PARTE
08
TARAPACÁ
· "Uno
de Tropa" fue nombrado guarda de almacén general de armamento. Bajo su
responsabilidad estaba algo más de 1.000 fusiles oxidados y casi perdidos a
causa el clima. Ametralladoras, morteros, dos viejos cañones de 75, unos
cuantos fusiles peruanos y más de 1 millón de cartuchos. El almacén de
armamento era un rancho pajizo y desvencijado que dejaba pasar el agua por
todas partes mojando los preciosos elementos allí guardados. Se dio a la tarea
de asear y engrasar aquellas armas, que dan la garantía de victoria sobre el
enemigo. Soldados convalecientes le ayudaban en aquella tarea.
· Un
cauchero es el corregidor de Puerto Leguizamón, pero explota a los indios. Antes
de empezar el conflicto había sido cauchero al otro lado del río. Pero solo con
ello no hace sino adaptarse al medio. En la selva no es más ley que la del más
fuerte. No solo los peruanos han matado indios en estas soledades. También lo
han hecho nuestros compatriotas. No diga eso, mi Sargento, le dijo uno de los
ayudantes. Pues no sólo lo digo, sino que lo escribiré algún día.
· El
aserrío funcionaba incesantemente. El tractor que andaba trabajosamente la
trocha a la Tagua traía los víveres. Sin paraR los campamentos se construían. El
lento repiqueteo de los martillos era un mínimo del progreso futuro. En esta
tarea modesta pero meritoria se consagraron tres hombres: el Teniente Moreno
Córdoba, jefe de la Comisión de armamento. Y el Sargento Primero Varela,
modesto hombre que por humilde solicitud se omite. Tampoco se descuidaron por el
Coronel Gálviz los otros factores del progreso de la guarnición.
· Llegaron
unos pocos soldados evacuados del Amazonas. Contaban sus proezas en la selva y
sus padeceres. Les preguntamos cómo fue la batalla de Tarapacá. Nos
contestaron: miles de pesos gastaron municiones contra una zanja vacía.
· Comentario: el general comandante de las tropas colombianas le dio
un tiempo de gracia al destacamento peruano que lo ocupaba para evacuar. Al
otro día atacó pero en la noche los peruanos habían abandonado la base y por
esto el combate fue al aire porque no había enemigo que los confrontara. Claro
que el informe al gobierno se redactó en el sentido de haber sido vencedores.
Un Teniente se hizo héroe porque corrió una
cuadra con la bandera en alto en aquel combate sin enemigos. Lo único original
que hubo en la campaña del Amazonas fueron las sirenas del
corresponsal Felipe Lleras Camargo. Y los partes bélicos del General
Vázquez Cobo, junto con lo que dejó de relatar Lleras Camargo en sus
reportajes. Estos malditos rajan hasta del Papa.
· Aviones
peruanos habían volado sobre el territorio de Colombia cerca de la guarnición
de Monclar. Resurgieron las esperanzas de guerra. Dieron la orden de disparar
sobre las facciones del enemigo que sobrevolaran sobre nuestro territorio. El Coronel
Gálviz con una compañía pesada y unas cuantas decenas de infantes, marchó a
Güepí (una guarnición peruana aguas arriba del rio Putumayo desde Caucayá, a
mitad de camino a Puerto Asís) en el cañonero “Barranquilla", a pedir
satisfacciones a los peruanos. Los que quedaban despidieron a los
expedicionarios como si viajaran a la muerte.
TROPAS COLOMBIANAS MOVILIZANDOSE
· Más
de 300 peruanos habían
pasado en lanchas frente a Puerto Leguízamo y debía estar Güepí convertido en
una fortísima posición. La
ansiedad de pistolerismo duró por dos días. Al cabo de ellos llegó el
valiente comandante con sus tropas. Venía radiante. Los peruanos habían dado
toda clase de satisfacciones y habían evitado con ello que el Barranquilla
solo, pero tripulado por un puñado de valientes, se estrellará contra la
barranca que antes había tomado los colombianos atacándola con toda clase de
armas. El "viva Colombia", que retumban los aires levantó en los
espíritus una alegría orgullosa y patriótica.
