“BOLETÍN
PROFESIONAL”
ENERO
DE 1991
Nota: - “La Armada Nacional ARC y la Fuerza Aérea Colombiana FAC, son dos fuerzas militares fundamentadas, especialmente, en el uso de sofisticadas máquinas y de personal altamente capacitado en conocimientos técnicos. Debido a esa característica común, también se asemejan, en algunos aspectos, en la problemática. Dentro de los cuales está la idoneidad del recurso humano.
Por
ello compartimos este artículo que, a pesar de los años, no ha perdido
vigencia. Nos da luces sobre la importancia de establecer el perfil para la
formación del hombre y su preparación académica. Tanto en capacidad de gestión y
liderazgo, como en ciencias exactas.
Boletín
editado en la Escuela Naval de Cadetes ARC.
Las Notas son nuestros comentarios”-
EDITORIAL
Siendo
nuestra Armada una Institución relativamente joven, que ha logrado quemar etapas de progreso, analizando,
acogiendo y adaptando experiencias de otras Amadas, con resultados altamente satisfactorios,
se considera conveniente que hagamos un análisis retrospectivo. Así podremos determinar
si algunas de estas circunstancias, que han afectado, en las dos últimas
décadas, a la Armada de los Estados Unidos, también han afectado o están
afectando a nuestra Institución. Para sacar conclusiones que nos puedan ser
útiles.
La primera
lección que nos provee la experiencia de la armada de los Estados Unidos es que
todo exceso es malo. En un momento dado se trató de lograr un perfil del
oficial con base en una alta calificación técnico-científica. Con un profundo
desprecio por otras cualidades necesarias en el oficial. En especial la
adecuada formación humanística absolutamente necesaria en quien tiene la
difícil tarea de ser un “Líder”.
Los
criterios de selección pusieron excesivo énfasis, el 80%, en las destrezas matemáticas
en la prueba de aptitud. Mientras que en las habilidades en otros campos,
especialmente el de las ciencias sociales y humanísticas, tenían un peso
relativamente intrascendente, 20%. Similar orientación recibieron los programas
académicos habiendo desaparecido del curriculum aquellas materias que podrían
contribuir al desarrollo de las cualidades inherentes a un “conductor de
hombres”, en el amplio sentido de la palabra.
Actualmente
el péndulo se ha movido en otra dirección y surgen pugnas en la búsqueda de un
adecuado equilibrio cualitativo y cuantitativo en estas dos características primordiales
en la formación del oficial. Aparentemente estas pugnas no han sido resueltas
aún y se denuncian acciones tendientes a obviar instrucciones del Secretario de
la Marina USA, con disposiciones de carácter local.
Mientras
tanto en el colegio de Guerra Naval la catedral denominada “Fundamentos de Obligación
moral”. Cátedra basada en las experiencias de los oficiales de insignia como
prisioneros de guerra, por largos años, durante el conflicto de Vietnam. Busca
llenar, así sea parcialmente, el pasivo en la formación del oficial dejado por
la una obsesión en la educación técnico-científica. Doctrina inducida por gobiernos
y militares de alto rango en épocas anteriores.
¿En
qué sitio se detendrá el péndulo? Es difícil predecirlo. Teniéndose en cuenta
que sobre el problema gravitan circunstancias especiales que van desde una
fuerte presión de la demanda por oficiales tecnócratas hasta el alto sentido de
culpabilidad generado a nivel nacional por el síndrome de “Vietnam”, el cual ha
afectado seriamente a la sociedad americana.
Si
bien el acelerado ritmo de desarrollo en el campo técnico y científico,
presente y latente en las unidades navales modernas, exige en el militar una
muy sólida preparación profesional en esta área, nuestra Armada debe estar en
condiciones de identificar correctamente sus necesidades reales (Nota:
Desarrollar el perfil de necesidades y de soluciones) en cada faceta del
complejo patrón que deben conformar la personalidad del oficial naval,
alrededor de los siguientes criterios:
Primero.
El oficial naval, cualquiera que sea su orientación técnica, es ante todo un “Directivo”.
Cargo profesional que debe inculcarse desde el primer momento en la escuela de
formación a través de un agresivo programa con énfasis en ciencias humanísticas
y sociales. Con amplio espectro de materias tales como el Don de Mando, relaciones
humanas, psicología militar, historia general y naval, literatura, oratoria,
derecho, reglamento y doctrinas, etc.
Asimismo,
durante el periodo de formación, debe darse al cadete la oportunidad de ejercer
la práctica de la autoridad bajo la supervisión y guía de oficiales, psicólogos
y especialistas que pueden detectar y corregir aspectos débiles. e imbuir al joven de las cualidades inherentes a
un Jefe.
