LOS
REPORTES DEL MAYOR WILLIAN GREGORY III, USAF.
Para
el año de 1977, estábamos recientemente graduados, se nos detectó una leve miopía
en el ojo derecho. Aunque no nos impedía ingresar a la aviación de combate, en donde
queríamos volar, la medicina de aviación conceptuó que era mejor asignarnos a
la línea de transporte. Porque el defecto era creciente con la edad. Eso hacía
que nuestro desempeño, o vida útil, en esa carrera seria corta. Algo que es muy
costos para la nación y no tan provechosa para la línea de combate. Ya que lo más
seguro era que no llegaría con aptitud fisiológica al máximo nivel de instructor
de combate aéreo por esa limitación visual.
Entonces
nos asignaron como pilotos de transporte donde no nos impedía un largo
desempeño profesional. Por ese motivo, durante mucho el tiempo, casi veinte
años, de los veintiocho que duró nuestra carrera militar, fuimos oficiales de
planta de CATAM. Donde comenzamos como alumnos de vuelo del equipo C 47, en ese
mismo año.
Al
mismo tiempo, éramos oficiales de infantería de aviación, donde también
escaseaban los oficiales de esa especialidad. Para ese desempeño nos entrenaron
oficiales del arma de Infantería del Ejército a quien la FAC acudió en apoyo
interinstitucional. Como éramos de la especialidad de pilotaje no teníamos conocimientos
de infantería. Ellos nos enseñaron lo básico. Como las técnicas de control de orden
público en localidades con pelotones de Policía Militar. Lo cual nos fue, luego,
muy útil durante el violento paro nacional en el gobierno de Alfonso López
Michellsen. Teníamos que ser polifacéticos y multifuncionales. Pero esa es otra
historia.
Entonces la aviación de transporte se nos convirtió en pasión. Desde ese mismo momento, como alumnos de vuelo del Escuadrón
de Instrucción y Entrenamiento del Comando Aéreo de Transporte Militar CATAM, nos
comenzamos a enterar de las dificultades para entrenar pilotos de transporte.
Ya
para el año de 1982 comenzábamos a ser instructores de tierra en algunas
materias. Vimos como los mayores inconvenientes
no era tanto la cantidad sino en especial la calidad, de la instrucción de vuelo.
No solo en el C 47 sino en los demás aviones de transporte. Y eran muchos los modelos
diferentes que se usaban. Nos inquietaba la deficiencia y deseábamos encontrar
una solución. No encontrábamos la manera de lograr superar el problema, que
también era para esas otras tripulaciones. Reflexionando se nos hizo evidente
el mayor obstáculo.
Durante
años que la FAC tenía por dogma pontifical que consistía en que los pilotos más antiguos eran
los mejor entrenados por tener más experiencia. Simplemente por su mayor número de horas de vuelo. Criterio
que predominaba en el vigente y rígido escalafón de vuelo de las tripulaciones.
Algo
que fue asimilado, según nuestra apreciación, del férreo criterio usado para
definir el escalafón militar. Aunque para nosotros eso era un error. Pues
aunque es verdad que mucha de la capacidad militar de comandar una fuerza
militar es dada por la ponderación y juicio de la experiencia, este concepto no
era asimilable ni tan válido en un campo de tanta tecnología como lo es la
aviación.
A
pesar de que el fundamento de una Fuerza Aérea es militar, y primordialmente el combate aéreo, como debe ser, la naturaleza técnica y operativa del vuelo de transporte
militar, no lo es tanto. Hay que considerar otros factores y ajustes. Como por ejemplo
que la aviación de transporte no hace maniobras criticas de combate de alto
rendimiento aerodinámico. Pero si busca la mayor capacidad de carga a las mayores distancias. Entre otras cosas.
Sin
embargo, el primer criterio había pesado por tantos años sobre el segundo, que se nos hacía imposible comprender la diferencia y se aceptaba sin ningún cuestionamiento
como principio y paradigma inviolable.
Era inadmisible que militares jóvenes asumieran la responsabilidad de volar las
aeronaves modernas y pesadas porque, según eso, no tenían suficiente idoneidad.
