ESCALADA
SUBVERSIVA
General
ALVARO VALENCIA TOVAR
Las luchas insurreccionales adelantadas
bajo formas guerrilleras, revisten rasgos peculiares. Sus diferencias con los
conflictos bélicos tradicionales son tan profundas, que juzgarlas dentro de los
mismos patrones es equivocarse de antemano.
Ubicuidad, fluidez, tácticas de combate,
compenetración con la oscuridad y el terreno, permiten compensar el número y el
poder material de los ejércitos regulares, hasta dar la sensación de equilibrio
de poder que, sin no se acierta en los métodos de enfrentarlas, puede lograrse
a larga. Las guerrillas combaten en suelo propio, sea contra un invasor. Caso
de los españoles ante las divisiones napoleónicas o los rusos ante los nazis o
en revoluciones internas. La familiaridad con el entono topográfico facilita
los golpes sorpresivos cuyo conjunto desgasta a las fuerzas regulares si no
aciertan a atrapar ese adversario huidizo y volátil.
La movilidad guerrillera produce una
impresión de poder que desorienta al contrincante confunde a la población
civil, vacilante entre las fuerzas enfrentadas. Los factores sicológicos juegan
papel preponderante. Es ésta una verdad que poco se valoran en las tablas
gubernamentales -políticas y militares - lo que determina ventajas de fondo
para la insurgencia guerrillera, que además con el concurso inestimable de los
medios de comunicación, esclavos del sensacionalismo que magnifica y desdibuja
la realidad.
Este
marco de referencia muy general, permite situar las recientes ocurrencias
colombianas en un plano objetivo para juzgar la realidad que pueda esconderse
tras la careta espectacular del terrorismo y la guerrilla, desatados con furia
en momentos en los que van a producirse los relevos en la conducción política
de la nación, comprimamos los acontecimientos en tres de sus rasgos definitorios:
Multiplicidad de objetivos; La
infraestructura de servicios de cualquier país ofrece toda suerte de
vulnerabilidades. La banda terrorista puede seleccionar a su sabor puentes,
torres eléctricas, oleoductos, transporte, vías, instalaciones, personajes. No
hay fuerza pública, por poderosa que sea, físicamente capaz de cubrirlos y
protegerlos a todos.
Momento y lugar del golpe: Reconocimientos
anticipados identifican blancos remunerativos dentro del amplio repertorio
atacable, y calculan los tiempos requeridos para descargarlos con notable
simultaneidad.
Efectos
psicológicos: La violencia, la audacia, la cantidad, el efectismo de ataques
más terroristas que militares, son magnificados por los medios noticiosos.
Construcciones en llamas, tomas espectaculares de muertos, reportajes a heridos
y a testigos horrorizados, producen imágenes dantescas que hieren la retina y
estremecen los sentidos. Los noticieros radiales se concentran en los hechos,
en forma que galvanizan la atención pública. Las imágenes de televisión
rivalizan en dramatismo. Los grandes titulares y las fotografías de la prensa
no se quedan atrás. Resultados: hiperestesia colectiva y pesimismo deprimente.
Bien.
¿Pero qué significa esto como capacidad superior al logro espectacular de
objetivos limitados?
Son
actuaciones intermitentes, cíclicas, de grupos escurridizos que golpean y se esfuman
porque, de persistir en forma sostenida, tendría al Ejército tras sus talones.
Además, el reabastecimiento de municiones y explosivos no es fácil. Pasarán
semanas antes de que recobren la capacidad le arrebatan con rapidez. Lo que
importa, a fin de cuentas, es el balance de enfrentamiento táctico y sus
proyecciones estratégicas.
Interesa,
entonces, que el cuerpo social, la opinión pública, la dirección, política,
conserven la claridad y la sindéresis. Los relumbrones fugaces no pueden
enceguecer hasta dominar el análisis lógico. Menos aún enjuiciar la situación
por sus apariencias, sin penetrar más allá de su significado visible para
descifrar la realidad. Toda guerra envuelve un intercambio de golpes. Asimilar
los que se reciben y devolverlos con poder multiplicado, es el juego
estratégico que conduce a la victoria.
No
sobra reiterar la trascendencia del factor psicológico en esta lucha. Es aquí
donde menos hay que hacerle el juego a la guerrilla. Responder un precipitado
cuestionario radial de periodistas histéricos. Las preguntas se atropellan sin
dar cabida a respuestas explicativas. El simplismo lo reduce todo a
conclusiones superficiales, carentes de penetración y buen juicio. Y los
medios, no lo olvidemos, son los grandes fabricantes de opinión.
LAS PREGUNTAS
General
Álvaro Valencia Tobar
La maltrecha cúpula de las Farc debería
preguntarse en alguno de sus cónclaves bajo la maraña selvática -si es que aún
pueden celebrarlos- ¿cuál es el futuro para nosotros? La respuesta tiene dos
enfoques posibles: la toma del poder por las armas, que fue su objetivo
primario y su actual situación como banda terrorista nutrida por el negocio del
narcotráfico, que aún en el resquebrajamiento de su golpeada organización
produce réditos calculables en algo así como doce cifras.
Es cierto que la manigua limita la
visión y cierra los horizontes del país y del mundo. A lo cual se agrega el
empecinamiento de hombres que han gastado lo mejor de sus vidas en la lucha por
el poder.
Sin embargo, lo uno y lo otro no pueden ocultar una verdad
incuestionable: las revoluciones son hechos coyunturales que siguen un proceso
histórico definido. O son estallidos repentinos y violentos que requieren una
acumulación de circunstancias sociales, políticas, sicológicas, que solo
aguardan una chispa de ignición, como ocurrió en la revolución francesa, la de
las colonias americanas o la que en la Rusia zarista condujo al nacimiento de
la Unión Soviética. Estallido que un liderazgo poderoso utilice y conduzca
hacia un objetivo político de ardiente contenido social. O son la explotación
calculada y sistemática de condiciones reinantes que requieren incubación,
contagio expansivo hacia agrupaciones marginadas, ideario de fácil comprensión
popular y, entre otros ingredientes, regímenes políticos desgastados,
impopulares, corruptos que posibiliten la transformación de inconformidades en
lo que Lenin denominó odio hirviente.
Mao Tse-tung y su guerra campesina prolongada ejemplariza esto último. Castro
en Cuba, lo primero. En todos los casos, el proceso revolucionario sigue una parábola
ascendente que en un momento dado alcanza su cénit. Es el clímax, la ordenada
máxima, el punto de eclosión. Si el sistema político que se pretende derrocar,
las fuerzas sociales indecisas, los mecanismos de defensa del Estado, las
llamadas condiciones objetivas se modifican sustancialmente y hace irrupción en
el equilibrio inestable un liderazgo poderoso capaz de galvanizar voluntades y
conciencias, se llega al instante crucial de la confrontación. Este no puede
durar mucho. Sobreviene un desgaste progresivo que las fuerzas insurrectas
hallan más difícil aguantar, sobre todo si las fuerzas militares oficiales han
logrado mantener su disciplina, su cohesión anímica, el íntimo sentido del
honor.