El
último año de escuela es esencial. Al Guardia Marina, Alférez o Pilotín se le
entrega la daga, símbolo del mando. Con ella adquiere el joven un compromiso
como Comandante. Compromiso que lo acompañará prácticamente toda su vida
profesional. Y que será cada vez más demandante en la medida en que se escale
posiciones dentro del escalafón.
El
novicio líder debe tener conciencia de su condición de aprendiz de este difícil
arte y de mantener latente, en sus actuaciones, la necesidad de perfeccionar su
disposición para conducir hombres. Aprovechando, al máximo, sus cualidades
innatas y compensando con mucho estudio sus puntos débiles.
Durante
este periodo, la supervisión de sus superiores debe estrecharse aún más con el
objetivo de determinar claramente si el alumno se hace merecedor del título de
Director, que se le otorgará en el momento en que se le entregue la espada que
lo acredita como oficial.
Nota: -“Deficiencia que
vimos, desde nuestra posición como cadetes, en el comportamiento de los
alféreces por una falta de conocimiento y habilidad innata para conducir sus
subalternos y ejercer la autoridad. También como sus superiores instructores habían
sido incapaces, por desconocimiento, de enseñarles el arte de mandar. Razón por
la cual tenían que dejar que aprendieran empíricamente mandando a los cadetes
de primer año. Cometiendo más errores que aciertos bajo su desconocimiento.
Hasta, incluso, del nivel de llegar a ser retrógrados.
Porque
para calificar bien de alférez, como fuese, no sólo tenían que demostrar más
capacidad de imposición que de convicción. Más con autoridad moral dando
ejemplo de rectitud, ecuanimidad, lógica y justicia. Y de esa forma arbitraria
ganar méritos para su graduación.
Por lo
cual su desempeño era más para ganar méritos en vista más de un interés
personal que institucional. Y ese espíritu por surgir, a cualquier costo, aún
de sus compañeros, fue luego detectable en el resto de su vida profesional.
Incluso habiendo alcanzado altos grados y cargos.
De esa
forma la profesión se convertía más en una competencia. Donde la persona se
siente irremediablemente acosada a confrontar permanentemente donde solo gana y sobrevive el más fuerte. En astucia,
intriga, lambonería o apariencia fingida, que en méritos personales o
profesionales reales, siendo esto último lo fundamental para la Fuerza Aérea Colombiana”-
No son
ajenos a nuestras instituciones casos en los cuales excelentes alumnos académicos,
en ingeniería y en ciencias navales, carecen de condiciones como conductores de
hombres. Es este momento propicio para determinar si su condición de oficial
sería benéfica desde el punto de vista institucional. O si, por el contrario,
sus ejecutorias como superior, con jerarquía y mando sólo traería como
consecuencia problemas con sus subalternos. Que se reflejarían en casos de
indisciplina, desmoralización, malos tratos. Y, eventualmente, accidentes o
daños en el material, derivados de su incapacidad de lograr la colaboración
irrestricta de sus subalternos. ¡Ésta en juego desde irreparables vidas hasta costosos
equipos!
Segundo.
No puede negarse de plano la necesidad que tiene la institución de contar con
oficiales cada vez más capaces en las áreas netamente técnicas. El acelerado
avance científico y tecnológico ha traído como evidente consecuencia un cambio
radical en la estructura académica de la formación y capacitación del oficial.
Es necesario, en general, que el oficial cuente con una base científico técnica
para desempeñar adecuadamente las funciones inherentes a su cargo y
especialidad.
Sin
embargo, la experiencia lo ha demostrado, no necesariamente todos los oficiales
han de buscar los más altos niveles en este campo. En tal sentido se han
orientado recientes disposiciones del mando naval, en relación con los cursos
de complementación profesional. Permitiéndose, de esta manera, un manejo más
racional del recurso más importante, el humano. A la vez que sin limitar el
tránsito por el escalafón naval militar de oficiales. Independiente a nivel de
capacitación técnica de cada individuo. Y que permita utilizar cualidades y
capacidades especiales de cada uno de los oficiales en los diferentes campos.
De acuerdo con los requerimientos institucionales.
Oficiales
con condiciones naturales sobresalientes para trabajo de alto contenido
técnico-científico, podrán hacer tránsito hacia el cuerpo administrativo, con
el fin de aprovechar al máximo estas cualidades. No se descarta, sin embargo,
que si además demuestran condiciones como líderes escalen normalmente el
escalafón de mando. Las disposiciones que regulan este esquema se sintetizan en
la circular 02331/Dinem (Mayo/1988) y en la “Cartilla de Información General
Sobre Cursos de Complementación Profesional” publicada por la Escuela Naval.
En
resumen, se considera que la Armada Colombiana identifica, en forma sensata y
oportuna, los peligros implícitos en la toma de decisiones extremas. Sin
miramiento otros aspectos esenciales en la estructura profesional del oficial.
