AERONAUTAS Y CRONISTAS

martes, 20 de noviembre de 2018

BÚSQUEDA DE UN ELT. SEGUNDA PARTE


Continuación de la crónica.

Nos asaltó la duda sobre la credibilidad de la función de la Sección de Seguridad Aérea. La encargada de efectuar las inspecciones por la forma negativa como el ingeniero tomó nuestra acción llena de buena voluntad y cortesía. Era factible y hasta creímos que no estábamos siguiendo los acostumbrados protocolos usados por los inspectores. Pero esta era una situación con algo de urgencia y era admisible que el empleado del mantenimiento aeronáutico aportara una buena dosis de cordialidad y receptividad.

Algún conflicto de intereses. Además, era factible que se hubiese creado inapropiado contubernio entre la Sección de Seguridad Aérea y la compañía. Ya fuese a nivel institucional o a nivel personal. Al fin y al cabo, los dos más importantes funcionarios dentro de las autoridades aeronáuticas, para certificar a Avianca, eran expilotos jubilados de esa empresa. Habían sido contratados por la Aerocivil como funcionarios oficiales del gobierno para ejecutar esa tarea.  Habían hecho parte de la vieja generación de tripulaciones de la empresa. Cuando a sus pilotos se les consideraba, empresarial y socialmente, unos infalibles seres que en nada ni nadie podía atreverse a cuestionar.

De los que por residual, justificado aprecio o deber moral con ella, deberían darle toda la credibilidad absoluta a la calidad de su mantenimiento. Como en algunas oportunidades lo expresaban en las juntas que se hacían en la oficina de la Dirección General de la Aerocivil cada semana. Se había generado una confianza mutua que parecía ya no tan prudente. Cosas que a veces resultaban inconvenientes. Se contraponían el cumplimiento de sus presentes funciones de auditoria aeronáutica con sus anteriores lealtades profesionales.  

Cambio de actitud. De esa forma comenzó a demostrar más disposición y menos pedantería aceptando la búsqueda. Le pedimos que no sería de mucha utilidad y que apreciaríamos sobremanera si aceptaba acompañarnos. Para reducir aún más su actitud de rechazo le dijimos que era factible que con una sola inspección exterior, podría ser suficiente para encontrar el avión buscado y eso le pareció aún más aceptable.

El avión. Uno de los aviones, que estaba en inspección y ligeramente desmantelado, era uno de los que habían pertenecido a la compañía SAM. Empresa que había sido absorbida por Avianca por razones, especialmente, comerciales. Aún conservaba los logos, pintura y avisos distintivos de la anterior empresa propietaria. Una aeronave de turbina y construcción británica. Haciendo una caminata su alrededor pudimos ver que se trataba de ese avión.


AVIÓN RJ 100 SAM

El ingeniero también nos miraba con cautela. Le parecía como si se tratara de una burla el que utilizáramos un sensor extremadamente sencillo, pequeño y de muy baja calidad tecnológica. Suponía que debíamos usar algo más sofisticado. Pero le mostramos que la fuerza de la señal indicaba que era ese avión. Le dijimos que estábamos absolutamente seguros que ese avión tenía activado el transmisor y le solicitamos cordialmente que lo desactivara.

Nos dijo que a él no le correspondía intervenir ese tipo de sistemas y que además él no tenía conocimientos al respecto. Adujo que eso sólo lo conocían los pilotos y que en ese momento no había una tripulación a la mano en el hangar. Más le replicamos que lo podía hacer con su personal a cargo del área del mantenimiento de los equipos de aviónica y comunicaciones. Ellos tenía conocimiento de lo que le estábamos hablando y que por lo tanto pedíamos el favor que desactivara el transmisor.