Y, sobre todo, si esas instituciones han aprendido de los reveses, los
errores, la incomprensión del problema por el Estado y muchas veces por sus
propios mandos, para generar dentro de sí mismas las energías necesarias para
introducir cambios profundos e inmediatos en su doctrina, metodología,
organización, logística, moral. En especial, la moral, expresada en espíritu de
combate, reciedumbre de cuerpo y alma, voluntad de lucha, ánimo de victoria.
¿No es esto lo acaecido en Colombia? Si
las FARC y el mismo ELN no pudieron utilizar ese clímax para dar el salto decisivo
hacia el poder, el descenso ineluctable va tomando forma hasta llegar, como
ocurre hoy, ante una disyuntiva de vida o muerte. Las Farc se desmoronan, se
viene afirmando argumentalmente en esta columna. La muerte de 'Tirofijo', su
fundador y máximo jerarca por más de 40 años, es acorde fúnebre del réquiem
final. Lo hereda 'Alfonso' Cano, todavía un enigma en cuanto a su actitud
frente a la disolución de su fuerza. Quienes lo conocieron en las negociaciones
del Caguán lo describen como guerrerista a ultranza, pero reconocen su
fundamentación política y académica. Lo primero fue sello de su pensamiento en
la etapa victoriosa de las Farc. Otra cosa puede pensar hoy, de cara a la
debacle de su movimiento, el acoso del Ejército, la desvertebración de sus agrupaciones
de combate, sus comunicaciones internas inoperantes e interferidas por la
inteligencia militar. Por ahora, silencio enigmático. Después, ¿negociación o
agonía final?
EL PODER
AÉREO CONTRA LA GUERRILLA
CADETE DE PRIMERA CLASE DONALO R. BRUNK.
ACADEMIA DE LA USAF
Las
guerras contra movimientos insurgentes y grupos guerrilleros son más frecuentes
que las guerras convencionales. La Guerra del Golfo nos demostró que la USAF
logró formular tácticas y estrategias muy adecuadas para luchar contra un
enemigo convencional acostumbrado al método de guerra soviético.
Sin
embargo, los conflictos en Vietnam y Bosnia nos han demostrado que la doctrina
de la Fuerza Aérea podría tener algunas fallas que reducen la efectividad del
poder aéreo contra determinados grupos subversivos. Al comparar la doctrina que
actualmente emplea la USAF en los conflictos de baja intensidad con las ideas
de Mao Zedong, Hilsman, Clausevvitz, Che Guevara y Larry Cable, estas fallas
son evidentes, en tanto que las medidas correctivas se vuelven aparentes.
Entender
la naturaleza de la insurrección es el primer paso en la senda de la victoria.
Tal como se plantea en el Folleto 3-20 de la Fuerza Aérea, los movimientos
subversivos no pretenden derrotar al ejército enemigo en una batalla campal.
Realmente, su meta es más bien producir un cambio político o social. El folleto
hace alusión a los movimientos subversivos, sin embargo, no se refiere
específicamente a las características de un grupo subversivo y los de un
ejército convencional. Por el contrario, se clasifica a la guerra de guerrillas
como una simple versión de guerra convencional. Propone la aplicación de las
mismas armas, tácticas y estrategias pero a menor escala.
Si
para matar a un elefante el cazador tiene que disparar dos veces un cañón, para
matar un pato ¿Tendrá que disparar el cañón una sola vez? La respuesta, por
supuesto, es NO. cada tipo de cacería precisa de diferentes armas, estrategias
y tácticas.
En
el Folleto se debería recalcar que las diferencias entre una fuerza guerrillera
y un ejército convencional convierten la idea de un bombardeo estratégico en un
absurdo. Un comandante puede fácilmente emplear la forma tradicional
norteamericana de hacer la guerra, la cual pretende destruir al enemigo en el
campo de batalla mediante la aplicación de una maquinaria bélica abrumadora.
Tal como se demostró en la Guerra de Secesión, en la II Guerra Mundial y en la
Guerra del Golfo Pérsico.
Sin
embargo, la conformación y los objetivos de los movimientos insurgentes no son
los mismos que las de un ejército convencional. Por ejemplo, una fuerza
insurgente no necesita una gran cantidad de abastos. El Viet Cong se abastecía
de lo que producía la tierra o procuraba alimentos de las aldeas vecinas, en
lugar de depender principalmente de largas rutas de abastecimiento. El
bombardeo de fábricas, vías de comunicación, o fuentes de energía eléctrica,
con el fin de impedir el abastecimiento de las tropas no afecta tanto a los
insurgentes como a las fuerzas bélicas convencionales.
Aunque
USAF no sugiere que se deba destruir la capacidad de producción industrial del
enemigo, tampoco hace ver específicamente que esos esfuerzos serian inútiles.
Lo más probable es que la mayoría de los comandantes, no muy versados en
combatir la insurrección, empleen la doctrina tradicional de bombardear al
enemigo masivamente hasta abatir su espíritu de lucha o su capacidad de
combate.
Para
detener a una guerrilla, los estrategas primero deben determinar las
necesidades de la guerrilla y luego enfocar su campaña aérea en impedir que
esas necesidades se vean satisfechas
Hay
muchas teorías sobre cómo llevar esto a cabo con éxito. Pero hay diez elementos
claves que contribuyen al éxito de la insurrección, los cuales brotan de las
ideas que al respecto han planteado los más grandes genios militares. Entre
ellos, Mao, Che Guevara, Clausewitz y otros. Los que planean las campañas
aéreas deben comprender a cabalidad estos puntos si han de lograr neutralizarlos:
Primero,
los mencionados pensadores plantean que la guerrilla debe prolongar la guerra.
La guerrilla no posee el personal o el poder de fuego que se requiere para
vencer a una fuerza convencional en un ataque masivo. Por consiguiente, debe
prolongar la guerra y apuntarse pequeñas victorias. O, por lo menos, impedir
ser derrotada. Se ha visto a lo largo de la historia que a los movimientos
insurgentes más famosos les tomó muchos años establecer su supremacía. La II
Guerra de los Seminólas duró siete años. El conflicto de Vietnam persistió
desde finales de la II Guerra Mundial hasta mediados de 1970.
Segundo,
también indican que el teatro del conflicto debe estar constituido por una
extensa región. Pero solamente lo suficientemente grande como para poderse
esconder en ella.
Tercero.
Igualmente sustentan que el terreno debe ser accidentado. Mao razona esta
opinión diciendo que no necesariamente debe ser accidentado siempre y cuando la
región sea suficientemente extensa. Pero que los movimientos insurgentes, de
más éxito, han triunfado en lugares donde el terreno es escarpado.
Cuarto,
Mao señala que un insurgente necesita bases seguras donde entrenar, organizar y
llevar a cabo sus operaciones.
Sexto.
Hilsman y Mao explican que las fuerzas insurgentes no toman arraigo. Los
movimientos insurgentes no puede darse el lujo de perder sus efectivos. De
manera que deben estar dispuestos a ceder terreno a cambio de la seguridad y
pensar en continuar la lucha otro día.
Séptimo,
Hilsman plantea que la seguridad de un insurgente estriba en su movilidad.
