Introducción
Habiendo
mucha similitud entre lo sucedido en la USAF y la FAC, desde hace años, en
relación con las concepciones doctrinarias y culturales entre las dos fuerzas,
publicamos este viejo artículo donde se muestra lo importante que es aprender de
las experiencias ajenas. No solo para evitar los errores cometidos por otros
sino, y muy especialmente, para adoptar las soluciones y los aciertos que son
la base del mejoramiento continuo y la búsqueda de la calidad militar.
Porque
sin capacidad de autocrítica y evaluación permanente, no es posible la
modernización. La técnica de comando por la vía del liderazgo ha sido uno de
los motivos por los cuales la calidad militar es más exitosa entre las
naciones.
La
Fuerza Aérea Colombiana, no solo por usar considerable equipamiento aéreo de
origen norteamericano, sino por las
largas relaciones interinstitucionales con la USAF, ha adoptado diversos
de sus criterios doctrinales. Pues los méritos de la USAF en el campo directivo
y de gestión, basados más en el poder de la convicción que en el de la simple
imposición, son bien reconocidos. Hasta el punto que muchas empresas, industriales,
comerciales y las mejores cátedras universitarias, la ponen de ejemplo como
depurada organización en capacidades gerenciales.
El
autor, inició su vida militar en el rango intermedio de los suboficiales y
escaló hasta el máximo grado de los oficiales.
CÓMO DIRIGIR A LOS HOMBRES DEL AIRE
General Charles D. Link. USAF.
En
septiembre de 1947, nuestra Fuerza Aérea inició su viaje como un servicio
aparte. Gran parte de lo que los hombres del aire opinan sobre el liderazgo
surgió de un legado compartido con nuestros hermanos del Ejército.
Después de tan sólo diez años de
evolución independiente, las diferencias en la manera de enfocar el liderazgo
entre los aerotécnicos y los suboficiales ya eran obvias. Incluso para un
mecánico de aviones inexperto de tan sólo 17 años de edad.
En 1957, en calidad de nuevo aerotécnico
de la Fuerza Aérea, disfruté la oportunidad de estar en un ejercicio de campaña
en el que participó personal del Ejército y de la Fuerza Aérea. Los
suboficiales jóvenes estaban acostumbrados a que se les dijera lo que tenían
que hacer, y luego lo hacían. Los jóvenes aerotécnicos de aviación querían
saber por qué estaban ahí y cuál era el objetivo del ejercicio.
Comprender los matices de dicho contraste estaba fuera de mi alcance en aquel entonces. En la actualidad, creo que estaba presenciando la diferencia entre un liderazgo que dependiera principalmente del poder o de la autoridad, y un liderazgo que reconociera el valor de las perspectivas del subalterno.
Años más tarde, en calidad de candidato
para oficial en la Clase 63D, parte del curso de liderazgo incluía analizar y
luego discutir la película Twelve O’Clock High. El objetivo de esta
lección radicaba en el análisis de dos estilos de liderazgo completamente
distintos practicados por los comandantes de un grupo bombardero durante la
Segunda Guerra Mundial.
El Coronel Keith Davenport fue relevado
de su mando cuando los supervisores del alto mando se convencieron que el
desempeño deficiente de la misión fue el resultado de que Davenport se
compenetró demasiado con sus subordinados. Su reemplazo, el General de Brigada
Frank Savage adoptó una disciplina aplastante que conllevó al mejoramiento de
la misión y, eventualmente, a un mejor estado de ánimo. Creo que la lección
para mí, ese día, fue que en la profesión de las armas, la misión ocupa el
primer lugar.
Durante
el transcurso de los siguientes diez años, más o menos, lo que aprendí acerca
del liderazgo fue solamente a través de ambientes informales, más por
circunstancia que por diseño.
No fue sino hasta que asistí a la Escuela de Comando y Estado Mayor que tuve
otra oportunidad de recibir capacitación formal.