Nuevamente aseguro que no disponía de esas personas. Ante tanta negativa y actitud nada propiciadora, le solicitamos que nos permitiera abordar el avión. Nosotros, sin ser conocedores de los sistemas de esa aeronave específica, lo podríamos hacer con nuestros conocimientos generales. Solo necesitábamos su consentimiento para ir a la cabina donde seguro encontraríamos los controles. Allí podíamos verificar la posición de los interruptores. En caso de mala selección podíamos desactivar la señal, en caso de encontrarse activa.

Se asustó con nuestra sugerencia y dijo que entonces lo hiciéramos. Siempre y cuando fuera bajo nuestra completa responsabilidad por lo que pudiese salir mal. Le aseguramos que asumíamos toda la responsabilidad. Y ya un poco molestos por tanto titubeo y dudas injustificadas, de parte de alguien que por su oficio, conocimientos, títulos y cargo, no debería tener.

Que eso lo hiciéramos nosotros bajo nuestra propia responsabilidad y riesgo, ya que él no nos acompañaría en tal actividad. Porque no era la persona indicada para darnos tal autorización. Aunque todo mostraba que era la máxima autoridad disponible en ese momento en el lugar. Y que estaba a cargo de lo que se hiciera con los aviones, los mecánicos, los equipos y las instalaciones.


Supuestamente una persona de muy alta confiabilidad y responsabilidad, pero, en su intimidad profesional, muy incapaz de tomar decisiones. En especial aquellas que no fuesen de carácter rutinario ni simplemente firmar formas de cumplimiento de las tareas que ejecutaban sus mecánicos en los aviones. Típico firmón burócrata enquistado dentro de una importante compañía. Con funciones altamente sensibles a la actividad industrial y el prestigio comercial, aunque sin criterio ni lógica intelectual.

Entonces le dijimos que asumíamos todas las consecuencias. Nos dirigimos a subir al avión e ingresar a la cabina de pilotos. Ante tanta determinación no puso más escusas negativas y nos siguió para observar con detenimiento lo que haríamos. Quizás para verificación aunque creemos que más por curiosidad.

En cabina de vuelo. Habiendo llegado a la cabina comenzamos a estudiar todo el instrumental y los tableros de manejo de sistemas. Como desconocíamos la distribución de controles en la cabina, hicimos una inspección detallada sin intervenir ningún interruptor, ni selectores ni palancas. Queríamos que él observara que no teníamos la obsesión de causar un inconveniente y que además que éramos extremadamente cuidadosos.


CABINA DE VUELO RJ100

Aunque nuestro cargo aeronáutico y uniforme militar debió haberle dado, al menos, la mínima confiabilidad en lo que pedíamos y hacíamos. Mas era claro que no sabía nada de ninguna de las dos cosas. Ni de la organización aeronáutica oficial. Menos de lo militar. Demasiado simple y elemental en su panorama de solo conocer el horizonte más cercano de la cultura de aviación en general. 

Los controles. Pensamos que los controles del ELT estarían en los tableros de techo, laterales, frontales o posteriores, iniciamos la búsqueda en ese orden. Pero nada. Lo último fue la consola central. Mirando de adelante hacia atrás. En la parte final encontramos los controles con los letreros indicadores de selección bastante sucios. Hasta el punto que casi ni se podían leer las correspondientes posiciones. Muy evidente que no le prestaban ninguna atención. Ni siquiera con la limpieza de cabina. Que es parte importante en el acabado final de una fase de mantenimiento.

Estaban en la posición de prendido. Nos dimos cuenta que esa era la causa de la emisión de señal de emergencia, sin motivo y confirmamos, aún más, que era en ese avión donde se estaba emitiendo la señal de alarma.

Entonces le pedimos al ingeniero que, habiendo encontrado la posición inadecuada y sabiendo que esa era la causa, desactivara la señal colocando la posición correcta. Eso lo asustó más y dijo que no se atrevía a hacerlo porque él no sabía que efectos podría causar. Aunque él creía que no pasaría nada porque los sistemas eléctricos del avión estaban desactivados. Y que no sabía que sucedería en el momento en que tuviera que activarlos con esos interruptores en distinta selección a la que en ese momento tenían.

Él había recibido el avión en esa configuración y presumía que eso era, entonces, lo correcto. Que lo mejor era no hacer nada, así fuese que nosotros pensáramos que era inadecuado.  Y que hasta el momento, cuando había hecho anteriores tareas de mantenimiento, no se había presentado ninguna situación anormal. Para él era mejor lo malo conocido que lo bueno desconocido. Y eso, era evidente por su corto saber técnico del avión.

También descubrimos. Nos dimos cuenta que el ingeniero desconocía que el sistema Transmisor y Localizador de Emergencia, ELT, es totalmente autónomo. Usa sus propias baterías y no depende para nada de las fuentes eléctricas principales del resto de la aeronave. Porque, precisamente, está diseñado para ser activado en dos circunstancias. Manualmente por la tripulación, cuando la aeronave se encuentre en emergencia. O, automáticamente, cuando sufre una grave colisión. Así haya fallado la red eléctrica principal que alimenta al resto de componentes, sistemas y mandos del avión. Y no a este componente, que por ello estaba emitiendo señal a pesar de estar totalmente desactivada la red principal del avión.

Además de que ese sistema de señal de emergencia es parte integral de la aeronave y que se encuentra instalado, normalmente, junto con los dos registradores de vuelo por ser de vital importancia. Los que se acostumbra llamar las “Cajas Negras. Desconocimiento totalmente injustificado en él, siendo la persona más idónea que debía saber de todos los sistemas del avión, como ingeniero aeronáutico que era. Y no tanto nosotros por no haber recibido entrenamiento sobre ese modelo especifico de avión pero si sobre este equipamiento de normatividad estándar en cualquier tipo de avión. EL piloto debe asegurarse al terminar cada turno de vuelo que el ELT no tiene su controles en posición de activado.


EQUIPO ELT

Entonces, sin su consentimiento y sin esperar ninguna respuesta, lo hicimos. El ingeniero casi que sufre un sobresalto cuando vio que movimos los comando sin ser personas calificadas para operar esa aeronave.

De inmediato la señal desapareció y, para gran sorpresa del brillante ingeniero, nada raro sucedió. Lo que si fue evidente es que sus gestos mostraron su desagrado por haber dejado en evidencia su falta de amplia idoneidad.

El reporte. Le pedimos el favor de mantener esa posición y que, si tenía alguna duda reportara, en el libro de anotaciones del avión la acción tomada. Que nosotros responderíamos por cualquier cosa que supuestamente pudiese llegar a causar algún inconveniente. Le dimos las gracias y nos marchamos dejándolo bastante aburrido.

No debió causar ninguna otra desfavorable impresión ni motivo del reclamo nuestra intervención o el ingeniero no hizo ningún reporte del suceso. Quizás supuso que si lo hacía daba pie para que se evidenciara su situación profesional y dentro de su compañía. En lugar de lograr algo favorable a la empresa, recibiendo un reconociendo, de seguro le seria desfavorable. Nunca recibimos ningún reproche por lo que habíamos hecho. Quizás, después, habiendo consultando con personas más idóneas llegaron a la conclusión que alguien habría movido, premeditadamente o en forma desprevenida, los interruptores a la posición que no correspondía. Y que nosotros, en lugar de hacer algo inapropiado, los habíamos regresado a su condición normal. La que él desconocía. Y los mensajes de alerta del SARSAT (Servicio de búsqueda satelital de aeronaves siniestradas, por sus siglas en inglés) dejaron de llegar.

El otro sorprendido. Pero quien más estaba sorprendido era nuestro acompañante. Por la forma como habíamos logrado localizar el origen de la señal y la habíamos desactivado. Entonces mostró un mayor interés en saber no sólo como lo habíamos hecho sino también como lo habíamos aprendido. Ante tal receptividad y predisposición al conocimiento, le ofrecimos regresar nuevamente a la oficina, aunque era ya tarde. Aceptó gratamente y con mucho gusto le explicamos las dos cosas.

Le contamos que todo había empezado casi por casualidad y en una simple aventura. Habíamos estado por algunos años en la costa atlántica persiguiendo muchos aviones clandestinos provenientes de los Estados Unidos. En condiciones ilegales ingresaban al país violando nuestro espacio aéreo para cargar y transportar mariguana. En grandes cantidades, toneladas, la comercializaban en ese país.

Los pilotos, generalmente viciosos procedentes del guerra de Viet Nam, sabían que sus vuelos eran extremadamente peligrosos. Los hacían con viejos aviones sacados de los cementerios de aeronaves en su país y que acondicionaban muy someramente para efectuar los vuelos. La mayoría de ellos eran aviones de hélice, con motores de pistón, que provenían de los sobrantes de la Segunda Guerra Mundial.

Por su antigüedad eran de baja tecnología y de menor confiabilidad con un alto riesgo operacional. Para subsanar la posibilidad de un accidente grave y que al menos pudiesen aumentar algo las posibilidades de supervivencia, las tripulaciones acostumbraban comprar localizadores de emergencia portátiles. Los ELT modernos no eran parte del equipamiento estándar de los aviones de esa pasada generación.

Cuando encontrábamos aeronaves accidentadas en las pistas clandestinas, que revisábamos con rutinarios patrullajes, las tripulaciones habían huido apresuradamente, cuando lo lograban. Porque también era frecuente que perecieran en accidentes fallidos de aterrizaje o despegue por las pésimas condiciones de las pistas. Dejaban abandonas sus pertenencias, entre las cuales estaban los localizadores de emergencia.

Tomamos la costumbre de recoger estos transmisores para usarlos también en los nuestros constantes vuelos de búsqueda, ya que en la institución no se nos dotaba de tal facilidad. Casi todos los aviones que usamos, para esos patrullajes, eran de esos mismos aviones viejos incautados a los cuales les hacíamos el mantenimiento y alistamiento mínimo necesario para que fueran lo indispensablemente seguros. Pero tan solo unos pocos disponían de esos transmisores.

Aprendizaje empírico y casual. En una ocasión fuimos llamados por el Ejército para inspeccionar una de esas aeronaves que ellos habían incautado en una pista clandestina. Cuando llegamos encontramos una patrulla de soldados que custodiaba el avión. Un Soldado tenía en su mano un pequeño radio receptor ordinario de baterías donde acostumbraba escuchar música o noticias para entretenerse durante las largas y aburridas horas de vigilancia en ares lejanas y desérticas.

Por lo apartado del lugar le preguntamos si le servía de algo. En esas latitudes no debería llegar ninguna señal de radio comercial. Nos dijo que efectivamente no sólo no podía escuchar nada durante el día pero si algo durante el comienzo y la noche. Pero que debían retirarse bastante de lugar. Si estaba cerca al avión escuchaba un fuerte pito intermitente que le impedía la recepción.

Le pedimos que lo prendiera para escuchar lo que decía e, inmediatamente, identificamos la señal auditiva de un ELT que estaba activado. Estos dispositivos emiten señal en la banda aeronáutica de VHF (Acrónimo de su denominación en ingles Very High Frequency), que es penetrante y nítida.  Cuando el soldado seleccionaba la banda de Frecuencia Modulada, FM, la señal del transmisor, por lo próxima y potente, ingresaba a su poco técnico  receptor. Una maravillosa idea por lo simple y sencilla para buscar aeronaves siniestradas y encontrar localizadores de emergencia que nos eran tan útiles.


RECEPTOR DE FM

Entonces esa experiencia fue la que empleamos para encontrar el avión de Avianca, entre los muchos aviones que estaban en el aeropuerto de Eldorado. Pero lo que más le sorprendió y le pareció raro, fue que no solo le pedimos que dispusiera de un vehículo de búsqueda. También que se consiguiera, entre sus colegas y aburridos bomberos del aeropuerto, un radio receptor de banda comercial. Preferiblemente de muy baja calidad. El mismo que usamos para hacer el seguimiento y determinar el avión perturbador.

Aeronauta culebrero. Le notamos en la cara que nos miraba con la curiosidad propia de estar viendo a un paisa culebrero y brujo. Que se estaba dando ínfulas de poseer poderes mágicos artesanales. Las de un simple campechano cerrero e ignorante, que creía saber de todo y de guardar el secreto del elixir de la vida. Claro que en cuanto a lo de paisa montañero si tenía toda la razón. Pues esos aires de tosco mulero no se nos han quitado nunca en su totalidad. A pesar de los muchos esfuerzos de la Fuerza Aérea por pulir nuestras costumbres primarias y modelar nuestra mente, a condiciones medianamente aceptables o de calidad exigida, para el entorno social de un militar piloto antioqueño.

Le mostramos que era algo sumamente sencillo sin usar satélites.  Que dejó boquiabierto a nuestro reticente Jefe de Búsqueda y Rescate, SAR y de Bomberos Aeronáuticos. Importante y rimbombante cargo. Le dijimos que era siempre conveniente complementar con un poco de estudio y aplicar algo de ingenio. Lección que aprendió bien. De ahí en adelante se mostrabas más permeable a nuestras sugerencias. Como también a nuestras demandas de crecer, cada día, en la calidad del servicio. Y sin dejar de mencionar que nos mostraba más respetabilidad y acatamiento a nuestra autoridad.

Algo que también fue bastante útil para poderle dejar en evidencia que sus subalternos bomberos aeronáuticos acostumbraban a perder el tiempo laboral pago en muchas cosas inútil. Entre las cuales estaba el dedicarse a maquinar conceptos sindicalistas para sustentar sus habituales exigencias laborales injustificadas. Ya que su profesión era la de simple disponibilidad. Prácticamente abusando de su carga laboral que es, simplemente, un ocio pago.

Más desconocimientos. El que había llegado hasta tal punto que, incluso, desconocían el empleo, a su máxima capacidad, de las máquinas de bomberos y el equipo de rescate. Como después lo pudimos comprobar en algunos simulacros de emergencia. Pero cuando querían pedir incrementos salariales, se explayaban, en forma súbita, sobre las imaginarias e infinitas bondades y peligros de su servicio. Sabiendo que era una exageraciones premeditadas por conveniencia personal. Totalmente ajena al interés institucional.

Su desinterés por el auto mejoramiento era tan considerable que incluso la mayoría empleaba su tiempo disponible en fomentar la vulgaridad, el maltrato entre ellos y hasta la generación de disgustos totalmente contraproducentes para la disciplina, el desempeño laboral y la calidad del servicio. Por ello su gremio ha sido infiltrado por ideologías sindicalistas donde con frecuencia amenazan desatender el servicio para pedir mejoras laborales injustificadas. Argumentando, sin realidad, que su profesión es de un riesgo exorbitante. Cuando la verdad es que casi nunca tienen que actuar en condiciones de alta exigencia.

Corren mucho más riesgos los bomberos voluntarios estructurales que atienden, con frecuencia, incendios y emergencias en los cascos urbanos. Los bomberos aeronáuticos viven enclaustrados en sus conventos amurallados dentro de los aeródromos donde casi nadie se da cuenta de su cómoda y desprevenida vida laboral.

De allí nuestro interés por un cambio de actitud y de mentalidad que elevara sus bajos niveles de educación, capacitación e inteligencia. Lo que en parte se logró con la mencionada experiencia. Comenzando por la gerencia, la administración, el liderazgo y la capacidad de gestión, de quien llegó a ser un improvisado Jefe empírico  de esa importante sección.

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