Cuando formaba parte del Destacamento 101 en Burma, cayó en cuenta que la
inmovilidad significa una muerte segura.
Octavo,
Mao sostiene que los insurgentes deben ejercer siempre la iniciativa. Esto
desgasta al enemigo y, a cambio, permite a los rebeldes escoger el sitio del
ataque.
Noveno.
El Che Guevara anotó que la fuerza guerrillera debe mantener flexibilidad
táctica.
Por
último. Los insurgentes deben evitar a toda costa el encuentro con el enemigo
donde esté mejor apertrechado.
Estos
diez elementos son una recopilación de las ideas de famosos expertos en
insurrección y guerra no convencional, y su importancia ha sido demostrada
hasta la saciedad desde el Siglo XIX.
El
insurgente lucha por establecer algún tipo de cambio político. Por
consiguiente, el ejército debe concentrar su atención en ese objetivo Antes de
ponerse a concebir los medios más eficaces para contrarrestar estos diez
elementos, nuestros planificadores deben conocer las herramientas con que cuentan
los insurgentes.
El
Dr. Larry Cable nos dice que los contrainsurgentes y los insurgentes luchan
entre sí aplicando principalmente dos herramientas y que la correcta aplicación
de estas herramientas determinará quién es el vencedor.
La
primera herramienta consiste en lo que se denomina la “Percepción Popular de
Legitimidad” PPL. La segunda, consiste en la “Capacidad Creíble de Coerción”
CCC.
La
PPL es la herramienta más fuerte y de mayor duración. Puede ser utilizada por
ambos bandos en sus respectivos esfuerzos por establecerse como la legítima
autoridad en la zona. La población va a identificarse con quien crean que posee
la legítima autoridad. Se menciona la legitimidad como un importante elemento
del Conflicto de Baja Intensidad CBI y el folleto USAF le concede cierto grado
de utilidad. A manera de ejemplo, los colonos norteamericanos no veían al Rey
Jorge III como su legítima autoridad. Esto obligó al monarca a utilizar la CCC,
a fin de mantener el control.
Por
otra parte. Con la CCC un comandante pretende obligar a la población a que
acate sus mandatos. Hay tres elementos que deben tomarse en consideración para
que la CCC sea eficaz: Presencia. Persistencia y Paciencia PPP. El ejército
despliega "Presencia" al involucrarse con la población local. Al no
rendirse, demuestra "Persistencia." Y "Paciencia'’ al enfocar su
atención en el objetivo final y no desgastándose en los eventos de cada día.
Los
EE UU utilizaron la CCC en contra de los Indios Seminólas durante su campaña
expansionista en la Florida a comienzos del Siglo XIX. Pese a que los Seminólas
nunca reconocieron al Ejército como legítima autoridad. Le faltó al Ejército
establecer la P/P de Legitimidad y Autoridad. Solo convinieron en ser
reubicados luego de que el Ejército quemó sus hogares y sus cosechas.
En
el Folleto 3-20 se analiza el significado de persistencia y paciencia en el
contexto de "perseverancia." No se menciona la presencia como
elemento de coerción. Tal como lo hace la Policía al realizar sus rondas, el
Ejército debe desplegar una determinada visibilidad o presencia para ser
eficaz.
Por
lo general, un gobierno adquiere legitimidad a través de la adopción de medidas
políticas. Haciendo obras que beneficien a la población. Protegiendo a sus
ciudadanos o conduciendo programas de reconstrucción nacional.
En
contraposición a lo anterior, un gobierno ejerce coerción estableciendo zonas
de seguridad militar para la población local. Llevando a cabo patrullajes.
Racionando los recursos. Reubicando a la población y persiguiendo a los
insurgentes.
Larry
Cable señala que para establecer un gobierno legítimo debe eliminar el apoyo de
los elementos auxiliadores con que toda organización cuenta. Pero que el núcleo
conformado por los radicales ideológicos y armados casi siempre persiste. El
Ejército, mediante la coerción, debe eliminar o capturar a aquellos elementos
que conforman el grupo radical.
Grecia
es un buen ejemplo de la teoría de Cable. Después de la II Guerra Mundial los
comunistas trataron de tomar el país. Los EE UU ayudaron a Grecia a establecer
un gobierno legítimo y posteriormente colaboraron con ese gobierno
legitimizado, mediante operaciones militares a eliminar el núcleo de
comunistas.
Para
emplear correctamente la CCC. Deben neutralizarse o eliminarse los diez elementos
que contribuyen al éxito de la insurrección. La doctrina de la USAF debe, por
consiguiente, planear sus acciones a la medida de estos factores.
Algunos
de ellos no pueden contrarrestarse con medidas aéreas:
Primero.
El poder aéreo generalmente no es el factor determinante del tiempo de duración
de la guerra, tal como quedó demostrado en Vietnam. El Viet Cong, pese a la
derrota de Tet, pudo replegarse y reagruparse hasta que el momento fuera
propicio. Puesto que el plan concebido por el Viet Cong fue el de prolongar el
conflicto. La USAF debía continuar bombardeando fábricas y líneas ferroviarias
mientras la guerrilla se congregaba en sus aldeas a planear el siguiente
ataque.
Segundó.
Lo que sí puede el poder aéreo es achicar el tamaño de una región. Una región
muy extensa propicia la movilidad. Las aeronaves pueden efectivamente reducir
el tamaño de una región haciendo que esa región sea accesible a sus fuerzas
aliadas. Cuando Clausewitz y Mao escribieron que era necesario contar con una
región amplia, ellos presumieron que el tamaño de una región impediría el
acceso de las tropas convencionales a ciertas zonas de esa región. Pero no
sabían que mediante el uso del poder aéreo sus enemigos tienen acceso a cualquier
parte del mundo.
La
tercera medida. El terreno accidentado contribuye a la seguridad tanto de las
bases como a la de las tropas en su desplazamiento hacia y desde una zona El
poder aéreo puede anular esta facilidad. Con el reconocimiento aéreo. El uso de
equipo de visión nocturna. Mediante sensores térmicos, las aeronaves pueden
localizar las bases desde el aire. El rastreo de los elementos guerrilleros por
entre la selva luego de un ataque puede ser un tanto difícil, pero con los
últimos avances de la tecnología, esto se hace cada vez más fácil.
La
cuarta se relaciona con la anterior. Con las aeronaves se pueden infiltrar
comandos en un área determinada. Proveer apoyo aéreo cercano a esos comandos. Y
atacar las bases de operaciones enemigas directamente. La base de operaciones
es un área crítica para el insurgente, si la pierde es muy difícil ganar la
guerra y hasta perderla. Lo más seguro es que los líderes guerrilleros al darse
cuenta de que su base ha sido descubierta la reubiquen en otro sitio. Los
planificadores de las incursiones aéreas militares deben mantenerse
continuamente al acecho de esos movimientos.
El
quinto elemento, que hace referencia a un buen liderazgo y una eficaz
dirigencia, podría ser difícil de afectar. Las operaciones aéreas difícilmente
podrán desmejorar la calidad del liderazgo guerrillero, a menos que en una
misión aérea perezca uno de sus líderes.