A
pesar de que dicho bloque de adiestramiento fue más profundo que mi experiencia
en OCS, honestamente, no recuerdo haber aprendido nada acerca de “cómo dirigir
a los hombres del aire”.
Sí recuerdo algunas discusiones bastante
sofisticadas acerca del “liderazgo de situación” según fueron presentadas por
Paul Hersey y Kenneth Blanchard. Su libro titulado “La administración del
comportamiento de la organización: Utilizando los recursos humanos”, provee una
excelente encuesta del desarrollo de la teoría de liderazgo.
Para ser justos con los “educadores”,
nuestra capacitación militar profesional no estaría completa sin dicho tipo de
encuesta sobre la teoría de liderazgo. Aprendemos que el siglo XX se ha
caracterizado por un cambio en el énfasis del líder al subalterno, de un
enfoque en las necesidades de la organización a las necesidades del individuo.
Lamentablemente, dicho aprendizaje con
base en la teoría tiende a exagerar la importancia de las tensiones
características de los ejemplos diferentes, a menudo a expensas de una
aplicación más práctica. Muchos de nosotros estamos familiarizados con los
distintos diagramas que ilustran las exigencias rivales de un líder cuyo
interés está balanceado entre la producción (la misión) por una parte y los
subordinados por otra. El líder que logra el balance óptimo entre dichos
intereses rivales es el líder del “grupo”.
En la práctica, yo creo que esta es una
noción que no ofrece ningún tipo de ayuda. Después de todo, en nuestra
profesión, el líder y los subalternos no cuentan con ninguna base legítima para
una relación que no sea la misión. El
énfasis en la “tensión” entre la misión y el personal, da por sentado que las
personas en la organización no están tan interesadas como lo está el líder en
lograr la misión. Si bien esto puede ser posible, no constituye,
necesariamente, una premisa útil.
En
mi experiencia, los líderes que se encuentran en este dilema, a menudo, pasan
mucho tiempo recalcándole al jefe las necesidades de su personal. Y a su
personal las necesidades de la misión decepcionando a ambos al final.
Sin embargo, otra hipótesis tipo “este u
otro” que se presenta en nuestro plan de estudio sobre liderazgo es la Teoría X
y Teoría Y de Douglas McGregor. En este contexto, los líderes de la Teoría X
dan por sentado que los subalternos son o perezosos o incapaces de tener alguna
iniciativa productiva sin necesidad de ser supervisados rigurosamente. Los
líderes de la Teoría Y dan por sentado que los subalternos son inteligentes,
automotivados y orientados hacia la misión. Aquí, una vez más, encontramos que
la teoría gira en torno a las suposiciones del líder y que está descrita en
términos polares generalizados.
En práctica, la mayoría de los líderes
encontrarán que todo grupo de subalternos presentará distintos niveles de
automotivación y habilidad. El líder de la Teoría X que depende, en gran
medida, de su autoridad y supervisión rigurosa probablemente no evocará el mejor
rendimiento de su grupo. El líder de la Teoría Y podría crear un efecto
indeseable similar y terminar siendo como el Coronel Davenport, popular pero
ineficaz y sin empleo.
Completando el análisis de nuestro
repertorio liderazgo/capacitación, se encuentra la teoría de James McGregor
Burns—una que pienso es la que mejor se aplica a la profesión de las armas. En
su libro escrito en 1987, Leadership (Liderazgo), Burns describe a los
que “ejercen el poder” como aquellos cuyo liderazgo está diseñado para poner en
orden los recursos a fin de lograr sus propias metas. El pone en contraste el
liderazgo de los seres humanos como uno concebido para comprometer a los
subalternos en maneras que los motiven a lograr las metas compartidas.