Es de primordial importancia enfatizar en el desarrollo de sus condiciones como
conductor de hombres. Buscando un adecuado equilibrio con otros requerimientos,
especialmente, en la capacitación profesional. El Jefe de Operaciones Navales
de los Estados Unidos aconseja a los cadetes en Annapolis con la siguiente
máxima: “Conozca su trabajo. Conozca sus subordinados. Conózcase usted mismo”.
Tal
vez un ordenamiento más ajustado de este consejo a nuestros propósitos, sea: “Conoces
usted mismo. Conozca sus subordinados. Conozca su trabajo”. Entendiéndose
claramente que las dos primeras sentencias hacen referencia a la condición del
oficial como Comandante, que hemos preferido denominar como “Conductor de Hombres”.
Y la última hace referencia a su nivel de capacitación académica. Nota: -“70%- 30%. Hombre/máquina”-.
Otro
aspecto fundamental de la estructura del perfil profesional del oficial es su formación moral. Aspecto que demanda
cada vez más atención en la medida que nuestra sociedad, en general, sufre
grave deterioro en este campo.
Esta
situación presenta retos cada día más grandes para una institución que tiene el
deber de preservar los más altos valores éticos y morales, en un mundo
convulsionado por cambios radicales en las actitudes y costumbres sociales y
morales. Con nefastas consecuencias que van desde el derrumbamiento del núcleo
familiar con un alto índice de divorcios, separaciones, conflictos familiares, uniones
de hecho o ilegales, drogadicción y el tenebroso narcotráfico. Además de la mal
llamada “revolución sexual”.
Con
sus mortales secuelas, la inversión de valores. En donde el bandolero y el
delincuente común, cebado en el delito, se presenta con imagen de guerrillero
con aureola de héroe épico.
Donde
los medios de comunicación masiva hacen presencia permanente en los hogares con
un elevado contenido de violencia, sea ésta real o ficticia. O hacen apología
de prácticas amorales, dando la apariencia de que éstas son normales en la vida
real. Bien se dice que el impresionante desarrollo de las comunicaciones ha
convertido el mundo en una pequeña aldea, a la que puede aplicársele el refrán
popular: “pueblo chiquito, infierno grande”.
Este
preocupante marco de vivencia afecta gravemente la capacidad del niño y del
joven de discernir entre lo que es “moral” o “inmoral”. O de decidir qué es
“bueno” o “malo”. Un analista americano conceptuaba preocupado: Es aparente que
el código de vida de la juventud moderna gira alrededor de la máxima: “Fast cars.
Fast women. Fast cash” (carros rápidos, mujeres rápidas, o mejor dicho:
fáciles, dinero rápido).
No
importa que si en su loca persecución se pierden el honor, dignidad, el buen
nombre, la libertad y, en muchas instancias, la vida.
Nota: - “Los oficiales
subalternos ante la dificultad de la pésima calidad del personal de tropa y
ante la exigencia de sus superiores por obtener resultados, suelen consolarse
diciendo: “Es que no se puede conseguir más con lo que da la tierrita”. Precisamente
uno de los motivos por los cuales se dieron situaciones que terminaron en el
grave error de los llamados “falsos positivos”-
En
general, puede decirse que, con la excepción de contadas vetas, la cantera de
donde nuestros institutos de formación extraen su recurso humano, presenta un
perfil ético y moral muy bajo. Inducido casi imperceptiblemente por las
circunstancias anteriores referidas, de las cuales sólo se ha mencionado una
mínima parte.
Por lo
tanto, el reto es portentoso: Debemos reconstruir en el joven cadete y futuro
oficial, las bases de una sólida formación ética y moral. Infundiéndole la
práctica de un estricto código de honor que garantice su capacidad para
resistir los embates de una sociedad cada día más en crisis. Inclusive, a riesgo
de que se nos tilde de retrógrados. Pero con el convencimiento de que, a la
larga, lo que ha sido tradicionalmente moral, bueno correcto, es lo
trascendental.
En
este contexto, debemos tener claridad de propósitos en nuestra misión. Es
necesario FORMAR a nuestros cadetes MORAL, MENTAL Y FÍSICAMENTE e imbuirlos en
los más altos ideales del DEBER, HONOR Y LEALTAD, a fin de entregar a la
institución, graduados de una dedicación absoluta a la carrera naval. Con un
potencial adecuado para su futuro desarrollo, en mente y carácter, para asumir
las más altas responsabilidades de comando, ciudadanía y gobierno.
Como
conclusión final debemos manifestar que el perfil de la personalidad del
oficial naval es de gran complejidad. Su formación requiere de un cuidadoso
balance y la búsqueda de soluciones de compromiso. Teniendo especial cuidado en
no caer en excesos que conduzcan a estigmatismos que pueden ser altamente
perjudiciales para la institución.
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