40
DÍAS EN EL VAUPÉS
1950
PARTE
14
• SOBRE LOS ALIMENTOS INDÍGENAS. Observé
en estos largos viajes que los seis u ocho indios marinos que llevaba nuestra
canoa, no tenían sino un panero con fariña. Ni carne ni de tocino ni grasa ni
sal ni frutas ni un plátano ni café ni en absoluto de todo aquello que usamos
los de fuera. Sólo cuando toldábamos temprano se lograba la tarde para pescar y
siempre que les fuera favorable la suerte, mezclaban esa horrible fariña con
algún pez asado sin sal.
Cuando
empieza la cosecha de gusanos hacen asados de gusanos en un pequeño zarzo
encima del fogón, un poco alto, hasta que se tuesta. Los que guardan luego en
cestos para tener buena mesa para varios meses, guisado que les sabe a paraíso.
Cuando comen estos gusanos los pobres indios se ponen oliendo no propiamente a
lirios y jazmines, de modo que apenas lo resisten los demás indios, sus
hermanos. También las hormigas les dan abastecimiento para tiempo. Me cuentan
los padres que en la época de la cosecha salen millones y toda la gente se va
al lugar, les quitan con la uña del pulgar los cuernos y a la boca con ellas,
sin cocinar. Esto también me hace recordar la narración que se hace en la
Vorágine con respecto al asalto de las hormigas Tambochas que son capaces de
comer hombres y animales.
• EL ASEO. Una de las cosas que más me
atormentó y que a hace sufrir bastante a los misioneros es el desaseo de estos
pobres salvajes. Las paredes y los postes son las toallas donde se secan las
manos. Y siempre los indios sacan con las manos de la misma olla el alimento y
beben en la misma cuya. Las camas son siempre hamacas. Esas hamacas saben
siempre de sudor y grasa, pero jamás de agua y jabón. Hay por esas malocas una
verdadera inundación de pulgas y chinches. El casabe va de ordinario bajo el
sobaco, no siempre limpio.
FAMILIA
INDIGENA
• EL MATRIMONIO. Es costumbre y como ley
muy laudable, que los de una misma tribu no se casan entre sí. Cuando el joven
cumple los 20 años, puesto que no hay noviazgo, los padres van a otras tribus y
rebuscan una muchacha que bien puede ser desconocida del muchacho, quien
quedará contento con la que le presenten, bonito fea, con la única condición de
que sea buena trabajadora y que le dé hijos que alegren el hogar.
Los
padres de la novia ponen obstáculos, diciendo que no pueden prescindir de su
hija, porque la necesitan para los quehaceres de la casa. Los padres del joven
ofrecen regalos como ropa, machetes, cigarrillos y se retiran. Algunas semanas
después el papá del novio vuelve acompañado de algunos amigos suyos en busca de
la niña. Se esconden cerca y cuando llega a la ocasión la rapta. Hacen
protestas y pasan luego a la amenaza. Pero esto es pura palabrería indígena
porque parten, entonces, todos a correr, y sin ceremonia alguna ponen la
muchacha en manos del marido. Algún tiempo después los papás de la novia
visitan a su hija. Pero el marido le hace al suegro algún regalo.
Es
otro método de hacer el matrimonio. Yo te doy mi hija para que tú hijo, y tú me
das la tuya para mi muchacho. Si en los primeros meses la mujer parece ser
débil, el marido la devuelve a sus padres y se ha disuelto el contrato. Pero si
el primer hijo nace antes que la disolución, el matrimonio se ha consolidado.
Apenas nace el niño, el Papa se tiene que recoger por tres días en sus hamacas
y sólo puede comer hormigas tres veces al día. La madre sólo puede comer,
frutas y ñame. Como la mandioca es sumamente venenosa cuando pasa por el rayo,
ese veneno se elimina si se cocina por tres horas. Se sirve de bebida, como el
agua de panela o claro de mazamorra antioqueña.
13
noviembre. Día domingo. El padre Elorza completó su mes de tensiones con
nosotros en la correría y se vuelven en las horas de la mañana a Montfort,
adonde llegará entre 10 a 12 días. Si hubiera camino por tierra, serian dos
días.
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