El
sexto elemento. Con el poder aéreo se puede alterar seriamente la capacidad
despliegue o retirada del enemigo. En el pasado, el insurgente no se quedaba a
luchar en un sitio determinado si no quería. Cuando una fuerza poderosa atacaba
desde una dirección, el insurgente se replegaba hasta donde la fuerza enemiga
no pudiera adentrarse más. Solo aumentaba la distancia entre él y el
adversario. Gracias a la movilidad, rapidez, oportunidad, alcance y sorpresa,
que brinda el poder aéreo, ahora es posible obligar a los insurgentes a
continuar luchando. Mediante el uso de fuerzas de asalto, paracaidistas y apoyo
aéreo cercano es posible impedir el repliegue de los insurgentes y, por ende,
obligarlos a combatir deteriorando su capacidad de lucha en muchos aspectos.
Para ello lo único que necesita la Fuerza Aérea es un buen suministro de
información. En especial la de superficie se agrega a la inteligencia aérea.
A
la Fuerza Aérea le puede resultar difícil afectar el séptimo elemento. La
premisa de que la seguridad del enemigo yace en la movilidad, en una espesa
jungla o terreno escarpado, la Fuerza Aérea va a experimentar dificultades para
eliminar esa seguridad a pesar de su alta velocidad. Aunque que las aeronaves
pueden patrullar y encontrar las rutas enemigas de desplazamiento, la guerrilla
simplemente cambiará esas rutas, obligando así a las aeronaves a trabajar más
arduamente para que la guerrilla no tome la delantera.
En
cambio, la Fuerza Aérea si puede afectar seriamente el octavo elemento, al
igual que ejercer la iniciativa. Los que abogan por la conveniencia del empleo
del poder aéreo han defendido por mucho tiempo que uno de sus mayores
beneficios es el hecho de que puede desplazarse en una misión ofensiva.
Facilitando a la infantería adelantar una posición defensiva. Llevar a cabo un repliegue o cualquier otra maniobra
táctica de combate. En un conflicto de baja intensidad, a las fuerzas
guerrilleras les es imperativo tomar la iniciativa a fin de marcar el ritmo del
conflicto. Mediante el empleo de ataques aéreos esporádicos de lugares
estratégicos, el poder aéreo puede reducir la habilidad de la guerrilla para
iniciar los ataques y de esta manera obligarlos a reaccionar en lugar de ser
ellos los que marquen el paso del conflicto.
El
noveno elemento, cual es desplegar flexibilidad táctica, es difícil de afectar
con medidas aéreas. La Fuerza Aérea debe desplegar, por lo menos, el mismo
grado de flexibilidad que la ''guerrilla. Es difícil destruir la flexibilidad
táctica del enemigo, pero lo que la Fuerza Aérea puede hacer es contener y
disuadir, utilizando aeronaves dotadas de la capacidad bélica necesaria para
realizar una variedad de funciones y misiones. Usando aeronaves multipropósito
y de rápida conversión. Que fácilmente puedan hacer desde reconocimiento hasta
ametrallamiento, logística y demás actividades. Porque lo que cuenta no es
disponer de un alto poder de fuego que pueda destruir grandes bancos
estratégicos sino flexibilidad según la situación. Porque es imposible matar un
mosquito con un bate.
La
flexibilidad táctica está directamente vinculada al décimo y último elemento:
Evitar confrontar al enemigo donde se
encuentre mejor apertrechado. Como es el caso del uso de la población
simpatizante para mimetizarse o como escudo humano.
La
principal táctica de la guerrilla en el campo es encontrar los puntos débiles
del enemigo y luego explotarlos. Por lo general, el número de seguidores de la
guerrilla no es mayor que el número de efectivos con que cuenta un ejército
convencional. Por consiguiente la Fuerza Aérea debe concentrar sus esfuerzos en
atacar unidades pequeñas y solas, quizá aisladas, sobre las cuales pueda tener
ventaja táctica. Para arrebatar esa misma ventaja al enemigo.
En
este rango se encuentran los blancos de ocasión, que pueden ser muy rentables
como blancos de oportunidad. Por ello las unidades combate en el aire deben
disponer de flexibilidad por parte del comando central para que las
tripulaciones, en coordinación directa con los comandantes en el terreno,
puedan actuar.
Con
ataques individualizados y de emboscada, la guerrilla aspira debilitar a las
tropas que cuentan con un número mayor
de efectivos, hasta que los números se igualen. Como la guerrilla espera y le
conviene que la guerra se prolongue, dispone de todo el tiempo del mundo para
desgastar al enemigo. El poder aéreo puede utilizarse para contrarrestar esa
táctica.
REFLEXIONES
ADICIONALES
El
comandante del teatro de operaciones debe colocar sus aeronaves de tal manera
que puedan negar al enemigo aquellos puntos de mayor probabilidad de ataque en
el menor tiempo posible. El asunto está en llegar a esos puntos antes que la
guerrilla pueda explotar su ventaja táctica, negándole así, la opción de
debilitar o desgastar a un ejército más numeroso.
El
Folleto no analiza estos elementos adecuadamente. En él se tratan muchas
misiones, tales como el Apoyo Aéreo Cercano (CAS), el apoyo de fuego, la
reacción inmediata y el reconocimiento. Sin embargo, en el folleto no se
establece la relación entre estas misiones y los diez elementos. Ni a nada de
importancia substancial, si hemos de ser sinceros. Se señala que estas son las
misiones que conviene realizar, pero no describe en suficiente detalle cómo es
que estas misiones van a contribuir a derrotar la insurrección.
Le
otorga mérito a algunas ideas importantes que mejoran la efectividad cuando se
trata de contrarrestar un movimiento insurgente. En él se indica que la
insurrección con la que más probablemente nos enfrentemos es aquella que se
basa en las tres fases de la insurrección de que habla Mao. También analiza la
importancia de las operaciones psicológicas. Ofrece una explicación en cuanto a
cómo el ejército anfitrión debe estar organizado para funcionar a su nivel más
alto de eficiencia v efectividad.
El
folleto también hace referencia a conflictos de baja intensidad no son de
insurrección y contrainsurrección. Particularmente se refiere al terrorismo y a
las operaciones en tiempo de paz. Además, incluye otras ideas importantes que
un comandante debe tener presente durante un conflicto de baja intensidad.
Si
bien es cierto que el folleto contiene mucha información y, que en efecto,
brinda a los comandantes orientación, en alguna medida, hay que admitir que no
explica cómo usar e implementar el poder aéreo. Un comandante necesita saber
cómo utilizar, de la mejor manera posible, los poderosos recursos a su
disposición. Sin este conocimiento el poder aéreo es como una bomba accionada
por láser que carece de haz lasérico para ser dirigida. Así la bomba se
desplazará sin dirección y hasta puede perjudicar la operación si yerra el
blanco.
La
respuesta al problema consiste en analizar los elementos claves que he descrito
anteriormente y luego profundizar en el actual poder aéreo de que se dispone
para encontrar la forma de enfrentar estos diez elementos. Yo he comentado
apenas unas pocas formas de contrarrestar estos elementos, pero las
posibilidades son muchas y nuestros líderes deben tener suficiente autonomía
como para dar rienda suelta a la creatividad.
