las responsabilidades menores según las
conveniencias particulares.
Estos
son solo algunos ejemplos de otros que se sucedían y sucedieron posteriormente.
Los que muchos saben pero callan por temor a represalias profesionales. Como
callamos nosotros. Pero que ante la reunión semanal de oficiales, dónde hizo
pública nuestra designación, fue un grito silencioso de abuso de autoridad por debilidad y omisión. Y preferimos tolerar,
con nuestro silencio, la inmoralidad de un comandante en las filas. Porque era
lo más prudente en ese momento. Lo cual no significaba que fuese aceptado. Pues
era mejor, para la institución, por supuesto que para nosotros también, el obedecer
así no se compartiera. Como se decía en el tiempo de la colonia, aún estamos en
ella, con respecto a las órdenes del rey: Se obedece pero no se acata.
Algunos
meses después, el esposo de la Coronel, un oficial ya en retiro, fue a darnos
explicaciones no pedidas y a pedirnos disculpas, por el desafuero en que había
incurrido su esposa. Adujo haber sido impulsado a ello por su personal
iniciativa. Pero era evidente que era un emisario de la oficial que se
avergonzaba y le mortificaba la conciencia lo causado. Lo escuchamos con
educación, pero no expresamos nuestro rechazo ni aceptación a lo que nos pidió.
Nos abstuvimos las dos cosas. Para dejar en la incertidumbre nuestro parecer. Lo cual nos
daba derecho a cualquiera posición sobre el suceso
Pues
la palabra de los superiores convence pero el ejemplo arrastra. Porque, a los subalternos
inteligentes, esas cosa no les son desapercibidas. Que empañan el espíritu de las tropas, erosionan
el liderazgo y degradan la autoridad. En la cual los subalternos confían cuando
saben que sus jefes se merecen el esfuerzo y sacrifico que ellos tienen que
hacer cuando llegue el momento de combatir.
Porque el liderazgo siempre es más poderoso cuando es merecido por virtudes que simplemente delegado. Los hombres de fila suelen decir: La autoridad del buen comandante es aceptada cuando lo merece, sin importar el grado. O como también dijo el humilde de origen pero muy digno Señor Presidente, el creador de la Fuerza Aérea, Don Marco Fidel Suárez: Es mejor llegar a ser que haber nacido siendo.
siguen las ayudas de los que nos enseñaron.
Continua en el próximo archivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario