Continuación de la crónica.
Nos asaltó
la duda sobre la credibilidad de la función de la Sección de Seguridad Aérea.
La encargada de efectuar las inspecciones por la forma negativa como el
ingeniero tomó nuestra acción llena de buena voluntad y cortesía. Era factible
y hasta creímos que no estábamos siguiendo los acostumbrados protocolos usados por
los inspectores. Pero esta era una situación con algo de urgencia y era admisible
que el empleado del mantenimiento aeronáutico aportara una buena dosis de cordialidad
y receptividad.
Algún conflicto de intereses. Además,
era factible que se hubiese creado inapropiado contubernio entre la Sección de
Seguridad Aérea y la compañía. Ya fuese a nivel institucional o a nivel
personal. Al fin y al cabo, los dos más importantes funcionarios dentro de las
autoridades aeronáuticas, para certificar a Avianca, eran expilotos jubilados
de esa empresa. Habían sido contratados por la Aerocivil como funcionarios
oficiales del gobierno para ejecutar esa tarea. Habían hecho parte de la vieja generación de tripulaciones
de la empresa. Cuando a sus pilotos se les consideraba, empresarial y socialmente,
unos infalibles seres que en nada ni nadie podía atreverse a cuestionar.
De los
que por residual, justificado aprecio o deber moral con ella, deberían darle
toda la credibilidad absoluta a la calidad de su mantenimiento. Como en algunas
oportunidades lo expresaban en las juntas que se hacían en la oficina de la
Dirección General de la Aerocivil cada semana. Se había generado una confianza mutua
que parecía ya no tan prudente. Cosas que a veces resultaban inconvenientes. Se
contraponían el cumplimiento de sus presentes funciones de auditoria
aeronáutica con sus anteriores lealtades profesionales.
Cambio de actitud. De
esa forma comenzó a demostrar más disposición y menos pedantería aceptando la búsqueda.
Le pedimos que no sería de mucha utilidad y que apreciaríamos sobremanera si
aceptaba acompañarnos. Para reducir aún más su actitud de rechazo le dijimos
que era factible que con una sola inspección exterior, podría ser suficiente
para encontrar el avión buscado y eso le pareció aún más aceptable.
El avión. Uno
de los aviones, que estaba en inspección y ligeramente desmantelado, era uno de
los que habían pertenecido a la compañía SAM. Empresa que había sido absorbida
por Avianca por razones, especialmente, comerciales. Aún conservaba los logos,
pintura y avisos distintivos de la anterior empresa propietaria. Una aeronave
de turbina y construcción británica. Haciendo una caminata su alrededor pudimos
ver que se trataba de ese avión.
AVIÓN RJ
100 SAM
El
ingeniero también nos miraba con cautela. Le parecía como si se tratara de una
burla el que utilizáramos un sensor extremadamente sencillo, pequeño y de muy
baja calidad tecnológica. Suponía que debíamos usar algo más sofisticado. Pero
le mostramos que la fuerza de la señal indicaba que era ese avión. Le dijimos
que estábamos absolutamente seguros que ese avión tenía activado el transmisor
y le solicitamos cordialmente que lo desactivara.
Nos
dijo que a él no le correspondía intervenir ese tipo de sistemas y que además
él no tenía conocimientos al respecto. Adujo que eso sólo lo conocían los
pilotos y que en ese momento no había una tripulación a la mano en el hangar.
Más le replicamos que lo podía hacer con su personal a cargo del área del
mantenimiento de los equipos de aviónica y comunicaciones. Ellos tenía
conocimiento de lo que le estábamos hablando y que por lo tanto pedíamos el
favor que desactivara el transmisor.
Nuevamente
aseguro que no disponía de esas personas. Ante tanta negativa y actitud nada
propiciadora, le solicitamos que nos permitiera abordar el avión. Nosotros, sin
ser conocedores de los sistemas de esa aeronave específica, lo podríamos hacer
con nuestros conocimientos generales. Solo necesitábamos su consentimiento para
ir a la cabina donde seguro encontraríamos los controles. Allí podíamos
verificar la posición de los interruptores. En caso de mala selección podíamos desactivar
la señal, en caso de encontrarse activa.