Aunque algunos sospechábamos que el tabú se originaba más en la deficiencia
para capacitar a las nuevas generaciones de pilotos.
Predominaba el muy antiguo criterio de los comienzos de la aviación cuando mucha parte de las técnicas y la buena habilidad de volar con seguridad se aprendía empíricamente, simplemente con la práctica. Como hacían los pilotos cuando se descubrió la aplicación militar del avión durante la primera guerra mundial. En ese tiempo muchas cosas no se sabían porque apenas las estaban descubriendo o inventando a punta de experimentar. Claro que con mayores riesgos.
A decir verdad, no estábamos tan atrasados como eso pero
si teníamos un largo tentáculo de rezago de esos tiempos. Pero nadie se había
puesto a pensar y menos a implantar un cambio. Porque eso contradecía paradigmas
muy arraigados que no se querían ni siquiera tocar. Así fuese ya bastante
evidente su necesidad.
Además, el volar las aeronaves más avanzadas,
costosas, confiables y seguras, era indicativo de estatus que demostraba
prestigio y con ello, supuestamente idoneidad para ser distinguidos pilotos. Era la
vía del indispensable escalonamiento profesional. Por esa razón a los oficiales
de mayor antigüedad militar se asignaba lo sofisticado. Porque todo indicaba
que eran los más responsables en sus deberes de vuelo.
También, sin que nadie lo mencionara como insuperable estigma del destino, de esa manera los más antiguos, hacían que fuesen los más jóvenes quienes tuviesen que volar los aviones antiguos. Que eran sinónimo de peligro por no ser una tecnología ya tan confiable. No solo debido a su diseño sino por el prolongado uso y caduco el mantenimiento. Ese heroísmo era más apropiado para los jóvenes pilotos llenos de entusiasmo y adrenalina que despreciaba cualquier riesgo con tal de volar.
Los pilotos antiguos habían pasado por esos riesgos, que no les quedaban bien a
su edad. Y aunque todo eso también era superable, no era fácil por otros motivos. En gran parte
por nuestra baja capacidad económica nacional y nivel tecnológico, que hacían
imposible sacar del servicio los viejos
aviones y se les pudiera dar la mejor atención.
De todas
formas había algunas escasas acepciones a la regla, donde ese criterio comenzaba a cambiar.
A oficiales de otras fuerzas les llamaba bastante a la atención. Como era el
caso de encontrar tripulaciones donde el piloto comandante era de grado militar
menor que el copiloto, segundo al mando del avión. Algo inconcebible en su estructura
jerárquica militar ultraconservadora y tradicionalista de rígida estructura
militar. Pero que en la FAC se podía dar porque priorizaba la idoneidad debida
a una mejor capacitación para el vuelo, sobre la antigüedad militar dada por el simple tiempo de servicio. Eso indicaba
algo bastante modernista que los sorprendía. Y era real en la FAC, dando con
ello la impresión de algo muy novedoso.
Como las primeras generaciones de pilotos de C 130, aviones pesados y modernos, habían sido oficiales antiguos, que para la época de esta apreciación ocupaban altos cargos directivos y de comando, se les hacia difícil dedicar tiempo a la instrucción de tierra y al entrenamiento en vuelo de nuevas tripulaciones. El entrenamiento se fue degradando hasta tal punto que los nuevos pilotos casi que tenían que capacitarse por sí mismos. Se reunían en largas sesiones de estudio.
Entre todos leían los manuales de vuelo y discutían los temas con los
suboficiales técnicos que aún quedaban. Pues muchos oficiales pilotos y
suboficiales tripulantes ya se habían jubilado. Casi no había ayudas de instrucción
de los primeros cursos de tierra y por ello la capacitación era deficiente. Por
eso se solicitó un poyo a la USAF.
En un gesto
de mucho valor y amistad, envió al Mayor William Gregory III, quien fue
destinado al escuadrón de instrucción y entrenamiento de CATAM. Eso fue en el
mismo año de 1982 cuando, como ya contamos, éramos iniciales instructores.