Al igual que todo concepto, al que he
estado expuesto hasta la fecha, Burns trata ligeramente el tema del líder
militar. Por una parte, al líder militar se le proveen subalternos y la
autoridad legal para coaccionarlos a que logren las metas. Por otra parte,
puede que los subalternos del líder militar moderno no necesiten ser
coaccionados.
De hecho, podrían desempeñarse a niveles
de productividad mucho más altos si están comprometidos. Después de todo, no
hay motivo para dar por sentado que están menos interesados que el líder en el
rendimiento de la misión.
Burns continúa describiendo el
“transformar el liderazgo” como una práctica en la que una o más personas, se
comprometen a participan con otras de tal manera que los líderes y los
subalternos se eleven, los unos a los otros, a niveles más altos de motivación
y moralidad. Transformar a los líderes crea ambientes en los que los propósitos
del líder y del subalterno se convierten en uno.
Comparemos esto con su descripción de
liderazgo transaccional, en el que los líderes y los subalternos mantienen
propósitos separados. El líder transaccional podría aportar algo de valor a sus
subalternos a cambio del apoyo y la labor de los subalternos. Los propósitos
del líder y de los subalternos permanecen separados y precisos.
Hasta el momento, nos hemos enfocado, al
igual que la mayoría de la literatura empresarial, en la mitad de la relación
entre el líder y el subalterno: el líder. Robert E. Kelley nos recuerda que la
“facultad de seguir al líder” puede ser tan importante como el “liderazgo”.
En sus artículos publicados en el Harvard
Business Review, Kelley destaca que los roles del líder y del subalterno
han sido impuestos a personas que están o no preparadas para asumirlos. También
destaca que la mayoría de los gerentes desempeñan ambos roles, a menudo
simultáneamente. Kelley continúa destacando que nuestra preocupación con el
liderazgo (como resultado del reconocimiento, glamour, y atención
enfocadas en los líderes) no nos permite dedicar suficiente tiempo a la
facultad de seguir al líder.
Kelley categoriza a los subalternos dependiendo
si son activos o pasivos como “eficaces”, “serviles”, “apartados” o
“pusilánimes”. Si son pensadores independientes y críticos. O si son pensadores
dependientes y no críticos. En este contexto, el valor de los “seguidores
eficientes” es obvio. (Yo agrego: la eficiencia del liderazgo no se da por el
poder del comandante para dirigir sino por la eficiencia con que los
subalternos producen por su propio deseo de lograr la misión, que es su propia
realización. Ese deseo nace de la efectividad con que el líder los motiva. No
tanto por la capacitad con que los obliga. Por eso puede dirigirlos
centralizadamente permitiéndoles la ejecución descentralizada.
Así el que lidera logra la misión, siendo acatado dentro de su libertad para mandar. Al tiempo que el subalterno alcanza y cumple dentro de su menor autonomía para ejecutar. La delegación se da cuando hay un mismo pensamiento).Quizás más importante aún, sus categorías nos ayudan a entender que los subalternos tienen responsabilidades tan importantes como las responsabilidades de los líderes.
Así el que lidera logra la misión, siendo acatado dentro de su libertad para mandar. Al tiempo que el subalterno alcanza y cumple dentro de su menor autonomía para ejecutar. La delegación se da cuando hay un mismo pensamiento).Quizás más importante aún, sus categorías nos ayudan a entender que los subalternos tienen responsabilidades tan importantes como las responsabilidades de los líderes.
¿Qué Tiene que Ver Todo Esto con Dirigir a los
Hombres del Aire?
Analicemos por un momento que la gran
mayoría de los integrantes de nuestra Fuerza Aérea llevan a cabo roles simultáneos
de líder y subalterno. Además, tome en cuenta que ahora contamos con más de 50
años de experiencia dirigiendo y siguiendo en las circunstancias particulares
de la Fuerza Aérea. ¿Acaso no hemos desarrollado ahora un legado de liderazgo
único en su género para la Fuerza Aérea? ¿Acaso no deberíamos intentar
identificar los modelos de comportamiento de los líderes y subalternos de éxito
de la Fuerza Aérea? ¿Acaso no deberíamos considerar dichos comportamientos como
ejemplos en nuestros ambientes de educación y capacitación?