Debemos
tener presente que los diez elementos claves que se mencionan en este documento
representan el pensamiento de los genios en materia de guerra no convencional:
Mao, Che Guevara, Hilsman, Clausewitz y Cable. Estas ideas han sido probadas
una y otra vez en todas partes del globo terráqueo. Sabiendo el papel vital que
estos elementos juegan en la insurrección, es responsabilidad de la dirigencia analizarlos
y encontrar sus propias formas de combatirlos. Según los recursos disponibles y
las características propias del terreno, clima, cobertura, oportunidad y demás.
Nota:
Muchos de estos aspectos los identificamos cuando pensamos en el concepto de la
Aviación Contrainsurgente ACOIN, en 1994. Luego los comprobamos, especialmente,
en 1995.
LA TECNOLOGÍA CONTRAINSURGENTE
Coronel
Jeffery Barnett, USAF.
Vislumbrar
lo que nos tiene reservado el futuro a los militares pone de presente dos temas
dominantes:
El primero, es la tecnología avanzada. La tecnología de guerra está
cambiando rápidamente que produce un significativo incremento en las
capacidades militares.
El
segundo, los movimientos insurgentes, durante los últimos cincuenta años, han
constituido el tipo de guerra más común. Conflictos que han arrastrado a los
grupos insurgentes a combatir a los gobiernos establecidos. Esta trayectoria
continuará con toda probabilidad en la medida en que las naciones tienen que
hacerle frente a la explosión demográfica, las economías estancadas y a los
odios étnicos centenarios. Estimulados también por la lucha de clases en cuanto
a las oportunidades económicas y las condiciones laborales.
Los
movimientos insurgentes, probablemente, persistirán como la forma de conflicto
más común contra la cual las fuerzas militares son las llamadas a combatir.
Un
reto de importancia vital, para los planificadores militares, es el reconciliar
el concepto tecnológico sofisticado con el de la insurgencia simple y
descomplicada. Algunos opinan que los dos temas se excluyen. Que la utilización
de alta tecnología contra las guerrillas es inútil. Sin embargo, este argumento
no es completamente cierto.
Mirando
la naturaleza de la guerra irregular o el conflicto de baja intensidad podemos
entender como la tecnología es un gran reto a la insurgencia. Las guerrillas
deben atravesar tres fases antes de alcanzar la victoria: La defensiva
estratégica. El estancamiento estratégico. Y la ofensiva estratégica.
En la
primera fase, la defensiva, los insurgentes utilizan las tácticas guerrilleras
para socavar la voluntad y la resistencia de las fuerzas gubernamentales. Éstas
atacan a los contrincantes en ofensivas de importancia puntuales. Sin embargo,
una sensación de inutilidad y de un conflicto sin fin, se apoderan las tropas
gubernamentales.
En la
segunda fase, el estancamiento, ninguno de los contrincantes puede conducir una
ofensiva de importancia. Las víctimas y los costos aumentan, sin posibilidad de
una toma de decisión a la vista. Los insurgentes aprovechan para aumentar sus
fuerzas y adiestran a sus tropas.
En la
tercera fase, la ofensiva, cuando se ha debilitado a las fuerzas
gubernamentales y ha mermado su estado de ánimo, los insurgentes lanzan su
ofensiva empleando maniobras de ataque convencionales con unidades terrestres
organizadas. Su meta, en esta fase, es vencer a las fuerzas gubernamentales
para ejercer el control político.
El
punto importante, poco entendido por algunos, es que en la primera y segunda
fase, los insurgentes no pueden vencer. Los insurgentes deben adoptar, con el
tiempo, una postura convencional para poder “vencer” finalmente. Para reemplazar
un gobierno existente deben despojarse de sus tácticas guerrilleras y luchar
como una fuerza convencional. El objetivo de las dos primeras fases es el de
menoscabar al gobierno hasta el punto que una ofensiva estratégica les permita tener
la oportunidad de un resultado victorioso.
El
concepto de que las operaciones guerrilleras son un fin en sí mismas es
incorrecto. No obstante, no caben dudas de que nuestras FF AA son de una importancia preponderante, ya que
son únicamente ellas quienes son capaces de eliminar o contener, en las dos
primeras fases. Y el de impedir que se produzcan la tercera y última. Porque
los insurgentes, a la larga, tienen que organizarse, equiparse y combatir como
un ejército convencional.
Los
insurgentes no pueden permanecer como guerrillas indefinidamente y pretender
una victoria completa. El terrorismo puede causar terribles daños, pero no
puede derrocar a un régimen. El hecho de permanecer indefinidamente en la tapa
de guerrillas, prácticamente, garantiza su propia derrota final. El Che
Guevara, en Bolivia, y Abimael Guzmán, en Perú, por nombrar sólo dos ejemplos
dentro de muchos, permanecieron en la fase de guerrillas demasiado tiempo. La
lección es clara: A la larga, las fuerzas de seguridad del Estado acabarán capturando
o matando a los líderes de la guerrilla. La victoria de Fidel Castro en Cuba,
sin una contraofensiva, fue sólo un caso excepcional. A fin de poder pensar y
sobrevivir, las guerrillas deben avanzar a la fase de estrategia ofensiva.
Para
las FF AA siempre ha sido difícil atacar
a grupos pequeños que se mezclan con el pueblo. Aunque emplean fuerzas
especiales o infantería. La aplicación de la fuerza militar contra la guerrilla
tiene un alto costo. Sin embargo, una vez que los insurgentes pasan a la
tercera fase, cambiando de postura de guerrillas que opera sin cobertura aérea,
ante un ejército convencional, presentan un punto débil clave ante las armas
modernas y de alta tecnología. Especialmente aquellas lanzadas desde el aire, el
punto más crucial de los insurgentes. Las FF AA
contra un movimiento insurgente, deberían esperar hasta que los
insurgentes involucren en una ofensiva estratégica. Cuando esta tercera etapa
revela la gran vulnerabilidad de los insurgentes ante el poder aéreo. Cuando
los insurgentes emprenden operaciones convencionales, quedan expuestos a una
aplastante derrota.
Las
armas tecnológicas están especializadas para detectar a las fuerzas de
superficie enemigas. Pueden destruir hasta las más modestas concentraciones de
tropa insurgente, estructuras logísticas y de mando, sin poner en peligro al
personal militar. Cuando estos sistemas de vigilancia funcionan pueden rastrear
el blanco con alta precisión. Los pequeños destacamentos probablemente pasen
inadvertidos pero las fuerzas del tamaño, tan sólo un poco mayor, son avistadas
y batidas.
Una
vez detectadas, las fuerzas insurgentes y su infraestructura, pueden atacarse
con proyectiles de alta potencia y precisión.
Estas
armas tienen la capacidad de alcanzar objetivos insurgentes específicos. Con
poco riesgo de causar bajas entre la población no combatiente y destruir la
estructura logística y de mando que es vital. Por consiguiente, sólo le queda
al enemigo dos opciones posibles: Mantenerse en la defensiva estratégica, en
cuyo caso no podrán vencer. O evolucionar hasta llegar a la etapa de ofensiva
estratégica. En donde encontrarán una destrucción segura.