De
entrada causó sorpresa que un oficial de su grado (Rango medio de la carrera
militar) fuese un piloto no solo experimentando en el equipo sino instructor.
Al que se le notaba amplio conocimiento del avión y en las técnicas de vuelo. En
especial en el capitulo del rendimiento. Un concepto no muy considerado, casi que
extraño, en nuestro medio.
Allí hacia todo lo posible en capacitar tripulaciones
y a enseñarnos las buenas técnicas de instrucción de vuelo usadas por la USAF
para sus pilotos instructores. Actuaba mucho como piloto operativo, lo que al mismo
tiempo aprovechaba para dar instrucción. Se esforzó en aprender el idioma
pues el buen conocimiento del inglés también nos era escaso.
Se sorprendió bastante con nuestras deficiencias. Una de las cosas que más le llamó la tensión, aunque nosotros ya lo habíamos detectado, fue la forma como en la FAC combinábamos las funciones de comando y cargos directivos, con las operaciones áreas como tripulaciones al mismo tiempo.
El vio como, por esa doctrina interna,
no éramos proeficientes en ninguna de las dos cosas. una forma de actuar que
le afectaba el mejor cumplimento de su misión. Pues los alumnos con frecuencia
no podían asistir a sus clases. Por ello tanto él, como todos, nos absteníamos de
hablar del tema. En su caso por no ser de su injerencia, aunque se sentía incómodo con el problema. Y nosotros
porque no era tema propio de nuestro rango y autoridad.
De
todas maneras no dejábamos de pensar en como cambiar esa concepción
operacional tratando de combinar lo mejor posible las responsabilidades de
comando con los asuntos administrativos y de logística. Tratar el tema se interpretaba de atrevimiento y un grave trastorno a la institución. Eso
era tocar lo considerado como fundamental de la institución que no se podía
poner en duda. Y una intervención, a si fuese ligera, a uno de los cimientos era
poner en condición inestable todo el edificio. El Mayor terminó su misión de un
año y se marchó habiendo dejado un buen legado en la manera de dar instrucción de vuelo.
Años después,
nos nombraron Comandante de ese mismo Escuadrón. Recordamos
las opiniones informales del Mayor Gregory y lamentamos que se hubiese ido sin
haber dejado ninguna antecedente de sus valiosas apreciaciones.
No sabemos
si con premeditación o fue simple casualidad, dejo copia en los archivos del escuadrón de sus reportes personales que él hacía a sus superiores. Especulando, pensamos
que él creería que después de haberse marchado y ya sin las limitación de las
debidas precauciones diplomáticas, alguien se enteraría de lo que reportaba. Y le diera alguna consideración y aprovechamiento posterior para nuestro bien.
Pues así sucedió.
Depurando
archivos caducos para su destrucción, los encontramos, En ellos indicaba su desempeño y sus inquietudes
profesionales de su estadía en Colombia. Dentro de los cuales esteba consignada
su problemática para cumplir sus deberes, como lo mencionamos. Nos dimos a la tarea
de extraer de sus notas los apartes que nos concernían y que estaban en la misma
dirección de neutras propias inquietudes.
No sabemos
si aún tengan vigencia porque la FAC ha cambiado
mucho en los últimas casi cuatro décadas. Pero si las llegaran a tener, pueden
ser de algún provecho pensar nuevamente en el asunto. O, de lo contrario, por ser algo anecdótico. Los cambios de doctrina
en las organizaciones militares, por ser tan altamente piramidales, verticalizadas,
conservadoras, tradicionalistas y ortodoxas,son lentos y difíciles. Son bastante rígidas y
lentas de evolucionar. Aunque que se tengan buenas razones para el cambio.
A
pesar de ello es un factor que es imposible de evitar, porque los asuntos militares
tienen que adecuarse a los nuevos tiempos y circunstancias. Si no avanzamos,
nos atrasamos. No porque retrocedamos sino por que el entorno se nos adelanta.
Por eso compartimos los extractos con los lectores del Blog interesados en las cosas de la aviación militar colombiana.
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