Si
bien la Fuerza Aérea consta de una amplia variedad de disciplinas afines, la
mayoría están relacionadas con un principio central de las operaciones de la
Fuerza Aérea: el control centralizado y la ejecución descentralizada. En su nivel
más elemental, el control centralizado y la ejecución descentralizada requieren
la visión del líder y la iniciativa del subordinado.
La Guerra del Golfo, la primera en la
que el poderío aéreo del teatro fue sometido al mando de un solo aviador,
ilustra este concepto. Durante cada periodo de 24 horas, la intención de mando
de un solo líder se llevó a cabo a lo largo de un espacio de batalla amplio por
300 hasta 500 pilotos líderes de formación y comandantes de misión, actuando y
reaccionando en contra de adversarios racionales.
Entre las diferentes líneas de vuelo que
apoyaban la iniciativa, se pudo observar comportamientos similares de líder y
subalterno a medida que el combustible, los abastos, las municiones y los
aviones fueron organizados en un efecto coherente. Abarcando varios continentes, una red de aviones, bajo el control
centralizado del Comando de Movilidad Aérea, distribuyó las imponentes
capacidades de militares estadounidenses (centralizadas) a ubicaciones
descentralizadas.
El Comando Espacial de la Fuerza Aérea
conectó una variedad de capacidades para brindar una alerta mejorada a las
ubicaciones descentralizadas alrededor del teatro. El Comando de Combate Aéreo
organizó los recursos alrededor del mundo para apoyar la iniciativa en el Golfo.
El poderío aeroespacial surgió de los
aportes de muchos aviadores, a menudo llevando a cabo cosas diferentes en
ubicaciones separadas y empleando la innovación y la iniciativa para apoyar una
sola visión. Esto es lo que hacemos.
Nuestro Legado Emergente de Líder/Subalterno
Nuestra identidad original en calidad de
servicio militar y de componente central de nuestra contribución hoy en día,
radica en nuestras fuerzas operacionales de vuelo. Dentro de dichas fuerzas,
uno puede encontrar muchos indicios útiles para los comportamientos de líder/subalterno
de la Fuerza Aérea.
A medida que uno aprende a volar, el
líder (el piloto instructor) y el subalterno (el estudiante) llevan a cabo
responsabilidades muy específicas y cambian de responsabilidad paulatinamente
para su tarea combinada de líder a subalterno hasta tanto el estudiante,
finalmente, efectúa un vuelo solo. El piloto neófito aprende a dirigirse a sí
mismo, explorando las fronteras de esta nueva libertad tridimensional.
En algunos ambientes operacionales, el
piloto nuevo aprende el arte de seguir al líder cuando se desempeña como piloto
de flanco. Dichas responsabilidades incluyen mantener una posición adecuada con
relación al avión líder y, más importante aún, cubriendo los ángulos muertos
del avión líder y comunicando durante el vuelo los contactos de radar
desconocido. Tanto el líder como el piloto de flanco comparten la
responsabilidad del éxito de la misión a la vez que desempeñan roles separados
y únicos.
Después de haber demostrado su pericia
en el flanco, el piloto avanzará al estatus de piloto líder de formación. Como
tal, el piloto primero guiará a un piloto de flanco y luego a dos aviones
adicionales como un vuelo de cuatro. A través de esta progresión, el piloto
será evaluado en cuanto a su capacidad de planificar, pensar antes del vuelo, y
operar el vuelo tomando en cuenta las habilidades de los pilotos de flanco.
Eventualmente, el piloto experimentado
aprenderá a compartir sus tareas de planificación con otros integrantes de
vuelo, incluyendo sus diversas experiencias y antecedentes en diseñar el mejor
plan para llevar a cabo su visión.