En
tanto que se utilicen las armas de alta tecnología, desde el santuario que
ofrece el espacio aéreo, los insurgentes nada pueden hacer para detener los
ataques y muy poco para salir bien librados de ellos. Las aeronaves pueden
despegar desde bases situadas fuera del alcance de los insurgentes y por eso
las pérdidas propias serán mínimas. A pesar de efectuar estas operaciones a gran
distancia, las aeronaves modernas han demostrado la capacidad de sus armas de
precisión. Pudiendo localizar pequeños blancos, lejanos, mimetizados, difusos
y, anteriormente, difícilmente detectables. Pero, indudablemente, capturados
por las miras de las armas sofisticadas. Razón por la cual tampoco se requiere
un alto poder de fuego ya que sólo es indispensable hacer impacto en el
objetivo puntual.
Si se
utilizan solas, es decir sin las fuerzas terrestres, las armas tecnológicas
transportadas por la vía aérea, niegan indefinidamente, a los insurgentes la
oportunidad de salir victoriosos. Se reducen considerablemente la necesidad de
enviar tropas de superficie en cualquiera de las etapas de la insurrección y
con ello aumentando la posibilidad de hacer bajas enemigas al mismo tiempo que
reduciendo la exposición de las propias tropas a la amenaza. Porque los
insurgentes, cegados por su fanatismo, son capaces de pagar un precio alto,
llegando, incluso, a los ataques suicidas, con tal de causar víctimas.
Y las
experiencias pasadas, durante tales ataques, nos han enseñado que desencadenan
crisis políticas. Donde para resolver estas crisis, los presidentes, casi
siempre, han ordenado la suspensión de operaciones ofensivas, bombardeos y
retiradas. Adoptan la posición renuente de negar la reintroducción de cualquier
tipo de FF MM y, por supuesto, el empleo del poder aéreo de alta tecnología. De
esa forma los insurgentes disuaden a los mandatarios de emplear sus Fuerza
Aéreas, como fue el caso del presidente Juan Manuel Santos.
Se
puede emplear el poder aéreo de alta tecnología para forzar a un movimiento
insurgente. Pero el objetivo no debe ser el de coaccionar a corto plazo sino el
de la victoria completa y duradera a largo plazo. Porque los insurgentes pueden
siempre revertir a la condición de defensiva estratégica prolongándose el
conflicto.
El
poder aéreo de alta tecnología puede impedir la victoria enemiga infringiendo
daños a los insurgentes hasta hacerlos retroceder a las dos primeras etapas
inclinando la balanza a favor de las fuerzas de superficie. Los ataques aéreos
de precisión no sólo les negaron la victoria a los insurgentes, al detener las
ofensivas que pretendieron desde Marquetalia y sus bastantes operaciones
posteriores. Donde las FF MM las detuvieron, sino que pueden debilitar a los
insurgentes donde las llevaron al estancamiento. Condición en la que se vieron
obligadas a proponer el diálogo. Que es otra forma de lucha dentro de las
opciones que tienen previstas para sobrevivir o ganar terreno, ya sea militar o
político.
Usar
la capacidad del poder aéreo para contener o destruir, es una constante. Ya que
tiene gran posibilidad no sólo para negar la victoria los insurgentes en un
momento dado sino por un período de tiempo indefinido. En la actualidad,
impedir los fines bélicos y políticos de un agresor, con mínimos riesgos para
las fuerzas militares, es el objetivo primordial del poder aéreo.
Por el
momento, en Colombia, se ha empleado la alta tecnología para destruir
concentraciones de tropas obligando al repliegue, la dispersión y, en gran
parte, disolución. Situaciones que las FF AA
pueden manejar con el tiempo. Puesto que una vez que la ofensiva
estratégica de los insurgentes se vuelve imposible, tarde o temprano, han
tenido que negociar acuerdos políticos que le son inevitables.
La
defensiva, el estancamiento y la pérdida de la posibilidad ofensiva, revelan el
talón de Aquiles de toda insurgencia que el poder aéreo puede aprovechar.
Puesto que impide los insurgentes cualquier oportunidad de triunfo
indefinidamente y obligan a sobrepasar el punto de no retorno, de su actitud
bélica.
Condensado
y adaptado por el Coronel Iván Gonzalez, FAC
AVIACION CONTRAINSURGENTE – ACOIN
Coronel Iván González. FAC.
Por la
necesidad de hacer desaparecer los focos de subversión que persisten en el país
es necesario modificar la doctrina aérea que hemos aplicado en el conflicto.
Durante mucho tiempo hemos creído, como un axioma
sin lugar a discusión, en la capacidad que para el combate irregular tiene la
aviación de alta tecnología constituida por bombarderos de alto rendimiento. No
obstante estas reflexiones nos mostrarán una visión diferente.
Un avión ligero, dotado de armamento sofisticado,
tiene mejores posibilidades de éxito que un avión avanzado, considerando que la
guerra de guerrillas es un conflicto donde la habilidad del enemigo puede
amortiguar un alto poder de fuego. Simplemente requiere aplicar un poco de razonamiento
común, una actitud intuitiva y una simple lógica ante una ofensiva aérea de esa
naturaleza. A un avión de alta velocidad, así disponga de un fuego letal, le es
difícil localizar un blanco que no tiene coherencia y se mezcla fácilmente
entre la población civil impidiendo la selectividad. La característica de los
objetivos blandos es la de no requerir alta potencia de las armas sino la de
ser batibles con precisión.
La tecnología aeronáutica tiene que adecuarse con
las características del enemigo. Viet Nam puso en evidencia “la dificultad
de aplastar un mosquito con un garrote”. De ésta forma el conflicto perdió
interés político que se trató de suplir con una masificación tecnológica,
contra un enemigo que se hacía cada vez más simple, escurridizo y oculto.
La brecha conceptual, en el sureste asiático, le
permito al enemigo sostener favorable ventaja, obligando al atacante a un largo
y monumental esfuerzo bélico que, luego, claudicó por sí solo debido a la
desmoralización, la injerencia política y el rechazo público por el conflicto
por su prolongación y costos.
Por estos motivos el empleo de aeronaves
ligeras, provistas de armamento de alta tecnología, junto al apoyo de aeronaves
de uso general, es la mejor alternativa en conflictos de baja intensidad. Donde
el enemigo es impredecible. En la presente propuesta se esbozan los criterios
que sustentan la idea en el ámbito doctrinal, el técnico y el operacional.
SUSTENTACION
Los grupos de bandoleros
colombianos han demostrado ser ingeniosos en la dispersión, el camuflaje y el
encubrimiento. Son difíciles de localizar y distinguir como blanco apropiado
para una descarga de bombas de alto poder. Por ello, el bandolero es un blanco concordante
para la “Aviación Contrainsurgente” -ACOIN- que puede aprovechar las
desprotecciones momentáneas del agresor debidas a la misma acción del combate.