Se asustó con nuestra sugerencia y dijo que entonces lo hiciéramos. Siempre
y cuando fuera bajo nuestra completa responsabilidad por lo que pudiese salir
mal. Le aseguramos que asumíamos toda la responsabilidad. Y ya un poco molestos
por tanto titubeo y dudas injustificadas, de parte de alguien que por su
oficio, conocimientos, títulos y cargo, no debería tener.
Que
eso lo hiciéramos nosotros bajo nuestra propia responsabilidad y riesgo, ya que
él no nos acompañaría en tal actividad. Porque no era la persona indicada para
darnos tal autorización. Aunque todo mostraba que era la máxima autoridad
disponible en ese momento en el lugar. Y que estaba a cargo de lo que se
hiciera con los aviones, los mecánicos, los equipos y las instalaciones.
Supuestamente una persona de muy alta confiabilidad y responsabilidad, pero, en su intimidad
profesional, muy incapaz de tomar decisiones. En especial aquellas que no
fuesen de carácter rutinario ni simplemente firmar formas de cumplimiento de las
tareas que ejecutaban sus mecánicos en los aviones. Típico firmón burócrata enquistado
dentro de una importante compañía. Con funciones altamente sensibles a la
actividad industrial y el prestigio comercial, aunque sin criterio ni lógica
intelectual.
Entonces
le dijimos que asumíamos todas las consecuencias. Nos dirigimos a subir al
avión e ingresar a la cabina de pilotos. Ante tanta determinación no puso más
escusas negativas y nos siguió para observar con detenimiento lo que haríamos.
Quizás para verificación aunque creemos que más por curiosidad.
En cabina de vuelo. Habiendo
llegado a la cabina comenzamos a estudiar todo el instrumental y los tableros
de manejo de sistemas. Como desconocíamos la distribución de controles en la cabina,
hicimos una inspección detallada sin intervenir ningún interruptor, ni selectores
ni palancas. Queríamos que él observara que no teníamos la obsesión de causar
un inconveniente y que además que éramos extremadamente cuidadosos.
CABINA
DE VUELO RJ100
Aunque
nuestro cargo aeronáutico y uniforme militar debió haberle dado, al menos, la
mínima confiabilidad en lo que pedíamos y hacíamos. Mas era claro que no sabía
nada de ninguna de las dos cosas. Ni de la organización aeronáutica oficial.
Menos de lo militar. Demasiado simple y elemental en su panorama de solo conocer
el horizonte más cercano de la cultura de aviación en general.
Los controles. Pensamos
que los controles del ELT estarían en los tableros de techo, laterales,
frontales o posteriores, iniciamos la búsqueda en ese orden. Pero nada. Lo último
fue la consola central. Mirando de adelante hacia atrás. En la parte final encontramos
los controles con los letreros indicadores de selección bastante sucios. Hasta
el punto que casi ni se podían leer las correspondientes posiciones. Muy evidente
que no le prestaban ninguna atención. Ni siquiera con la limpieza de cabina. Que
es parte importante en el acabado final de una fase de mantenimiento.
Estaban en la posición de prendido. Nos dimos cuenta que esa era la causa de la emisión
de señal de emergencia, sin motivo y confirmamos, aún más, que era en ese avión
donde se estaba emitiendo la señal de alarma.
Entonces
le pedimos al ingeniero que, habiendo encontrado la posición inadecuada y
sabiendo que esa era la causa, desactivara la señal colocando la posición
correcta. Eso lo asustó más y dijo que no se atrevía a hacerlo porque él no
sabía que efectos podría causar. Aunque él creía que no pasaría nada porque los
sistemas eléctricos del avión estaban desactivados. Y que no sabía que sucedería
en el momento en que tuviera que activarlos con esos interruptores en distinta selección
a la que en ese momento tenían.