En otros ambientes operacionales, el
piloto nuevo será asignado como copiloto, un integrante de una tripulación más
grande. En este ambiente, aprenderá a estar al mando de un avión en el que las
contribuciones de los demás integrantes de la tripulación son fundamentales
para el éxito de la misión. Una vez más, el patrón de planificación compartida
y tareas operacionales diversas organizadas en torno a una sola visión, se
manifestarán.
En nuestras fuerzas de misiles, el éxito
depende del desarrollo de patrones de comportamiento sumamente disciplinados en
los que el control centralizado se lleva cabo de manera “descentralizada” con
precisión profunda. Los patrones de confianza mutua y dependencia entre los
líderes y subalternos que se encuentran en la aviación se duplican aquí.
Nuestras fuerzas espaciales que
participan en el desarrollo, la acumulación progresiva, el lanzamiento y las
actividades controladas por satélite, operan en un ambiente que exige la
perfección tanto de los líderes como de los subalternos. Cada lanzamiento al
espacio constituye un ejemplo de control centralizado y ejecución
descentralizada. Especialmente cuando uno toma en cuenta las innumerables
actividades afines que deben unirse para garantizar el éxito.
Además del lanzamiento en sí, están la
telemetría, la seguridad del alcance, el control del traslado de las
identificaciones de radar, y los factores en órbita—todos orquestados para
lograr una sola misión. A lo largo de nuestras fuerzas expedicionarias
aerospaciales, encontramos ejemplos de control centralizado y ejecución
descentralizada—líderes comunicando una visión, confiando en subalternos con
iniciativa, y efectuando trabajos importantes y cumpliendo misiones por todo el
mundo.
Lamentablemente, en nuestra Fuerza Aérea
de hoy en día también podemos encontrar ejemplos menos atractivos de liderazgo
y de la facultad de seguir al líder. Podemos
encontrar líderes que dependen exclusivamente de su autoridad legal para exigir
respeto y obediencia entre los subordinados. Ellos cumplen con el
trabajo—escasamente y, a menudo, a expensas de sus subordinados. Y podemos
encontrar subalternos que están alejados, subalternos que son “serviles”, y
otros que tan sólo son pusilánimes.
A pesar de los informes o rumores que
indican lo contrario, creo que la mayoría de los hombres del aire operan en el
extremo superior de los comportamientos de líder y de subalterno que hemos
estado discutiendo. El rendimiento extraordinario de nuestra Fuerza Aérea de
cumplir con una variedad de retos difíciles durante los últimos 10 a 15 años,
afirma la calidad y dedicación de nuestros líderes y subalternos. Al enfocarnos
más deliberadamente en el comportamiento del líder/subalterno que quisiéramos
fomentar, creo que nos desempeñaríamos mucho mejor.
En resumen, cada hombre del aire es un
subalterno; la mayoría son líderes. La naturaleza de las operaciones de la
Fuerza Aérea, combinadas con una fuerza sumamente capacitada, adiestrada y
disciplinada, comienza a caracterizar comportamientos preferidos de líderes y
de subalternos. El ritmo e índole de las operaciones diarias en las que los
hombres del aire fungen tanto como líderes y subalternos, unidos en el concepto
del servicio antes que a uno, caracteriza, aún más, dichos comportamientos
preferibles.
¿Qué Debemos Hacer?
¿Por qué no exhibir al líder
transformador como el líder ideal de la Fuerza Aérea? El que se empeña
arduamente para entender que su misión y, luego, labora para producir una
visión alentadora, merecedora de ser comunicada a los subalternos ¿Y por qué no exhibiríamos al subalterno
eficiente y activo, en busca de la visión del líder, pensando, independiente y
críticamente? ¿Compartiendo la responsabilidad del éxito de la misión, como el
subalterno ideal de la Fuerza Aérea? ¿Y por qué no destacaríamos que casi todos
los integrantes de la Fuerza Aérea están desempeñándose como líderes y
subalternos simultáneamente?