El excesivo poder de fuego no
crea amigos en la población civil. La falta de selectividad da motivos para
protestas justificadas con la consecuente pérdida del respaldo moral de la
opinión pública. De aquí nace el frecuente temor de los gobernantes de emplear
el bombardeo masivo y frecuente contra la guerrilla. Es evidente que una bomba
de cien 100 libras mal lanzada y sin precisión, causa el mismo efecto negativo
que el producido por mil insurgentes. La probabilidad de cometer esta clase de
errores es menor con aviones ligeros aunque no menos letales. Definiendo el
blanco, se demostrará que existe el interés de no provocar daños a la población
civil ajena al conflicto y que los terroristas suelen usar de escudos humanos.
Uno de los métodos de la guerra
irregular es que no tiene, con frecuencia, planes prefijados y fechas
determinadas para sus operaciones porque aplica principalmente el concepto de
los blancos de oportunidad. La acción terrorista es siempre factible de
ejecutar sin muchos preparativos. Tampoco se deja inducir con facilidad al
combate regular donde nuestras tropas tienen la ventaja. Una acción constante
de intimidación, con aeronaves adecuadas, ejerce efecto directo con alta capacidad
disuasiva, obteniéndose la iniciativa en la confrontación. Además de la
indispensable ofensiva.
La superioridad tecnológica no
es garantía plena de éxito. Pues es un error pensar que se pueden afrontar todas
las circunstancias impredecibles, que se presentan en un combate irregular, por
el solo hecho de disponer de una considerable capacidad de fuego aéreo. Pero es
evidente que en esta clase de conflicto es más efectivo, tanto en lo bélico
como en lo económico, el empleo de aviones medianos con capacidad de
ametrallamiento prolongada que un bombardero rápido y costoso. De alto poder de
fuego pero solo momentáneo. En batallas que son más de tipo prolongado que de
un alto daño destructivo de infraestructuras estratégicas.
Una de las tácticas de la guerrilla es recurrir
a la negociación como protección mientras se fortalece en posición y
recuperación para el combate. Al mismo tiempo que mantiene oculto su desinterés
por llegar a un acuerdo de finalizar el conflicto. Esta característica no
permite mantener una aeronave compleja y costosa, destacada por un tiempo
considerable en las áreas donde fuego. Además de que no se dispone de la infraestructura
para su alistamiento y recuperación. Los momentos de ausencia de la cobertura y
apoyo aéreo de combate, será aprovechada por el enemigo para llevar a cabo
acciones ofensivas. Se requiere entonces tener una alerta mínima y una
proximidad al área de conflicto, que sólo puede lograrse con aeronaves
sencillas. El soporte logístico de campo, que no demande alta complejidad,
podrá hacerse lo más próximo al combate.
En la guerra irregular no
existe el blanco rentable que al ser abatido, con un solo ataque, incline
favorablemente toda la balanza a nuestro favor. La subversión tiene como
doctrina instalarse en áreas remotas y selváticas. Porque sabe que allí las
facilidades técnicas y de apoyo están reducidas a su mínima expresión par su
contrincante. Y los medios de comunicación y movilidad le serán limitados. Con
razón, para los insurgentes: “los pies y las piernas son los motores
de la guerrilla” y no son un blanco fácil para un avión diseñado para la
guerra regular.
Aplicando con propiedad la
tecnología aeronáutica disponible en el momento, podemos adecuar las
circunstancias del conflicto, mantener la iniciativa y no estar esperando que
las situaciones presentes no sean las que nos empujen. No es bueno tener que
lamentar las consecuencias de hechos cumplidos que no evitamos o controlamos
por no mantener la delantera y la ofensiva.
Busquemos la manera de lograr
el liderazgo necesario y anticipamos a las circunstancias presentes, cambiando
nuestros conceptos operacionales tradicionales. Es necesaria una nueva y
original forma de guiar la doctrina aérea cuando la razón y los argumentos nos
indican que son necesarias.
LA ALTERNATIVA
“La victoria sonríe a aquellos que anticipan
los cambios en la guerra y no a quienes esperan adaptarse a ellos después de
presentados.”
Hemos acostumbrado mantener los aviones
concentrados en unidades alejadas de las zonas de conflicto, en parte debido a
la compleja logística y que impide la proximidad permanente. Y cuando las fuerzas
de superficie requieren de un apoyo, debe seguirse un largo proceso de
autorización para obtenerlo. La flexibilidad y la oportunidad son reducidas
debido a los inconvenientes administrativos que normalmente se presentan. Todo
lo anterior es evitable simplificando el procedimiento. Podemos dotar
directamente las unidades operativas con “ACOIN”, preferiblemente orgánico y no
agregado.
“La Aviación de contrainsurgencia” - ACOIN - debe
reunir las siguientes características:
1. Aviones mono o bimotores turbohélices con
capacidad para transporte de tropa, ambulancia y carguero. Como apoyo de
combate, debe ser lanzador de paracaidistas y disponer de soportes para
ametralladoras. También montantes para armamento externo como bombas
antipersonales, lanzacohetes, dispensadores de bengalas, marcadores de blanco y
generadores de humo. Adicionalmente, que pueda adaptarse para propósitos de
acción sicológica. Como lanzamiento de propaganda. En versiones de
rápida conversión.
2. Teniendo en cuenta que deberá operar en pistas
no preparadas se ha tener en cuenta factores de diseño como el plano alto, el
tren de aterrizaje de amortiguación elástica y ruedas para superficies blandas
y lisas (alta flotación).
3. La mayoría de estas pistas son cortas y por lo
tanto es lo más adecuado es la capacidad de despegue y aterrizaje corto (STOL)
con la mejor relación potencia-peso.
4. La
autonomía y el radio de acción se incrementarán con depósitos de combustible de
suficiente capacidad. Y en el caso de ser necesario, entendible con tanques
auxiliares de fácil remoción.
VENTAJAS
DE TIPO TECNICO
Para un bombardero convencional se requiere de
un costoso entrenamiento en la reducción del “círculo probable de error”. Es un
gasto que no se justifica para un blanco compuesto por pequeños grupos de
hombres, como acostumbra actuar la subversión. Puede hacerse con más facilidad
y menor costo si se cuenta con aeronaves ligeras, armadas para este propósito
específico. Se diseñarán pensando en un objetivo determinado mejorando los
resultados.
Las buenas experiencias
operativas obtenidas con el AC-47 tradicional, sustentan la doctrina, incluso
con las restricciones técnicas propias de su diseño original. Cabe destacar que
si bien no se han hecho análisis que permita evaluar los resultados en forma profunda,
éstos se mencionan positivamente en las conversaciones informales.
El tamaño
reduce la factibilidad de detección y la probabilidad de ser alcanzado por el
fuego enemigo, mejorando el margen de supervivencia en el combate. La alta
maniobrabilidad le permite cubrir pequeños blancos dispersos y encubiertos por
la vegetación, los accidentes topográficos, etc. Adicionalmente, dispondrá de puntos duros para montar armamento externo.