Él había
recibido el avión en esa configuración y presumía que eso era, entonces, lo
correcto. Que lo mejor era no hacer nada, así fuese que nosotros pensáramos que
era inadecuado. Y que hasta el momento,
cuando había hecho anteriores tareas de mantenimiento, no se había presentado ninguna
situación anormal. Para él era mejor lo malo conocido que lo bueno desconocido.
Y eso, era evidente por su corto saber técnico del avión.
También descubrimos. Nos
dimos cuenta que el ingeniero desconocía que el sistema Transmisor y Localizador
de Emergencia, ELT, es totalmente autónomo. Usa sus propias baterías y no
depende para nada de las fuentes eléctricas principales del resto de la
aeronave. Porque, precisamente, está diseñado para ser activado en dos
circunstancias. Manualmente por la tripulación, cuando la aeronave se encuentre
en emergencia. O, automáticamente, cuando sufre una grave colisión. Así haya
fallado la red eléctrica principal que alimenta al resto de componentes, sistemas
y mandos del avión. Y no a este componente, que por ello estaba emitiendo señal
a pesar de estar totalmente desactivada la red principal del avión.
Además
de que ese sistema de señal de emergencia es parte integral de la aeronave y
que se encuentra instalado, normalmente, junto con los dos registradores de
vuelo por ser de vital importancia. Los que se acostumbra llamar las “Cajas Negras.
Desconocimiento totalmente injustificado en él, siendo la persona más idónea
que debía saber de todos los sistemas del avión, como ingeniero aeronáutico que
era. Y no tanto nosotros por no haber recibido entrenamiento sobre ese modelo
especifico de avión pero si sobre este equipamiento de normatividad estándar en
cualquier tipo de avión. EL piloto debe asegurarse al terminar cada turno
de vuelo que el ELT no tiene su controles en posición de activado.
EQUIPO
ELT
Entonces,
sin su consentimiento y sin esperar ninguna respuesta, lo hicimos. El ingeniero
casi que sufre un sobresalto cuando vio que movimos los comando sin ser
personas calificadas para operar esa aeronave.
De
inmediato la señal desapareció y, para gran sorpresa del brillante ingeniero,
nada raro sucedió. Lo que si fue evidente es que sus gestos mostraron su desagrado
por haber dejado en evidencia su falta de amplia idoneidad.
El reporte. Le
pedimos el favor de mantener esa posición y que, si tenía alguna duda reportara,
en el libro de anotaciones del avión la acción tomada. Que nosotros
responderíamos por cualquier cosa que supuestamente pudiese llegar a causar
algún inconveniente. Le dimos las gracias y nos marchamos dejándolo bastante
aburrido.
No
debió causar ninguna otra desfavorable impresión ni motivo del
reclamo nuestra intervención o el ingeniero no hizo ningún reporte del suceso.
Quizás supuso que si lo hacía daba pie para que se evidenciara su situación profesional
y dentro de su compañía. En lugar de lograr algo favorable a la empresa,
recibiendo un reconociendo, de seguro le seria desfavorable. Nunca recibimos
ningún reproche por lo que habíamos hecho. Quizás, después, habiendo consultando
con personas más idóneas llegaron a la conclusión que alguien habría movido,
premeditadamente o en forma desprevenida, los interruptores a la posición que
no correspondía. Y que nosotros, en lugar de hacer algo inapropiado, los
habíamos regresado a su condición normal. La que él desconocía. Y los mensajes de
alerta del SARSAT (Servicio de búsqueda satelital de aeronaves siniestradas, por
sus siglas en inglés) dejaron de llegar.
El otro sorprendido. Pero
quien más estaba sorprendido era nuestro acompañante. Por la forma como
habíamos logrado localizar el origen de la señal y la habíamos desactivado.
Entonces mostró un mayor interés en saber no sólo como lo habíamos hecho sino
también como lo habíamos aprendido. Ante tal receptividad y predisposición al
conocimiento, le ofrecimos regresar nuevamente a la oficina, aunque era ya
tarde. Aceptó gratamente y con mucho gusto le explicamos las dos cosas.