Nada aquí puede sugerir que nosotros
ignoramos los principios fundamentales del servicio militar. Nuestra misión “in
extremis” exige lealtad a todo lo largo de la cadena de mando. Yo afirmaría
que estos conceptos básicos del servicio militar deben definir el nivel mínimo
de comportamiento aceptable del líder/subalterno, en lugar del comportamiento
“preferido” o, incluso, la “norma”. Si
permitimos que nuestra estructura militar dependa de líderes tiranos y
subalternos pusilánimes, estaríamos negando nuestras responsabilidades y
oportunidades más nobles, tanto como líderes como subalternos.
Un
enfoque más valioso sería identificar los comportamientos deseados, o
preferidos, de los líderes y de los subalternos de la Fuerza Aérea. Entonces,
nuestros educadores y adiestradores podrían elaborar ejemplos más enfocados,
incluso alentadores, de los tipos de comportamientos que quisiéramos fomentar.
Algunos destacarán que no todos los
hombres del aire serán capaces de dichos comportamientos. Si bien esto podría
ser cierto, yo sugiero que ese tipo de enfoque, determinado para definir
comportamientos preferidos del líder/subalterno de la Fuerza Aérea, producirá
más de estas prácticas deseadas que de lo contrario se lograrían. Muchos de
nuestros oficiales encuentran por sí solos el camino hacia las mejores
prácticas de liderazgo y de la facultad de seguir al líder en la Fuerza Aérea.
Por último, deseo propongo un nivel de
urgencia en esta iniciativa. Nuestra Fuerza Aérea está confrontando retos
fundamentales, no en convertirse más relevante sino en cumplir con las
expectativas con base un mejor rendimiento. Recientemente, 40 años después de
mi primera apreciación de líder/subalterno, visité a nuestros aviadores
desplazados en una Fuerza de Tarea Conjunta al Sudoeste de Asia. Una vez más,
recordé a los aviadores sumamente brillantes, inteligentes y motivados, que
eligen servir en nuestra Fuerza Aérea.
Observé cómo los aviadores, actuales,
enfrentan los retos nuevos de liderazgo. Las operaciones aéreas expedicionarias
cambian de manera rutinaria a nuestro personal de una relación de
líder/subalterno a otra que, si bien es temporal, no es menos crítica. La
amplia gama de prácticas y expectativas en la Fuerza Aérea con respecto al
liderazgo y a la facultad de seguir al líder, complican el poder lograr los mejores
resultados en estas circunstancias.
Durante los próximos años, nuestra
Fuerza Aérea probablemente se transformará a sí misma más de lo que lo ha hecho
desde que Orville y Wilbur comenzaron a reparar bicicletas. Desarrollar los
mejores líderes y subalternos es una necesidad.
Nuestros hermanos militares han heredado
conceptos de liderazgo que descansan sobre un legado de servicio que se
caracteriza por sus operaciones singulares. En el Ejército, uno puede alegar
que el centro de gravedad, la prueba, gira en torno al concepto del “liderazgo
de la tropa” como superioridad en el ámbito terrestre. Para la Armada es la
“supervivencia, como poder marítimo, en el mar”, recalcando la autoridad del
capitán y la reacción disciplinada de la tripulación. Luego de más de cinco
décadas de elaborar y perfeccionar nuestras capacidades aerospaciales únicas,
es tiempo que nuestra Fuerza Aérea haya encontrado, identificado y enseñado
nuestras mejores prácticas para “dirigir a los hombres que sostienen el dominio
y control, del aire y del espacio”.
Tal como ha destacado nuestro Jefe de
Estado Mayor, “Necesitamos y merecemos los mejores aviadores que podamos crear.
Nuestra Fuerza Aérea necesita y merece los mejores líderes que podamos formar”.
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