Es una ventaja
la capacidad de fuego en viraje sostenido del ACOIN. La experiencia nos ha
demostrado la poca aplicabilidad del ametrallamiento frontal. Como fue el caso
del ARAVA. Un avión con ametralladoras fijas dirigidas hacia adelante. Lo
cual le daba solo posibilidad de disparar durante trayectorias delanteras en
lugar de laterales. Aunque es verdad que en esa posición ofrece el menor perfil
para ser impactado, también es cierto que la insurgencia no dispone de defensa
antiaéreas de gran poder de fuego.
A pesar de la
razonable autonomía del Arava, para sostener sobre un objetivo, por la
imposibilidad de batir en forma continua se desarmó el avión. Debido a sus limitaciones
finalmente el avión terminó como un tradicional carguero, lanzador de
paracaidistas y esporádico evacuador aeromédico. Esta oportunidad fue un
intento fallido por disponer de un ACOIN.
El OV-10. También
es un avión de ametrallamiento frontal y adicionalmente un bombardero,
mostrando una ventaja en capacidad de fuego sobre el ARAVA original. Sin
embargo la topografía y la escasez de vías de comunicación terrestre han
mostrado que en la lucha contra la guerrilla, el transporte aéreo es tan
indispensable y vital como la misma capacidad de fuego. Este factor es tan
necesario que incluso un moderado sacrificio en el transporte de armas, es
preferible en favor del apoyo logístico.
Adicionalmente,
la alternativa de disparo lateral es más ventajosa que el ametrallamiento frontal.
Normalmente el ametrallamiento frontal no es asistido y sólo factible en un
corto trayecto de vuelo. El lateral es asistido durante todo el tiempo con
posibilidad, durante el combate, de cambios en los ángulos de tiro y rápidos ajustes
técnicos.
El ametrallamiento es la acción
ofensiva que con más frecuencia se ejecuta desde el aire en la lucha contra la
subversión. La experiencia ha indicado que este tipo de armas necesita de
cuidadosa y constante atención debido a fallas repentinas por diversos factores
tales como: trabas mecánicas, descontrol del automatismo, cambios bruscos de
temperatura, recalibración y lubricación. Por estas razones, siempre es
preferible el montaje de las armas sobre un compartimento donde los artilleros
las atienden en vuelo. De tal manera que es preferible la configuración de
ametrallamiento asistido, dejando las armas, que no requieren atención, para
ser instaladas en perchas externas.
Los aeroplanos simples de
funciones múltiples, resultan menos costosos en el suministro de partes, la
preparación del personal de mantenimiento y en el entrenamiento de
tripulaciones. Además ahorramos mucho dinero si utilizamos los abundantes
aeródromos civiles disponibles que no tienen una sofisticada infraestructura de
apoyo, pero están dispersos y operables en todo el territorio nacional.
La baja tecnología de estas
aeronaves puede apoyarse en la producción de repuestos a nivel nacional,
reactivando el desarrollo industrial en nuestro país. Así mismo se constituiría
en un impulsador de la aviación civil. Por otra parte el país ha superado la
etapa de la producción artesanal y disponemos de la base industrial necesaria
para aliviar la costosa dependencia tecnológica de los fabricantes extranjeros.
VENTAJAS OPERATIVAS
La versatilidad permite
diferentes aplicaciones que favorecen el apoyo directo a la operación militar
de las Fuerzas de Superficie. También los factores indirectos como la acción
cívico militar. Transportando funcionarios locales, personal médico, apoyo
directo a la comunidad, acción de socorro en los desastres, etc. Es otra forma
de ganar una guerra sin disparar, menguando el espíritu de agresión.
La acción psicológica se puede
adelantar como medio publicitario incitando a abandonar la lucha. También
aplicaciones para saneamiento ambiental como la fumigación aérea para el
control de plagas. La presencia continua y el patrullaje aéreo desestimulan el
tráfico ilícito de drogas y el contrabando de armas en la región. La
insurgencia depende en gran medida de estas actividades.
El patrullaje de vías fluviales, líneas
costeras, zonas lacustres y la presencia en los pequeños poblados ribereños se
pueden ejecutar utilizando la configuración de anfibio. Llevando apoyo social y
presencia estatal a los rincones de nuestro territorio, donde el aislamiento es
evidente y una de las causas de subversión.
La proximidad al blanco
aumenta la frecuencia constante de los vuelos para el apoyo aéreo y disminuye
los tiempos de recuperación para el reabastecimiento de la aeronave o el relevo
de la tripulación. Mejora la capacidad de dar golpes más prontos y frecuentes,
manteniendo una operación ofensiva constante. Un grupo insurgente no puede
sostener combates prolongados ante la posibilidad de ser amenazados desde el
aire.
Aviones de baja velocidad y
facilidad de maniobra facilitan el estudio minucioso del terreno, búsqueda
detallada del blanco. Al mismo tiempo que actúa como controlador aéreo avanzado.
Rastrea y triangulando las
comunicaciones tanto enemigas como de propias tropas. Pueden localizar
patrullas propias que han perdido el contacto o se encuentran pérdidas. Otro
equipo opcional es la instalación de cámaras para descubrir campamentos,
trincheras, emplazamientos y detectar movimientos. Así como obtener información
básica en los estudios preparatorios del planeamiento operativo.
Los desembarcos helicoportados serán más seguros
ejecutan ablandamiento previo y mantienen cobertura. Como el que habría sido de
gran valor en el desembarco de combate ejecutado en Dabeiba. Un factor
contribuyente es el bajo nivel de ruido, que facilita la sorpresa disminuyendo
las posibilidades de protección del enemigo. Para obtener la más alta ofensiva
operativa se logra con la mejor combinación de armas.
Es evidente la conveniencia de formar
tripulaciones especializadas en dar un apoyo óptimo a la fuerza terrestre. El
soldado y el piloto tendrían un mutuo conocimiento, tanto de la operación como
de los planes previos al ataque. Todo esto mejoraría la precisión de los
ametrallamientos y la coordinación de los apoyos aéreos.
CONCLUSIONES
1. La
aviación ligera, multipropósito y armada, concebida de esta forma no busca
desplazar a la aviación de combate avanzada, ni suplanta la operación de
helicópteros. Por el contrario apoyará la operación de contra-insurgencia taponando
la brecha por donde se nos ha fugado la victoria final. Los helicópteros
continúan siendo necesarios para las operaciones que le son propias y los
aviones caza no han perdido su valor como poder disuasor estratégico. Pero es
necesario complementar todo esto con ACOIN intermedia que nos haga
erradicar el mal.
2. La adecuación de la doctrina operativa es lo
esencial en el uso del poder aéreo como factor para atenuar los esfuerzos que
deben soportar las fuerzas de superficie en la guerra irregular.
3. Podemos evaluar el éxito en la aplicación de
esta técnica con la reducción del riesgo humano, tanto de las tripulaciones de
helicópteros como de la infantería quienes han tenido que sufrir el mayor
peligro durante largos años de conflicto. Esta razón es más que suficiente para
hacer un cambio en nuestras costumbres y formas de combatir.
POSDATA
La sabia filosofía popular continuará siendo válida
cuando sostiene que: “Para cazar un ratón con un gato basta”.
Coronel Iván González FAC