Le
contamos que todo había empezado casi por casualidad y en una simple aventura.
Habíamos estado por algunos años en la costa atlántica persiguiendo muchos aviones
clandestinos provenientes de los Estados Unidos. En condiciones ilegales
ingresaban al país violando nuestro espacio aéreo para cargar y transportar
mariguana. En grandes cantidades, toneladas, la comercializaban en ese país.
Los
pilotos, generalmente viciosos procedentes del guerra de Viet Nam, sabían que
sus vuelos eran extremadamente peligrosos. Los hacían con viejos aviones
sacados de los cementerios de aeronaves en su país y que acondicionaban muy
someramente para efectuar los vuelos. La mayoría de ellos eran aviones de
hélice, con motores de pistón, que provenían de los sobrantes de la Segunda
Guerra Mundial.
Por su
antigüedad eran de baja tecnología y de menor confiabilidad con un alto riesgo
operacional. Para subsanar la posibilidad de un accidente grave y que al menos
pudiesen aumentar algo las posibilidades de supervivencia, las tripulaciones
acostumbraban comprar localizadores de emergencia portátiles. Los ELT modernos no
eran parte del equipamiento estándar de los aviones de esa pasada generación.
Cuando
encontrábamos aeronaves accidentadas en las pistas clandestinas, que
revisábamos con rutinarios patrullajes, las tripulaciones habían huido
apresuradamente, cuando lo lograban. Porque también era frecuente que
perecieran en accidentes fallidos de aterrizaje o despegue por las pésimas
condiciones de las pistas. Dejaban abandonas sus pertenencias, entre las cuales
estaban los localizadores de emergencia.
Tomamos
la costumbre de recoger estos transmisores para usarlos también en los nuestros
constantes vuelos de búsqueda, ya que en la institución no se nos dotaba de tal
facilidad. Casi todos los aviones que usamos, para esos patrullajes, eran de
esos mismos aviones viejos incautados a los cuales les hacíamos el
mantenimiento y alistamiento mínimo necesario para que fueran lo indispensablemente
seguros. Pero tan solo unos pocos disponían de esos transmisores.
Aprendizaje empírico y casual. En una
ocasión fuimos llamados por el Ejército para inspeccionar una de esas aeronaves
que ellos habían incautado en una pista clandestina. Cuando llegamos
encontramos una patrulla de soldados que custodiaba el avión. Un Soldado tenía
en su mano un pequeño radio receptor ordinario de baterías donde acostumbraba
escuchar música o noticias para entretenerse durante las largas y aburridas horas
de vigilancia en ares lejanas y desérticas.
Por lo
apartado del lugar le preguntamos si le servía de algo. En esas latitudes no
debería llegar ninguna señal de radio comercial. Nos dijo que efectivamente no
sólo no podía escuchar nada durante el día pero si algo durante el comienzo y la
noche. Pero que debían retirarse bastante de lugar. Si estaba cerca al avión
escuchaba un fuerte pito intermitente que le impedía la recepción.
Le pedimos
que lo prendiera para escuchar lo que decía e, inmediatamente, identificamos la
señal auditiva de un ELT que estaba activado. Estos dispositivos emiten señal
en la banda aeronáutica de VHF (Acrónimo de su denominación en ingles Very High
Frequency), que es penetrante y nítida. Cuando
el soldado seleccionaba la banda de Frecuencia Modulada, FM, la señal del
transmisor, por lo próxima y potente, ingresaba a su poco técnico receptor. Una maravillosa idea por lo simple
y sencilla para buscar aeronaves siniestradas y encontrar localizadores de
emergencia que nos eran tan útiles.