· "Uno
de Tropa", cuando llegó a la frontera, no tenía habilidad para montar
siquiera una canoa grande pero con el tiempo se fue acostumbrando y ya era capaz
de manejar hasta "potrillos". Todos los domingos y días de fiesta
salía de cacería y se divertía especialmente en la pesca en compañía del negro Orovio y, a veces, del
colono y del indio Julio. Para su salida preferida era al río Caucayá, vecino
al puerto y con pescado. Siendo que es el único lugar del Putumayo donde existe alguna cacería. El
Caucayá es quizá una de los ríos
más vellos de aquellas regiones. Tiene unos 20 m de ancho por unos 25
como promedio de profundidad. A menudo se copian en sus aguas quietas, las
siluetas traviesas de los monos que corren entre las ramas de una orilla a la otra.
PARTE
09
EL
INCENDIO
•
Un domingo salió con el
negro Orovio a pescar lanzando tacos de dinamita. Un hermoso “puño" se
debatía a pocos metros en los espasmos de la agonía. Orovio lo cogió
abarcándole la cabeza. El pez, sin olvidar su instinto, arrancó un pedazo de
palma de la mano de un bocado. Orovio dijo: maldita sea. Tiene hambre hasta
para morirse. "Uno de Tropa" le dijo burlonamente: “Le has
proporcionado la última cena para morirse”, mientras le vendaba la mano con un
retazo de su camisa. Se fueron a la chosa del colono Castillo donde tenía una
chagra con yuca, plátano y coca. Hicieron un banquete digno de un gastrónomo.
Durmieron toda la tarde en los chinchorros y antes de oscuras se regresaron a
Caucayá.
• Se llegó la hora de partida de Starke. Había sido su amigo y
partía ahora. Starke que era un alemán, aviador de la Guerra Mundial.
Aventurero de todo el mundo y por lo tanto desengañado, materialista y
escéptico. En Caucayá fundó una fábrica de gaseosas desde tiempos del comando
del Coronel Gálviz. Después de este alemán no había en aquel tiempo más persona
interesante en Caucayá, que el Negro Neiva, desgarbado y huesudo. Parecía una
calavera embetunada andando en zancos. También había estado en la Guerra
Mundial y era masón.
• Emilio Murillo, llegó con un par de vitrolas viejas y unos
discos más viejos todavía. Era un antioqueño, negociante en limones y naranjas
podridas. También trajo algunos comestibles, semillas y aguinaldos para las
tropas. Los discos y algunas semillas los dejó Murillo abandonados en un
cuarto, de donde los soldados se las robaron. Las semillas, lechugas y tomates
en su mayoría, las sembró "Uno de Tropa" en la chacra del colono
Castillo y estas fueron las primeras hortalizas que se dieron en aquellos
lugares.
TROPAS EN EL FRENTE
En la madrugada se dio la voz de fuego. Se empezaba a
incendiar un rancho contiguo al almacén de víveres. Un instante de
desesperación en el cual se creyó que volaría el puerto, pues debajo del
almacén de víveres estaba el depósito de gasolina para uso del tractor y los
motores. Pero los soldados valientes y conscientes de la pérdida que
significaba aquello, sacaron velozmente esta gasolina con grave peligro sus
vidas. Entrar por entre un rancho de paja encendido a sacar unas canecas de
gasolina, es como coger en la mano una bomba de dinamita con la mecha prendida.
Se salvaron también algunos víveres. "Uno de Tropa" juntó sus fuerzas
a las de sus compañeros. Se le quemó la camisa y con las espaldas desnudas,
tiznada y sudorosas, no dejó de prestar su concurso hasta que el fuego fue
dominado.
• Aquel incendio sirvió para que se organizara el almacén de
víveres, que de ahí en adelante funcionó bien, especialmente para que el
almacenista lo disfrutaban con las pocas mujeres de Caucayá. La que él
prefiriera era seguro que ponía tienda con mercancías iguales a las del almacén
de víveres de la tropa.
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