RECEPTOR
DE FM
Entonces
esa experiencia fue la que empleamos para encontrar el avión de Avianca, entre
los muchos aviones que estaban en el aeropuerto de Eldorado. Pero lo que más le
sorprendió y le pareció raro, fue que no solo le pedimos que dispusiera de un
vehículo de búsqueda. También que se consiguiera, entre sus colegas y aburridos
bomberos del aeropuerto, un radio receptor de banda comercial. Preferiblemente
de muy baja calidad. El mismo que usamos para hacer el seguimiento y determinar
el avión perturbador.
Aeronauta culebrero. Le
notamos en la cara que nos miraba con la curiosidad propia de estar viendo a un
paisa culebrero y brujo. Que se estaba dando ínfulas de poseer poderes mágicos
artesanales. Las de un simple campechano cerrero e ignorante, que creía saber
de todo y de guardar el secreto del elixir de la vida. Claro que en cuanto a lo
de paisa montañero si tenía toda la razón. Pues esos aires de tosco mulero no
se nos han quitado nunca en su totalidad. A pesar de los muchos esfuerzos de la
Fuerza Aérea por pulir nuestras costumbres primarias y modelar nuestra mente, a
condiciones medianamente aceptables o de calidad exigida, para el entorno
social de un militar piloto antioqueño.
Le
mostramos que era algo sumamente sencillo sin usar satélites. Que dejó boquiabierto a nuestro reticente Jefe
de Búsqueda y Rescate, SAR y de Bomberos Aeronáuticos. Importante y rimbombante
cargo. Le dijimos que era siempre conveniente complementar con un poco de
estudio y aplicar algo de ingenio. Lección que aprendió bien. De ahí en
adelante se mostrabas más permeable a nuestras sugerencias. Como también a
nuestras demandas de crecer, cada día, en la calidad del servicio. Y sin dejar
de mencionar que nos mostraba más respetabilidad y acatamiento a nuestra
autoridad.
Algo
que también fue bastante útil para poderle dejar en evidencia que sus
subalternos bomberos aeronáuticos acostumbraban a perder el tiempo laboral pago
en muchas cosas inútil. Entre las cuales estaba el dedicarse a maquinar
conceptos sindicalistas para sustentar sus habituales exigencias laborales
injustificadas. Ya que su profesión era la de simple disponibilidad. Prácticamente
abusando de su carga laboral que es, simplemente, un ocio pago.
Más desconocimientos. El que
había llegado hasta tal punto que, incluso, desconocían el empleo, a su máxima
capacidad, de las máquinas de bomberos y el equipo de rescate. Como después lo
pudimos comprobar en algunos simulacros de emergencia. Pero cuando querían
pedir incrementos salariales, se explayaban, en forma súbita, sobre las
imaginarias e infinitas bondades y peligros de su servicio. Sabiendo que era
una exageraciones premeditadas por conveniencia personal. Totalmente ajena al interés
institucional.
Su
desinterés por el auto mejoramiento era tan considerable que incluso la mayoría
empleaba su tiempo disponible en fomentar la vulgaridad, el maltrato entre
ellos y hasta la generación de disgustos totalmente contraproducentes para la
disciplina, el desempeño laboral y la calidad del servicio. Por ello su gremio
ha sido infiltrado por ideologías sindicalistas donde con frecuencia amenazan
desatender el servicio para pedir mejoras laborales injustificadas. Argumentando,
sin realidad, que su profesión es de un riesgo exorbitante. Cuando la verdad es
que casi nunca tienen que actuar en condiciones de alta exigencia.
Corren
mucho más riesgos los bomberos voluntarios estructurales que atienden, con
frecuencia, incendios y emergencias en los cascos urbanos. Los bomberos
aeronáuticos viven enclaustrados en sus conventos amurallados dentro de los
aeródromos donde casi nadie se da cuenta de su cómoda y desprevenida vida
laboral.
De
allí nuestro interés por un cambio de actitud y de mentalidad que elevara sus
bajos niveles de educación, capacitación e inteligencia. Lo que en parte se
logró con la mencionada experiencia. Comenzando por la gerencia, la
administración, el liderazgo y la capacidad de gestión, de quien llegó a ser un
improvisado Jefe empírico de esa
importante sección.
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